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Historia

Las bambalinas de la negociación entre Carrillo y Suárez

Nota de Jose Mario Armero con las indicaciones de Adolfo Suárez a Santiago Carrillo, 14 de abril de 1977.

La nota está tomada con evidente prisa. Peleándose con una servilleta, el amanuense ha empezado escribiendo y subrayando "El presidente". Y luego, por si quedaban dudas, un "¡Importante!". Y sigue, con una letra suelta que resultaría ilegible para quien no la conozca: "Que en este momento se ha conseguido, como consecuencia de las medidas adoptadas por el Gobierno, que los partidos políticos, representantes de la casi totalidad de las tendencias políticas del país, estén de acuerdo en cuatro puntos fundamentales: Bandera nacional, Monarquía, Unidad de España y renuncia a la violencia". La fecha: 14 de abril de 1977. El autor: José Mario Armero, presidente de la agencia Europa Press y hombre leal a Adolfo Suárez. El destinatario: Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista Español, que acabaría aceptando pronto las cuatro condiciones.

 

El libro La legalización del PCE (Alianza), de Alfonso Pinilla García, analiza el proceso por el que la organización que había sido el diablo encarnado para el franquismo terminó siendo legalizada por su fiscal del reino y su Ministerio de Gobernación el 9 de abril de 1977, Sábado Santo, que tomó el apellido de rojo a partir de entonces. Cuando se cumplen 40 años de aquel hito de la Transición, Pinilla saca a la luz el archivo de la familia Armero Montes. En ese legado de papeles sueltos, notas a vuelapluma e indicaciones mecanografiadas está parte de lo que este profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura llama "la intrahistoria" de la legalización del partido. Armero funcionó como mensajero de Suárez —como lo fue el líder comunista Jaime Ballesteros por el lado de Carrillo— e intermediario entre ambos políticos, dejando documentación, a veces pormenorizada, de los encuentros. Su esposa, Ana Montes, llevaba también su propio diario, en el que refleja las conversaciones de su marido y el avance de las negociaciones. 

"El fondo documental pone de manifiesto los entresijos de toda la negociación desde agosto de 1974 hasta inmediatamente antes de las elecciones de junio de 1977", cuenta por teléfono Pinilla, que ha contado con el apoyo y el prólogo de Pilar Urbano, así como su intermediación con la familia Armero Montes. La primera escena está protagonizada por el entonces príncipe Juan Carlos, que pide a Nicolás Franco, sobrino del dictador, que contacte con Santiago Carrillo, pensando ya en la muerte del dictador. "Sé por mi padre", dice el futuro monarca, "que quien puede tener acceso a Carrillo es Pepe Mario Armero". En agosto de 1974, este queda con Carrillo por primera vez en el Hotel Bristol de París". "Esto pone de manifiesto que la monarquía está dispuesta a transitar hacia la democracia y que en ese tránsito se cuenta con el PCE, pero no se sabe ni cuándo ni cómo", señala Pinilla. La tarea se retomará con más intensidad cuando Suárez llegue a la presidencia. 

El fondo documental revela también el celo con el que el que sería líder de UCD suministra la información incluso a su círculo más cercano. Por eso, señala el autor, el volumen tiene especial interés, ya que supone el testimonio directo de quien fue una de las pocas personas que siguió de cerca el proceso, incluyendo el famoso encuentro de seis horas entre Suárez y Carrillo el 27 de febrero de 1977 en el chalé de Armero en Pozuelo. Armero, en una conversación con Victoria Prego en Así se hizo la Transición, le quita misticismo a aquella tarde: "De allí no se llegó a ninguna conclusión (...). Ni muchísimo menos se establecen allí las beses de la legalización del Partido Comunista. (...) La reunión no fue importante, pero creo que fue positiva. Se habían conocido y yo creo que vieron que eran dos personas que se podían entender". Aunque Pinilla narra de manera extensa la reunión, de cuyos detalles da fe Ana Montes, se centra más bien en otros elementos de la negociación que, con menos relumbre, resultaron tener más peso. 

