Literatura
Baroja en ‘Tierra Vasca’
Es una ocasión tan buena como otra cualquiera. Este domingo 30 de octubre conmemoramos el 60 aniversario de la muerte de Pío Baroja, y la editorial Espasa lo hace editando su tetralogía Tierra vasca.
Un paquete de cuatro que comenzó conteniendo tres: en 1900, Baroja publicó La casa de Aizgorri, a la que en 1903 se vino a sumar El mayorazgo de Labraz y en 1909, Zalacaín el aventurero. La que sería cuarta entrega se hizo de rogar, La leyenda de Jaun de Alzate está fechada en 1922. Juntas forman la tetralogía más célebre de la lengua española, cuya fama aumentó cuando, ya en la década de 1930, la misma editorial que ahora la recupera hermoseó Tierra vasca con ilustraciones de Ricardo Baroja, el hermanísimo.
Contacto con Pío Caro-Baroja, hijo de Pío Caro Baroja, sobrino de Julio Caro Baroja, sobrino-nieto del autor cuyo fallecimiento conmemoramos. Le pregunto cómo es esa tierra vasca de Tierra Vasca.
"Depende en qué libro —me explica—. Hay textos de fuerte carga poética, como es el caso de La Leyenda de Jaun de Alzate, donde indudablemente sí que representa un edén soñado, idílico, previo a la cristianización. Otras novelas, por el contrario, son una fotografía más dura del país y de su decadencia; una fotografía de un País Vasco reaccionario, clerificado y decadente, muy alejado del lirismo y de la idea poética del libro antes mencionado o del mismo Zalacaín, donde a pesar de ser un escenario de guerra civil entre carlistas y liberales, existe un héroe de pulsión romántica y aventurera, en un paisaje idílico".
Sostiene Caro-Baroja que Zalacaín el aventurero es, sin duda, la mejor de las cuatro piezas, la más redonda. "Es un Baroja en la plenitud de su carrera; conciso, directo, pero también romántico. Es una novela de acción, que te mantiene en vilo, además de tratarse de un maravilloso viaje a ambos lados de la frontera, un paseo por el país de Baroja, el país del Bidasoa. Por otra parte en el ella están contenidas las preguntas (y las respuestas) a muchas de las inquietudes barojianas de siempre: el país, el progreso, la religión, etc."
El país de Baroja
En su tesis Factores estético vitalistas en la obra de Pío Baroja, el profesor Ramón Emilio Mandado Gutiérrez escribe que Tierra Vasca refleja "la mezquindad de sectores del mundo tradicional" de la infancia del autor, y que allí se reivindica un "profundo sentido de la tierra frente al patrioterismo huero o el particularismo provinciano".
Caro-Baroja advierte: su tío-abuelo es muy difícil de encasillar en la medida en que era un espíritu libre, independiente y alejado de cualquier bandera o consigna. "Creía en el individuo y mucho menos en la colectividad. Baroja era vasco y español. Amante de Vera de Bidasoa y la vida en Itzea, pero también de Madrid. No hay que olvidar que más de la mitad de su vida la pasó en Madrid, sobre la que escribió novelas memorables como La busca o Las noches del Buen Retiro. Desde ningún punto de vista se puede confundir su amor al país con el nacionalismo".
No, no hay que confundirlo. En palabras de José María García de Tuñón Aza, Baroja no era una persona que no amara la cultura vasca, "pero repudiaba el nacionalismo de Sabino Arana". Y para afirmarlo se apoyaba en citas extraídas de la obra de don Pío, citas como ésta de Las horas solitarias: los vascófilos, no todos, "han inventado desde hace tiempo una porción de mentiras". Siempre según García de Tuñón, Baroja "interpretaba también que para un verdadero vascongado el bizcaitarrismo es una farsa y aunque cuando dicen que no son latinos afirman, al mismo tiempo, ser católicos apostólicos y romanos. Cuando dicen que son tradicionalistas y que respetan la tradición, «lo primero que hacen es falsificar la historia y cambiar la ortografía del vascuence». Y también cuando dicen: «Somos distintos al resto de los españoles, y se entusiasman con los toros y con la jota, con la virgen del Pilar, con los pianos de manubrio, con los cantos flamencos y con los demás fetiches del país». Indudablemente —concluye— Baroja no encontraba ninguna diferencia entre los bizkaitarras y el resto de los españoles".
