Nunca hay que subestimar las pasiones que puede desatar una buena lectura. Un lector rebosante de curiosidad y totalmente metido en la trama es capaz de hacer no diríamos locuras, pero desde luego sí esfuerzos de lo más improbables e imprevistos. Todo sea por sentirse un personaje más de esa novela y visitar los escenarios en los que se desarrolla. Lugares que sirvieron de inspiración a los escritores, culpables últimos de un importante trasiego de lectores viajeros que devoran kilómetros y se plantan en parajes insospechados que de otra forma seguramente jamás visitarían. Porque los caminos de la lectura son, definitivamente, inescrutables, y las rutas literarias una manera de multiplicar el placer provocado por una buena historia.
"Hay que tener interés para seguir la huella de los personajes de una novela, desde luego", bromea con infoLibre el escritor Rafael Cabanillas, que congregó el pasado 1 de abril a medio millar de personas en la inauguración de la ruta literaria Enjambre, inspirada por su novela homónima. Los 12 kilómetros de recorrido entre Anchuras, Enjambre y Collado de Piedralba nos permiten hollar un rincón profundo y virgen de la península Ibérica, entre riscaleras, encinas, quejigos y alcornocales, en un extremo de la provincia de Ciudad Real, justo en el vértice lindero con Toledo, Cáceres y Badajoz. Es La Jara, la sierra de La Hiruela y de Altamira, estribaciones de Los Montes de Toledo. Son los territorios recuperados por el autor en la segunda entrega de su trilogía, publicada por la editorial Cuarto Centenario, En la raya del infinito, cuyos otros dos títulos son Quercus -que cuenta con otra transitada ruta en Navas de Estena (Ciudad Real)- y Valhondo.
Se aprovecha así el tirón de los libros para conectar con la naturaleza y poner en el mapa regiones un tanto olvidadas de eso que viene a llamarse la España vaciada. "La ruta de Enjambre está en una comarca que se llama La Jara, un rincón muy oculto, muy mal comunicado como es la España profunda. Un pico entre Ciudad Real, Toledo, Cáceres y Badajoz", explica Cabanillas, quien apunta que Anchuras es un pueblo con menos de 300 habitantes en el que la despoblación se combate buscando alternativas como esta ruta que cuenta con paneles y grandes murales temáticos: "Una solución puede ser una cosa tan limpia, sencilla y saludable como los libros y la literatura".
Y prosigue: "Hay que motivar a leer y, una vez que se lee, está este añadido que a la gente el encanta. Cuando te lees un libro, reconocer los espacios de esos personajes, incluso a veces los personajes aunque tengan otros nombres, es una vivencia extraordinaria. Todos hemos sido enamorados del Macondo de Cien años de soledad, por ejemplo. A eso añadimos que ahora todos buscamos eso del senderismo, el deporte, el contacto con la naturaleza, visitar unas zonas vírgenes... porque lo único positivo que tiene el abandono, la despoblación, es que ha mantenido la virginidad de la tierra. Y esta ruta literaria literaria en particular va por parajes que no pisa nadie, donde está todo virgen".
Rutas literarias hay muchas y de incontables tipos. Urbanas o rurales. Para hacer con guía o cada cual a su ritmo. Cortitas o extenuantes. Asequibles a pie o largos trayectos por carretera. Así de incontrolable es la fuerza evocadora de la cultura, que lleva a tantos millones de viajeros a visitar lugares conocidos por el cine, la música o, en este caso, la literatura. "El turismo literario es un turismo que siempre ha sido muy bien recibido por alcaldes y políticos porque es turismo de calidad", nos comentaba días atrás la escritora superventas Eva García Sáenz de Urturi, quien cuenta con dos rutas de las más visitadas en Vitoria, donde se desarrollan las historias de sus obras El silencio de la ciudad blanca y Los ritos del agua. "Está muy bien ese movimiento espontáneo de gente que va con el libro buscando la casa del asesino o lo que sea, que va sacando fotos y subiéndolas a las redes sociales. Eso es muy bonito porque ellos mismos están creando contenidos de la novela. Además, la gente va a Vitoria a hacer esas rutas y después como en los restaurantes, lo cual lo convierte en turismo gastronómico", relataba a infoLibre.
Otra experiencia: vivir la ruta literaria de la novela Volver a Canfranc, de Rosario Raro. Un viaje kilométrico y también en el tiempo hasta 1943 y 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando este enclave fronterizo separaba no solo España de Francia, sino, casi literalmente, la vida de la muerte. Una ruta literaria teatralizada de Jaca a Canfranc en el Canfranero, una aventura premiada como la mejor experiencia turística de Aragón en 2021 y que en sus primeras dos temporadas ha recibido a más de 2.000 personas. "Gente de absolutamente toda España y también del extranjero. Dos horas después de que hiciéramos la primera rueda de prensa hace dos años nos llamaron de Ceuta para reservar", comenta divertida Isabel Luzón, propietaria de la agencia organizadora, Shiva Viajes, que afronta desde este mes la tercera temporada.
"Tenemos varios días completos. Nunca decimos cuando va a estar Rosario, porque se nos inunda el correo de gente que quiere acudir, pero este año viene dos días, en mayo y junio, que están ya cerrados", detalla a infoLibre, defendiendo de paso que esta es una buena manera de conocer esta zona natural: "Además, esta experiencia ha hecho que mucha gente nos pida la noche de antes o la de después para hacer otras cosas. Así, de una experiencia de un día hemos pasado a algo más, porque ya no se viene solo a la visita y se vuelven. Se visita Jaca y los alrededores y al final unimos patrimonio y cultura".
