Cultura
'Arde Madrid': una fiesta en el corazón de la España de Franco
"La cosa está cambiando mucho, pero mucho. A la gente le pirra lo americano, Franco lo sabe y por eso está abriendo la mano". Lo dice Manolo, chófer y pícaro, galán a lo López Vázquez, mientras trata de justificar sus trapicheos con un cargamento de whisky de importación. Es un estereotipo creado por el cine español, un superviviente a quien el estado general de las cosas le importa solo en la medida en que le afecta directamente. Y "lo americano" está en el salón, en esa Ava Gardner que se ha convertido en su empleadora y que ve a España como un destino vacacional exótico, un lugar en el que la fiesta nunca termina: la cocina queda lejos, la calle se recorre en automóvil. Cine de Barrio contra Hollywood.
Esa es la propuesta de Paco León, el Manolo de un poco más arriba, actor marcado aún por su popularísimo papel en Aída; director de las comedias de éxito Carmina o revienta, Carmina y amén y Kiki, el amor se hace; y ahora showrunner, o creador de series de televisión, junto a la guionista Anna R. Costa. Arde Madrid (Movistar+), que escriben y dirigen juntos, es su primera creación para la pequeña pantalla. Y es también a juzgar por el ruido en redes sociales y el espacio en los medios de comunicación, una de las producciones españolas que más expectativa han generado. No habrá que esperar más: el 8 de noviembre estarán disponibles en la plataforma de Telefónica los ocho capítulos de esta comedia —este periódico asistió al pase de los cuatro primeros—, de 25 minutos cada uno, a imagen y semejanza de las sagas de humor estadounidenses.
Porque sí, es comedia. Pese al blanco y negro de la fotografía de Pau Esteve, premio Goya por Caníbal y especialista también tras el poderío técnico de La Peste, la producción más cara de Movistar+, que coprotagonizaba el mismo Paco León. Es comedia pese al espacio y el tiempo en que se ambienta la serie: Madrid, 1961. Aún no había llegado el "milagro económico español", se celebraban los "25 años de paz" y los verdugos seguían trabajando. Pero León y Costa introducen un elemento que convierte la cicuta en champán: Ava Gardner, interpretada por la estadounidense Debi Mazar. La actriz de Hollywood vivía aún su romance cn España y presidía desde su dúplex en la calle doctor Arce, 11, y el Chicote, aún abierto en Gran Vía, la fiesta desenfrenada que algunos lograban encender en la capital.
Parte de la muy cuidada estética de la serie —con unos créditos de apertura que juegan con los colores vivos y el boomerang, ese vídeo corto que se repite hasta el infinito popularizado por redes como Instagram— se construye en torno a la imagen de una cerilla. Se prende, arde un segundo y en seguida se apaga. Las memorias de Gardner de aquellos años son algo así: un resplandor en medio de la oscuridad imperante. Y el paso de la estrella de Mogambo por aquella España detenida en el tiempo ha marcado el imaginario colectivo. Las últimas huellas de esa obsesión quizás sean Beberse la vida: Ava Gardner en España(2006), libro del periodista Marcos Ordóñez, y el documental al que dio lugar, La noche que no acaba (2011), de Isaki Lacuesta, que sigue a la actriz desde su primer aterrizaje en el país para rodar Pandora hasta su marcha del país en 1968. Pero basta con teclear "Ava Gardner Madrid" en Google para ver hasta dónde llega el mito de la intérprete.
Y mientras unos quemaban Madrid, otros recogían las cenizas. La serie está contada desde el punto de vista de los criados de Gardner: el Manolo de Paco León, pero sobre todo la Ana Mari de Inma Cuesta (Todos lo saben, La novia) y la Pilar de Anna Castillo (El olivo, La llamada). La primera sirve solo como tapadera de su misión secreta: espiar a la actriz y a su entorno, por orden de la Sección Femenina, donde milita. En la casa de doctor Arce tienen lugar "reuniones peligrosas" con "comunistas, anarquistas y toda esa calaña del artisteo", dice una dirigente de la rama femenina de Falange, interpretada por Carmen Machi. Las órdenes vienen "de arriba, de doña Pilar", asegura señalando un retrato de Primo de Rivera colgado en la pared.
