Cuando la Semana Santa “cae tarde” y desequilibra el curso: ¿es posible otro calendario escolar?

Archivo - Nazarenos durante la procesión del Cristo de Medinaceli

La Semana Santa es una fiesta móvil que puede “caer” con un mes de diferencia, entre el 22 de marzo y el 25 de abril, algo que en España condiciona el calendario escolar y, cuando coincide tarde como este año, causa estragos. Desde hace semanas, en los centros escolares de todos los niveles alumnos y profesores acusan el cansancio. Los pequeños porque son pequeños y los mayores, especialmente los de segundo de bachillerato, por las exigencias académicas que ya tienen.

Si tomamos por ejemplo Castilla y León, el segundo trimestre ha durado 66 días, frente a los 41 que quedarán para terminar el curso a la vuelta de vacaciones. ¿Por qué? Por una decisión religiosa del año 325: en el Concilio de Nicea se estableció que el Domingo de Resurrección fuera el siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera. El papa Francisco quiere establecer una fecha fija, y proponía hacerlo este año, en el 1.700 aniversario del concilio, aunque no por las vicisitudes de la escuela sino por la unión de los cristianos, ya que católicos y ortodoxos celebran la Pascua en fechas distintas al seguir calendarios distintos (gregoriano y juliano).

“No puede ser que demos las vacaciones de Navidad el 22 de diciembre y las de verano el 23 de junio para luego depender de la luna a la hora de tener un descanso en primavera”, considera para infoLibre Elisa Rapado Jambrina, profesora en el conservatorio de León. La pianista se incorporó a las clases tras su baja de maternidad en las últimas tres semanas de este largo trimestre. “Para los alumnos nuevos he sido un soplo de aire fresco y todavía aguantaron el tirón de trabajar conmigo, pero los que ya me conocían solo me dieron una buena clase la primera semana. Están tan agotados que ya no pueden más y da igual el curso y el nivel”, relata. Su queja es común entre la comunidad educativa, que ha llegado sin aliento al final del trimestre invernal.

Con los trimestres tan descompensados en número de sesiones, la mayor parte de los centros han tenido que adelantar la evaluación del segundo e iniciar el tercero al día siguiente. “El hacer este paso de un trimestre a otro sin descanso influye en el cansancio del alumnado y en el propio profesorado. No hay un calendario ideal, lo que sí hay son múltiples factores e intereses a tener en cuenta, la única forma de hacer un diseño que satisfaga a la mayoría es escuchando y valorando”, indica a infoLibre Javier García Martín, profesor de secundaria y secretario de Educación del PSOE de Castilla y León. 

Hablando con la comunidad educativa de esta región sale enseguida el nombre de otra, Cantabria, donde han llegado mejor a esta Pascua tardía porque ya tuvieron una semana de descanso en febrero, que siempre es la misma. En Cantabria las vacaciones son fijas y están más repartidas durante el curso, bimestralmente. “Así, los periodos intervacacionales están más compensados. Estas diferencias con el calendario escolar de otras comunidades benefician tanto al alumnado como al profesorado, al distribuirse la carga de trabajo de forma más equitativa entre las evaluaciones, que también son fijas, y los periodos de descanso”, señala Victoria, del departamento de Administración y Gestión de un instituto público de Santander.

Un calendario como el de Cantabria, con las vacaciones más repartidas, tiene adeptos y detractores. “Es un calendario cuestionado por las familias, porque en este debate también está la conciliación. Hay que escuchar a madres y padres; la administración educativa no tiene como objetivo principal la conciliación, pero sí debe ayudar”, apunta desde Zamora García Martín.

Niños sin cole mientras las familias trabajan

Más allá de cuándo cae la Semana Santa, que es algo que preocupa sobre todo dentro de los centros educativos, el verdadero rompecabezas de las familias es cómo manejar que sus hijos tengan más tiempo libre del que a ellos les permite el trabajo. “Tanto su padre como yo podemos jugar con los días de teletrabajo. De lo contrario, no sé cómo lo haríamos porque no tenemos abuelos cerca. Solo mi madre, pero tiene Alzhéimer y no está en capacidad de cuidar de él”, explica la venezolana Janina González, especialista en comunicación farmacéutica, con un hijo pequeño en una escuela pública de Madrid.