"Las rutas literarias van siempre mucho más allá del camino por el que transitamos, como es lógico, porque la literatura es vida", remarca a infoLibre Carmen Múgica, responsable de la ruta sobre El camino de Miguel Delibes en Molledo (Cantabria), un pueblo de la cuenca alta del río Besaya y dentro del valle de Iguña donde el escritor pasó muchos veranos durante su infancia y juventud y donde está ambientada su emblemática tercera novela, publicada en 1950.
Se trata de una ruta que puede hacerse con Carmen Múgica como guía o de manera libre, pues durante el recorrido hay una decena de paneles informativos -también llamados tótems-. De hecho, la responsable, profesora de Lengua y Literatura ya jubilada, cuenta que la ruta nació a principios de los años noventa de manera espontánea cuando sus alumnos de 8º de EGB de aquel año leyeron la novela y fueron descubriendo por sí mismos los lugares mencionados.
Es así como la ruta nació para los escolares de la zona, si bien paulatinamente fue ganando popularidad entre los adultos, relata Múgica, quien atiende a infoLibre justo al término de una ruta con 48 escolares del colegio de Santa María de Cayón (Cantabria). Y como fue haciéndose más popular, finalmente el ayuntamiento de Molledo se interesó y apoyó la iniciativa, dándole también más promoción. "Pero yo no he cobrado ni dependido nunca del ayuntamiento ni lo pienso hacer. He ido por libre contando con su respaldo y con el de la Fundación Miguel Delibes", quiere remarcar Múgica, que hace esta ruta por vocación como un servicio público para cualquiera que esté interesado, dando siempre prioridad a los alumnos.
"Generalmente, los que no han leído el libro dicen que quieren leerlo, y los que ya lo han leído dicen que necesitan leerlo otra vez porque había muchas cosas que no habían descubierto. Y eso me parece estupendo, porque mi objetivo es promocionar la lectura, la cultura y la naturaleza que don Miguel defendió tanto. Porque El camino tiene tres personajes principales y el cuarto es el paisaje. Y a la gente le encanta descubrir en toda la ruta la cantidad de matices. No es información, porque El camino no da información, sino que ayuda a reflexionar, a pensar, a dar respuestas a muchas preguntas que a lo mejor no nos las hemos hecho nunca", argumenta Carmen, quien, a pesar de no ser la autora que inspira la ruta, desde luego tiene muchas respuestas como gran experta.
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Como respuestas tiene también Cabanillas para sus lectores, a los que les encanta que el propio autor les "vaya contando". "Cuando estoy yo, en las rutas vamos haciendo paradas y voy dando explicaciones, contestando sus preguntas. Porque la gente quiere pasear pero también el contacto con la novela, que es lo que les ha llevado hasta allí, en muchos casos haciendo 800 kilómetros de ida y vuelta", destaca. "Es así como las novelas cobran vida", subraya Cabanillas, quien explica que lo que sí le pide a los que hacen la ruta de Quercus es que se hayan leído previamente la novela para tener una experiencia más completa: "Al que ha leído la novela se le pone el bello de punta cuando pasa por los lugares por los que transcurre la novela. Me parece que es algo extraordinario".
La cultura puede ser, en definitiva, un arma ejemplar para luchar contra el éxodo, un acicate para el desarrollo, para sacar del olvido, recolocar en el mapa, para dar oxígeno y vida. Y las rutas literarias, una excusa más que propicia para pasarse por Enjambre, Canfranc o Molledo, si bien hay infinidad más de posibilidades repartidas por todo el país, desde propuestas modestas y locales hasta otras que animan a seguir los pasos de El Quijote o El Cid a través de varias provincias. "La gente se acerca por Molledo por tiene mucho interés. Yo voy y vengo mucho por la carretera y veo a mucha gente haciendo la ruta por su cuenta", apostilla Múgica con cierto orgullo.
"Los que vienen se llevan una visión literaria de la naturaleza, del paisaje, de la vida. Es decir, que la literatura es la vida en su conjunto, da igual si el entorno es rural o urbano, aunque si es rural tiene mucha más riqueza porque son muchas más las cosas que vemos", resalta la responsable de la guía sobre la obra de Delibes. "Las rutas literarias son además un revulsivo para el desarrollo económico, pues van ligadas también a la gastronomía y a los alojamientos rurales", remacha Cabanillas.
Nunca hay que subestimar las pasiones que puede desatar una buena lectura. Un lector rebosante de curiosidad y totalmente metido en la trama es capaz de hacer no diríamos locuras, pero desde luego sí esfuerzos de lo más improbables e imprevistos. Todo sea por sentirse un personaje más de esa novela y visitar los escenarios en los que se desarrolla. Lugares que sirvieron de inspiración a los escritores, culpables últimos de un importante trasiego de lectores viajeros que devoran kilómetros y se plantan en parajes insospechados que de otra forma seguramente jamás visitarían. Porque los caminos de la lectura son, definitivamente, inescrutables, y las rutas literarias una manera de multiplicar el placer provocado por una buena historia.