"Pío Baroja, nada nacionalista él, veía «dos clases de vascos: unos que miran las aguas del Ebro y otros las que van al Cantábrico»", escribió Jose Mari Esparza Zabalegi cuya editorial, Txalaparta, recuperó hace diez años, cuando se cumplían 50 del fallecimiento de Baroja, El País Vasco, una obra que era difícil de encontrar en su versión íntegra tras la purga a la que había sido sometida en la reedición de 1988.
Allí, don Pío dibuja la geografía de su tierra: "Cuatro son las provincias que comprende el País Vasco español: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya (...) Tres son las provincias que forman el País Vasco francés: Labourd, Baja Navarra y Soule; en vasco: Lapurdi, Benabarre y Zuberoa".
Y valora la implantación del euskera: "Se dice que es hablado por las cuatro quintas partes de la población vasca española, y por una quinta parte de la francesa, en las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra, de un lado de los Pirineos, y en los distritos de Bayona y Mauleón, del otro. Esto es fantasía. En la parte occidental de Vizcaya, en nueve décimas partes de Álava y en más de la mitad de Navarra, no hablan vascuence. En Francia la proporción de los que hablan vasco es quizá menor".
Encontrarán más fragmentos aquí.
Pero su manera de ser implacable contra el nacionalismo (y la religión católica) le ha llevado a quedar excluido del canon nacional de escritor vasco. De muestra, un episodio entre otros: en 2006, el PSE guipuzcoano propuso homenajear a Baroja en el 50 aniversario de su muerte, pero hubo de desistir ante la enmienda a la totalidad presentada por PNV y EA, en la que esos dos partidos planteaban la puesta en marcha de un programa conmemorativo de "las efemérides representativas de los euskaltzales guipuzcoanos a lo largo de 2006", figuras como Elvira Zipitira, Inazio Barriola, Jokin Zaitegi, Plázido Mújica, Txomin Jakakortajerena y Balendin Enbeita.
Cierto, en la motivación de esa propuesta se recordaba el 50 aniversario de la muerte de Baroja, "una de las figuras más destacadas de la cultura vasca en lengua castellana", pero, según denunciaron los socialistas, "en la parte dispositiva excluyen a Pío Baroja de los homenajes a organizar". Su conclusión: "En la cultura vasca caben Baroja y los euskaltzales, y para PNV y EA parece ser que no".
"Cuando pienso ahora en lo que a los vascos les gusta pensar de sí mismo, me doy cuenta –sin embargo– de que el esfuerzo que hizo mi tío para aproximarse a una realidad más honda y fuerte ha sido un esfuerzo vano", escribió Julio Caro Baroja en Una vida en tres actos, donde denuncia que los "vascos profesionales" y "confesionales" siguen creyendo que Amaya o los vascos en el siglo VII, novela histórica de Francisco Navarro Villoslada publicada en 1877 en la revista carlista Ciencia cristiana, y otras cosas por el estilo encierran el secreto de su ser. "Al vasco de cartón-piedra le interesan las novelas de cartón-piedra y los espectáculo del mismo material. Pero acaso le pasa lo mismo al castellano, al catalán, al andaluz, al español de izquierda y de derecha, pétreo y acartonado".
Baroja en los lectores
Vuelvo al familiar, al heredero, al albacea. A quien sigue a su tío Julio y a su padre Pío en la línea de depositarios de la memoria familiar de la generación anterior, la de Pío Baroja (y Nessi).
Le pregunto si es posible leer al escritor obviando todo lo ocurrido en el País Vasco en los años transcurridos desde su muerte. "Perfectamente. Además es necesario para entender la idiosincrasia de esa tierra y sus avatares históricos fuera de la tergiversación histórica que hayan podido recrear los nacionalismos excluyentes. Baroja hace una radiografía sociológica e histórica del país a través de sus novelas, nos enseña a no tener prejuicios, a entender al país y su conflictos de manera desapasionada, a ser críticos con el pensamiento oficial del tipo que sea, a ser libres".
Recurro entonces a lo que José-Carlos Mainer, que dirigió y prologó las obras completas del escritor, escribió en Pío Baroja (Taurus), que aunque su biografiado no tuvo la menor simpatía por el nacionalismo, "aporta una visión del País Vasco como visión estética, como potente imagen de una posibilidad de entender esa comunidad".
Se me ocurre que tampoco estará de más indagar sobre su sitio en el corazón de los lectores. Caro-Baroja no lo duda. "Es el autor que mejor ha sobrevivido a su generación y probablemente a toda la novelística del siglo XX. Por su voz propia, por su franqueza, por su independencia, y por ese estilo telegráfico, casi de tuitero, que tanto gusta a los jóvenes de ahora".