Como por ejemplo el hecho demostrado por los papeles de que "a lo largo de 1976 Suárez no se plantea legalizar el PCE antes de las elecciones". Ni al partido, ni a Carrillo, clandestino en Madrid, "que es legalizar de facto" a la organización. "Temía un golpe militar y, sobre todo que el ejército se fragmentara o que, si no se fragmenta, sufriera una auténtica auténtica involución", cuenta Pinilla, "porque tanto buena parte del generalato como el búnker son leales a los principios del movimiento". Ante esto, Carrillo —que ya había sido excluido por veto de Suárez de la Comisión de los Nueve, asociación de los distintos partidos para organizar las próximas elecciones— amenaza con poner en evidencia la legitimidad de un Gobierno supuestamente democrático si finalmente se les excluye del proceso. "Este juego de amenazas veladas queda muy bien retratado en los documentos", señala el profesor. 

 

Nota de Jose Mario Armero con las indicaciones de Adolfo Suárez a Santiago Carrillo, 14 de abril de 1977.

Carrillo tendrá gestos como la rueda de prensa del 10 de diciembre de 1976, lanzando un órdago tanto al Gobierno como al PSOE, con quien se disputa el liderazgo de la oposición, y recordando que "pacto social exige pacto político". Es decir, que si Suárez quería paz en la calle, tenía que dejar jugar al PCE. A eso se suma que el 1977 se acaba convirtiendo en un annus horribilis en el que "lo que era un no se convierte en un puede ser". A principios de año mueren dos estudiantes en sendas manifestaciones en Madrid debido a las cargas policiales, el teniente general Emilio Villaescusa es secuestrado por los Grapo y, el 24 de enero, son asesinados los cinco abogados laboralistas de Atocha.

"Suárez está cada vez más acosado por la ultraderecha, y utiliza a Carrillo como tabla salvavidas. Ambos se necesitan mutuamente. Suárez para legitimar su reforma hacia la democracia, y Carrillo necesita la legalidad para influir en el proceso político que ya está comenzando", explica el historiador, que alaba el talante de ambos líderes, que se proponen "superar la fractura de las dos Españas en un sistema de convivencia nuevo y de diálogo". Pero también señala intereses más cortoplacistas. Carrillo no puede dejar que el PSOE recoja los réditos de la lucha clandestina liderada por los comunistas. Suárez, por su parte, "tiene encuestas sobre el posible apoyo al PCE y al PSOE en las urnas" y espera que la izquierda se divida entre ambos partidos

Lo peor, para Suárez, llega en realidad tras la legalización. El 11 de abril dimite el almirante Pita da Veiga, ministro de Marina, por su desacuerdo con la decisión de Suárez, y el presidente se teme que la temida fragmentación del ejército se haga realidad. Se reúne con varios altos cargos de la armada, y Ana Montes escribe: "A las 10 llama el presidente muy preocupado. Ha tenido que negociar con los militares hasta las cinco de la mañana y que, a pesar de la calma, la situación es peligrosa. (...) Le pide a Pepe que pida al PC la máxima prudencia y traten de evitar reacciones contrarias". Poco después, el Consejo Superior del Ejército emite un comunicado de repudio de la legalización. Armero debe conseguir un compromiso de los comunistas lo suficientemente claro como para tranquilizar a los militares. 

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Y ahí llegamos a la servilleta, la premura y la negociación in extremis. Se hace llegar a Carrillo los cuatro puntos sugeridos por Suárez, y a las 13.15 del 14 de abril de 1977 Jaime Ballesteros confirma a Armero su aceptación. El mediador lo anota a vuelapluma en una servilleta de la cafetería del Hotel Meliá, donde está teniendo lugar la reunión del Comité Central del partido. Al final de otra nota, más extensa, en la que Armero desarrolla de nuevo los cuatro puntos, se percibe una frase apenas legible: "Son conscientes de que estas (...) les quita (...)". "Podría referirse", escribe Pinilla, "a la pérdida de apoyo electoral por parte del PCE como consecuencia de su evidente —y espectacular— giro moderado". Un hecho de que el partido podría ser consciente, aunque Carrillo lo niegue más tarde y culpe al rechazo de los militares y el conservadurismo de la clase media su descalabro en las urnas. 

Sea como fuere, en las elecciones generales del 15 de junio de 1977, la UCD obtiene 6,3 millones de votos; el PSOE, 5,3 millones; el PCE, 1,7 millones; la AP, 1,5 millones. 

 

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