Esta no es otra maldita novela sobre la Guerra Civil

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Juan Carlos Sierra

El monarca de las sombrasJavier CercasLiteratura Random HouseBarcelona2017El monarca de las sombras

 

A estas alturas de la historia de la Historia de la Literatura Española, atreverse con una novela sobre la Guerra Civil a muchos les puede sonar a molesta osadía o a tediosa inconsciencia –o a ambas cosas a la vez-. Seguramente serán los mismos que tratan de hacer pasar aquel episodio de la historia de España y su desgraciada consecuencia como algo inevitable y casi necesario, los que dicen que no es imprescindible hurgar en las heridas del pasado, los que apelan al olvido, la comprensión y a una reconciliación de cartón piedra; esa masa social con sus voceros políticos y judiciales que hoy persiguen a humoristas y denigran en ruedas de prensa a quienes buscan legítimamente a sus abuelos en cunetas o en fosas comunes.

Precisamente por cómo está el patio patrio en esta cuestión histórica, se hace necesaria una obra como El monarca de las sombras, la última novela –por llamarla de alguna manera— de Javier Cercas (Ibahernando, 1962). Porque no se trata de otra maldita novela sobre la Guerra Civil, como rebautizaría Isaac Rosa en 2007 su novela del 99 La mala memoria, ni es una historia más con su lista de buenos y malos, de héroes y villanos, de blancos y negros o de rojos y azules, sino que estamos ante un relato descarnadamente familiar y sincero que trata de bucear y comprender –no de justificar— las razones últimas e íntimas que llevan a alguien a inclinarse en contra de sus intereses de clase hacia el lado equivocado de la historia –esta última afirmación no es mía, sino que el autor insiste en esta idea reiteradamente durante toda la obra—: Manuel Mena, tío de la madre del autor, llegado el momento de tomar una decisión en cuanto a qué bando defender en la Guerra Civil, elige la facción rebelde.

A partir de aquí, se inicia un viaje físico –a Ibahernando, a los escenarios bélicos donde hizo la guerra Manuel Mena y a Bot, la localidad tarraconense donde muere—, pero sobre todo un recorrido íntimo, emocional-familiar y literario, para intentar explicar lo inexplicable, que el hijo de unos pequeños propietarios extremeños se viera igualado a los ojos de los grandes terratenientes que lo explotaban, sin bien algo menos que a los jornaleros sin tierras. En este sentido, la novela de Cercas posee una brutal y dramática actualidad o, dicho de otro modo, se puede leer en clave de análisis sociológico aplicable a un presente en el que la clase obrera vuelve a votar a la ultraderecha en Estados Unidos, en Francia, en Holanda… o en España.

Con estos mimbres, resulta llamativo que El monarca de las sombras haya sido tachada, y su autor de paso, como novela en la onda de cierto revisionismo histórico, como si a Javier Cercas le hubiera susurrado esta historia la musa fullera de Pío Moa. En cualquier caso, aunque esto fuera así –que no lo es—, me acojo a estas palabras recientes del poeta y traductor Antonio Rivero Taravillo en sus Vilanos por el aire: "Cuando a alguien fanatizado no le guste una obra tuya por razones ideológicas, tampoco te alegres mirándolo por encima del hombro como en un triunfo de creencias contrarias. Tan falso es su disgusto como el elogio de quienes la alaben por razones igualmente ideológicas. Lo que te debería importar es si la obra es buena o mala, alta o baja. Y en eso, el tuerto, por no decir el ciego, poco podrán orientarte".

De modo que la literatura hay que buscarla más allá o más acá de la riña de gallos ideológicos, si entendemos la ideología simplemente como tendencia política. En este sentido, podemos decir además que la novela de Javier Cercas traspasa lo meramente ideológico, porque en el fondo esta no es otra maldita novela sobe la Guerra Civil. A pesar de las apariencias, la obra va más allá de este acontecimiento histórico, ya que realmente su intención última, creemos, se centra en analizar en profundidad el proceso de creación, la necesidad y la utilidad de la literatura para contar y contarnos. Y para ello el pretexto de Manuel Mena resulta más que eficaz. El monarca de las sombras está compuesta, pues, por diversos estratos de lectura. La ideológica e histórica es quizá la primera, pero por debajo o por encima existe toda una experiencia literaria, toda una reflexión sobre la escritura y su necesidad desde el yo que escribe, que duda y que en este proceso ajusta cuentas en el espejo de las páginas en blanco con el reflejo de las imágenes y las mitologías familiares.

Para darle forma a este entramado narrativo, Javier Cercas, como ya hiciera en obras anteriores –verbigracia, Anatomía de un instante o Soldados de Salamina por apuntar un par de casos llamativos y de sobra conocidos—, se vale de los códigos compositivos de géneros limítrofes con lo estrictamente narrativo. Y como en aquellos títulos, la fórmula funciona porque se ajusta como un guante al propósito de la narración. En esta obra, el vaivén de capítulos impares, donde se habla desde el yo que novela, y pares, reservados a un rigor historicista sin contemplaciones ni concesiones a la fabulación, va componiendo la historia de Manuel Mena, pero también –y quizá más relevante— la historia de los rescoldos familiares, emocionales e insoportablemente contradictorios y conflictivos de la vida mistificada de Manuel Mena en la del escritor, que solo a través de la composición de esta novela va a dar salida a este fantasma familiar, hallando en la literatura el único modo de contar la historia y que no se la cuenten, la única manera de narrar a su vez una versión más ajustada a la realidad de esa incómoda figura familiar.

Por otra parte, el lector puede constatar todo un proceso metaliterario, la obra en marcha, la novela que se va escribiendo al mismo tiempo que se desarrolla su propio proceso de creación. Avanzar por este camino sin que la obra chirríe, sin que desbarre, sin caer en la tentación de que el escritor se ponga estupendo es uno de los mayores méritos literarios de El monarca de las sombras y, a la vez, un síntoma inequívoco del buen oficio como novelista de Javier Cercas. Todo ello, finalmente, con una prosa fluida y envolvente desarrollada por igual en diálogos vivos o en párrafos a veces infinitos. En este último aspecto, Cercas demuestra poseer un dominio más que solvente de la sintaxis, la morfosintaxis, la pragmática y de todas las ciencias lingüísticas para no crear cansancio en el lector o perderlo en el intento.

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No me atrevería a calificar a El monarca de las sombras como la novela definitiva sobre la Guerra Civil, porque no he leído tanto como para lanzar un juicio de este calibre. Lo que sí me queda claro es que, como se ha repetido en varias ocasiones, esta no es otra maldita novela sobre la Guerra Civil, porque va más allá, y que estamos ante un auténtico festín literario o metaliterario.

*Juan Carlos Sierra es profesor de Literatura. Juan Carlos Sierra

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