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Entrevista | Alfonso Cuarón

"Existe una perversa relación entre raza y clase social"

El cineasta mexicano Alfonso Cuarón.

Rosa Gamazo Los Ángeles

En una entrevista hace ya unos años a una emisora de radio, Alfonso Cuarón (México DF, 1961) describía sus películas como exparejas: estaba agradecido con ellas, pero sin ninguna intención de volver a reconectar. A pesar de que se le ha descrito como un director versátil y completo por su trabajo tan ecléctico, él contesta con un toque de sabihondo que un director completo no es aquel que hace diferentes géneros. “Ser un director completo no está relacionado con que pueda tocar diferentes géneros y que se muestre versátil en las temáticas que abarca. Un director completo, si es que existe ese concepto, es aquel que tiene una visión y la utiliza para hacer una película con honestidad”. Pues eso, que cualquiera que sea honesto en su visión es un director completo, ahí queda.

En sus películas (Y tú mamá también, Hijos de los hombres, Gravity) se pueden detectar preocupaciones recurrentes, como la diferencia de clases y, en el aspecto técnico, la querencia por los travellings, como el maestro Hitchcock. El director mexicano recuerda cuando otro director, al que realmente admira, le dijo que era como un péndulo que tenía que encontrar el centro. Sin embargo, para Cuarón, hacer lo que le gusta, y saltar de género en género, no es una desventaja, sino sencillamente lo que le apetece hacer, a pesar de que, admite, la mayor parte de los directores que más le gustan tienen un hilo conductor común en sus trabajos.

Entre sus maestros favoritos figuran Bresson, Wilder, Coppola o Murnau. El amor al cine le viene desde chico, ya que su familia y, en especial su madre, era una fanática del séptimo arte. Cuarón escribió Gravity junto a su hermano Jonás, que también se dedica a la dirección, por lo que gran parte de su clan está muy implicado en el negocio. Emmanuel Lubezki, conocido como El Chivo, es el director de fotografía que prácticamente siempre trabaja con Cuarón. Son amigos desde que eran quinceañeros. Lubezki recuerda a Cuarón saliendo del cine donde iban a ver películas de Buñuel o Pasolini y estar rodeado de chicas a las que les explicaban el uso que Pasolini hacía del color en sus filmes. “No estoy seguro de si se lo inventaba para impresionar a las chicas o era verdad”, explicaba El Chivo en una entrevista a The New York Times, “lo cierto es que iba al cine unas tres o cuatro veces por semana. Yo conocía una película de Godard, él se las sabía todas”.

A principios de los ochenta acudieron ambos a la mejor escuela de cine del país, pero eran demasiado arrogantes, según reconoce el propio director mexicano. Se les quedó pequeño y decidieron comenzar a trabajar. La verdadera universidad de Cuarón fue hacer cualquier trabajo que surgiera tanto en cine como en televisión. Little princess, su primer film en inglés y su segundo largometraje, llegó a sus manos casi de casualidad. Según Lubezki, Cuarón era en muchos aspectos lo que denominan un late bloomer y aquella película le llegó a mediados de los noventa, en un momento en el que el mexicano casi ya no tenía ganas ni esperanzas de dirigir. Sin embargo, cuando leyó la novela de Frances Hodgson supo que tenía que implicarse en el proyecto.

El acierto de dirigir Harry Potter

Cuarón tiene mucho que agradecer a otro compadre llamado Guillermo del Toro, por convencerle para que dirigiera Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Del Toro le llegó a llamar “arrogant bastard” o traducido a la lengua de Cervantes, bastardo arrogante, por dudar en un principio a aceptar el proyecto, ahí lo dejamos. De no ser por el consejo del director de La forma del agua, y tras el fracaso de crítica y público de Great expectations (1998), protagonizada por Gwyneth Paltrow y Ethan Hawke, a lo mejor su carrera hubiera derivado por otros derroteros. No obstante, el destino quiso que siguiera demostrando al mundo sus habilidades como director y le sirvió para obtener el beneplácito de Hollywood para continuar haciendo películas. Una lección de humildad en toda regla que no parece haberle servido de mucho para reducir ese toque de altivez, pero si le ha beneficiado para hacer películas memorables como Gravity, ganadora de siete Oscar de la Academia y con una recaudación en taquilla de 635 millones de euros en todo el mundo.