“En mi país la Semana Santa en el calendario escolar es igual que aquí, de manera que no me sorprende, pero sí que pienso que está descompensado, y los padres que no cuentan con ayuda o teletrabajo tienen que tomarse días de vacaciones o, si no pueden, deben inscribirlos en campamentos y dejarse un dineral”, agrega. Las familias tienen anualmente muchas menos vacaciones que sus hijos, por lo que cuando se cogen días para cubrir un periodo de descanso escolar, los quitan de otro. Una manta corta: si tiras hacia un lado, dejas otro al descubierto.

A Raúl y Marcos, que viven en Barcelona y tienen a todos los abuelos en otra comunidad autónoma, también les salva el teletrabajo y lo que en términos de paternidad y maternidad millennial se llama “la tribu”: otros amigos generalmente en la misma situación. El sudoku de la Semana Santa lo resolverán alternando sus días de teletrabajo y llevando a su hijo algunos ratos con familias de otros niños que sí tienen fiesta para poder disponer de un par de horas de trabajo intenso. “En nuestro cole hacen casal de Semana Santa, como en verano y Navidad, aunque pagando y no poco. Pero al menos las instalaciones están a disposición”, cuenta Raúl a infoLibre.

Ellos tienen la suerte de que la escuela pública a la que va su hijo destaca por una “amplia y alta conciencia educativa” y, desde el principio de curso, les explicaron las estrategias que habían pensado para sortear el calendario descompensado de este año. “Nos contaron que adaptarían el tipo de actividades, la intensidad de algunos contenidos y las salidas pedagógicas, excursiones y fiestas que ‘desengrasan’ un poco en meses muy llenos académicamente. Aun así, creo que en educación infantil el impacto es mucho menor que en primaria o secundaria”, comenta.

Mario Rubio también vive en Barcelona pero ha optado para sus hijos por el modelo francés en el que se crio, que le parece más racional. “¿Para qué quiere un niño dos meses y medio de vacaciones? Para los padres, las vacaciones de sus hijos mientras trabajan son una faena en cualquier momento, pero para un niño es mejor ir descansando durante el año de forma periódica, como hacen en Francia”, argumenta.

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Sus hijos, como en Cantabria, ya tuvieron una pausa (nueve días sumando los fines de semana) durante las vacances d’hiver, en febrero. Francia tiene una distribución de vacaciones muy particular, organizada por zonas, de manera que una familia de Lyon, por ejemplo, no descansa en el mismo momento que una de Marsella. “Esto también me parece mucho mejor, porque aquí en España nos vamos todos al mismo tiempo y eso tensiona los precios, hace las carreteras más peligrosas y desmoviliza a todo el país en unas fechas. Allí es más ordenado, pero claro, han pasado de la historia y la liturgia, se nota mucho que es un país más secularizado y pesa menos la tradición”, indica.

El profesor rural Javier García Martín también considera que lo mejor para el proceso de aprendizaje de los alumnos son periodos de descanso más cortos y más frecuentes, pero señala que el modelo francés y el alemán cogen parte del verano y eso, subraya, “en España es inviable con el tipo de edificios en los que se da clase”. “Y también hay que compatibilizar las peculiaridades sociales de cada territorio; no se puede ocultar que la Semana Santa tiene un arraigo muy fuerte en provincias como Zamora, por lo que cuando ha sido lectiva se ha producido mucho absentismo, y esto debe ser tenido también en cuenta en cualquier análisis serio”. 

Es un debate infinito con múltiples aristas. “Yo puedo entender que no tiene sentido que los escolares de Zamora no estén de descanso en los días de las procesiones tan demandadas por unos y por otros, pero, si eso se quiere hacer así, entonces habría que racionalizar el calendario religioso y aceptar que el Domingo de Ramos sea el primer domingo de primavera”, propone Elisa Rapado Jambrina, a la que le indigna especialmente el desequilibro de los trimestres tanto como docente como ahora en su labor de madre. 

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