Andaría un poco perdida doña Pilar, porque Ernest Hemingway era el único medianamente sospechoso del círculo de la estrella. Él, y Frank Sinatra, que cuando viajaba a España acostumbraba (cuenta Ordóñez) a lanzar sillas contra el retrato del dictador. Luis Miguel Dominguín, torero y amante de Gardner, era invitado habitual a las cacerías de Franco, por mucho que su hermano Domingo militara en el Partido Comunista. Carmen Sevilla (interpretada por la cantante Melody), que también figura en la serie, era otra de las habituales del Chicote, y no dudaba en decir más tarde: "Yo a veces echo de menos la época de Franco". De hecho, el único personaje que esboza, casi sin pensarlo, una crítica al sistema capitalista: "El comunismo es todos pobres, todos iguales. Y el capitalismo es el que la pille pa élpa ".
Igual de acrítica parece la Ava Gardner recreada por Paco León y Anna R. Costa. "Aquí tienes todo lo que necesitas para ser feliz", dice sobre un país sumido en una dictadura fascista. "No soy tan libre como tú en tu trabajo", le espeta en inglés a su criada. "Ada pertenece a esa élite sin problemas, sin conflictos, pudiendo vivir en un oasis dentro de una mancha gris que era España", dice Anna R. Costa en un clip promocional, donde también recuerda los encontronazos entre ella y Frank Sinatra por su ceguera voluntaria ante el régimen. La serie esboza en dos pinceladas, de hecho, los motivos del amor de Gardner por España, además de la fiesta y el buen tiempo: la ausencia de libertad de prensa ponía coto a los paparazzi que la perseguían en Estados Unidosy la Hacienda española no la atosigaba —cuando lo hizo, a finales de los sesenta, la actriz abandonó el país—.
La dictadura convenía también a los productores estadounidenses, como Samuel Bronston, que filmó 55 días en Pekín en Las Rozas —para alegría de la actriz— y que también hace su aparición en la serie. "Las condiciones para rodar en España eran objetivamente muy favorables", apuntaba el cineasta e historiador Jesús García de Dueñas en el libro de Marcos Ordóñez. "Gran cantidad de horas válidas de luz natural, bajos salarios de los técnicos españoles en comparación con los de sus colegas americanos y, sobre todo, 'flexibilidad sindical". Y tanta: el sindicato vertical aseguraba a los empresarios que el rodaje no se vería alterado por reivindicaciones de ningún tipo.
La música que sonó contra el franquismo
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Quien no extrañaría mucho aquella España es el personaje de Anna Castillo, sirvienta menor de edad que tendrá que sufrir un embarazo no deseado, un drama que Arde Madrid apenas puede teñir de comedia. Si a la "élite" a la que pertenecía Ava Gardner podía permitirse abortos clandestinos en Londres, la suerte de las mujeres pobres era otra. Cuando Ana Mari reprende a su compañera de trabajo, esta, conociendo la vida sexual de la actriz, le responde: "¿Y la señora?". "La señora es extranjera". "¿Y qué pasa, que dios no está en el extranjero?", protesta la adolescente. La oficial de la Sección Femenina zanja: "Dios sí, pero Franco no".
Pero, con ese telón de fondo, Manolo sigue intentando vender su J&B. La serie incluye cuitas con una familia gitana que quizás no agraden demasiado a esa comunidad —el matrimonio de Vargas y Lucero cumple con el cliché folclórico —; una escena con un dildo de piedra; un plan de venganza ideado por Juan Domingo Perón y su mujer Isabelita, vecinos de abajo de Ava Gardner, que quieren que su caniche deje preñado al de la actriz; el hermano esquizofrénico de Ana Mari quiere vestirse de mujer. La comedia sigue, con dictadura o sin ella. Y Paco León y Anna R. Costa no pretenden trazar un análisis sociopolítico de la España de los sesenta, sino hacer reír. Pese a Franco, reivindican los creadores, estaba esa fiesta de flamencos, galanes persigue-suecas y criadas pizpiretas que ha popularizado el cine patrio. Otra cosa es que sea difícil soltar una carcajada —y se escuchaban pocas el lunes en el pase de prensa celebrado en Madrid— entre tanta España gris.