En esta ocasión vuelve con Roma, uno de sus proyectos más personales. Ha tardado unos cuantos años en volver a sus orígenes, en hacer algo más íntimo y sencillo. “Ha sido un momento en la vida donde se han combinado las posibilidades de hacer esta película desde el punto de vista práctico, pero más importante resultó sentir que tenía las herramientas emocionales para hacerla”.

Tras Gravity, las ofertas le llovieron y, según el director, fueron muy tentadoras, pero para él era importante embarcarse en este proyecto. Roma ganó el León de Oro el en último Festival de VeneciaRoma y las críticas han sido fabulosas. Es su primer filme en español desde Y tú mamá también (2001) con Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna. Sin embargo, al preguntarle cómo ha sido rodar en su idioma materno tras tantos años trabajando en la lengua de Shakespeare, el director contesta que no está acostumbrado a rodar en inglés y que siempre piensa en español. “No me acostumbro a rodar en inglés, siempre he pensado en español y al rodar en inglés, hay un proceso de traducción en mi cabeza de mi lengua materna al inglés. Una de las cosas que me atraía de regresar a trabajar en México era poder hacer un proceso en donde el fluir de mi lenguaje contribuyese en el proceso mismo, en donde mi lengua materna estuviera dictando los ritmos y los tiempos.”

La película se tardó en rodar 108 días y nadie del rodaje, incluyendo el equipo técnico y los actores, tenía acceso al guion. El único además del director con la potestad para leer el libreto era el productor, David Linde, que no habla español. Cuarón no quería que nadie se creara ideas preconcebidas sobre la película, sino que, al contrario, estuvieran constantemente en busca de respuestas. El 90% del filme está basado en sus recuerdos de infancia y eligió a actores que se parecieran a su propia familia. La mayor parte del elenco no tenía experiencia previa delante de las cámaras.

La difícil relación entre clase y raza

De esta manera, el director mexicano se ha marcado un Ken Loach en toda regla y se ha tirado a la piscina contratando a gente de a pie, normal, de andar por casa. Entre ellas está Yalitza Aparicio. Ella da vida una empleada doméstica llamada Cleo, de origen mixteco, que trabaja para una familia de clase media en la Colonia Roma de la Ciudad de México. “Yalitza es definitivamente una de las mejores actrices con las que he trabajado. Me sorprendió en cada momento no solo por su inteligencia y su sensibilidad, sino por el entendimiento que tuvo muy pronto del proceso. Yo no creo que haya una manera de ser actor, de la misma manera que no creo que haya una forma de dirigir actores. Los actores son individuos, son seres humanos y por lo tanto cada uno requiere un acercamiento distinto”.

El filme, disponible en Netflix, narra un año en la vida de una familia de clase media y se desarrolla a principios de los años setenta en medio de las protestas estudiantiles y sus enfrentamientos con la policía. La sociedad está desmembrándose y las mujeres tienen afrontan el peso de la situación. Cuarón ha querido, en cierta forma, homenajear a las mujeres presentes en su infancia. “Es una mirada hacia el viaje de ciertos personajes, así como la observación de un país, como EEUU o cualquier otro, que muestra la perversa relación que existe entre las clases sociales y las razas”, afirma.

El director no parece tener la percepción de que su país natal se haya transformado desde entonces. “México, en muchos sentidos, no ha cambiado en absoluto y, de hecho, los problemas se han agudizado desde que yo era niño. Sin embargo, lo que veo como un símbolo de esperanza es la exuberancia de la nueva juventud. Durante mi infancia y mi juventud en México, era un país muy claustrofóbico y cerrado. La juventud actual es una juventud que está reclamando su derecho como parte de este mundo y yo creo que cualquier cambio, una verdadera transformación del país, se encuentra en las manos de esa nueva juventud”.

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No parece excesivamente optimista la visión del cineasta mexicano, quizá su apasionamiento de juventud se haya ido diluyendo con los años. Al parecer, eso mismo le ha pasado con el cine, ya no es el eje de su existencia. “Sigo sintiendo pasión por el cine, pero el entendimiento de la pasión cambia con el tiempo. En mi juventud pensaba que el cine era la vida, ahora tengo muy claro que el cine es parte de la vida, una parte muy importante de mi vida, pero es tan sólo una parte de algo más grande”, concluye.

*Este artículo está publicado en el número de diciembre de 2018 de tintaLibre. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí. aquí

 

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