El 10 de diciembre de 1867 nació en Almería una mujer que estaría destinada a abrir los visillos y a mirar a lo lejos. Mujer, como tantas de su época, abocada al matrimonio y a la sumisión, no tuvo la suerte, al menos, de que esta circunstancia, como atenuante, fuese amable. Cansada de sufrir una relación conyugal dolorosa, tuvo la valentía de abandonar su casa, su ciudad y viajar a Madrid a intentar hacer aquello en lo que creía: convertirse en escritora. Con 33 años, una hija y un título de maestra que sacó estudiando a escondidas, Carmen de Burgos emprendió el viaje que la llevaría a un destino hasta entonces demasiado lejano: ella misma. No le fue fácil librarse de las turbias etiquetas, pero lo consiguió. Se convirtió en una reconocida periodista, narradora y ensayista; en valiosa activista por los derechos de las mujeres; en abanderada de la lucha contra la incultura y en Colombine. En la tertulia que celebraba en su casa, se reunían aquellos escritores nombrados como la generación del 98 y algunas jóvenes promesas del 27. No tuvo ella, sin embargo, esta nombradía, a pesar de compartir con muchos de ellos, por ejemplo, la crítica regeneracionista sobre los problemas de España. Se enfrentó a la moral de la época con sus encendidas polémicas en torno al voto femenino, a la reivindicación de la ley de divorcio, contra la pena de muerte, etc. Escribió más de un centenar de novelas cortas, que fueron prohibidas durante el franquismo; biografías, ensayos, libros de viajes e innumerables crónicas de su labor como corresponsal para El Heraldo.
Ella abrió los visillos, decía, y tal vez lo hizo para que las demás, nosotras mismas, abriésemos la ventana. Justo sería hacerlo. Por este motivo, y por el 150 aniversario de su nacimiento, hoy un grupo de poetas celebramos su existencia y le brindamos nuestra palabra como gratitud y aplauso. Vaya en memoria de Carmen de Burgos y a todos sus nombres estas palabras de mujer.
Mi agradecimiento a todas ellas, muy especialmente a Carilda Oliver, la gran dama de la poesía cubana que recientemente cumplió 95 años y ha querido participar en este pequeño homenaje con uno de sus poemas más emblemáticos; a su esposo, Raidel Hernández, por su ayuda y su amabilidad; y a Aurora Luque, que también estuvo presente.
Rosario Pérez Cabaña
Discurso de Eva
Carilda Oliver
Hoy te saludo brutalmente:
con un golpe de tos
o una patada.
¿Dónde te metes,
adónde huyes con tu caja loca
de corazones,
con el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde vives:
en la fosa en que caen todos los sueños
o en esa telaraña donde cuelgan
los huérfanos de padre?
Te extraño
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.
¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: “mi vida”
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, perece en llama.
De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
como la bruja clara donde pienso.
De verdad que no te quiero,
pero inocentemente,
como el ángel embaucado que soy.
Te quiero,
no te quiero.
Sortearemos estas palabras
y una que triunfe será la mentirosa.
Amor…
(¿qué digo? estoy equivocada,
aquí quise poner que ya te odio).
¿Por qué no vienes?
¿Cómo es posible
que me dejes pasar sin compromiso
con el fuego?
¿Cómo es posible que seas austral
y paranoico
y renuncies a mí?
Estarás leyendo los periódicos
o cruzando
por la muerte
y la vida.
Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote en una aspiración del luto.
Y yo que te deshielo,
que te insulto,
que te traigo un jacinto desplomado;
yo que te apruebo la melancolía;
yo que te convoco
a las sales del cielo,
yo que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo vas a matarme a salivazos,
héroe?
¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo vas a llamarme pajarito
y puta?
¿Cuándo vas a maldecirme?
¿Cuándo?
Mira que pasa el tiempo,
el tiempo,
el tiempo,
y ya no se me aparecen ni los duendes,
y ya no entiendo los paraguas,
y cada vez soy más sincera,
augusta…
Si te demoras,
si se te hace un nudo y no me encuentras,
vas a quedarte ciego;
si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy a llamarme nunca.
Sé que me guardas un regalo de tigre,
pero es un gran oficio presentarte los astros.
Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
Este es un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle.
Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
Por eso, cuando nos mordemos,
de noche,
tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero no importa,
bésame,
otra vez y otra vez
para encontrarme.
Ajústate a mi cintura,
vuelve;
sé mi animal,
muéveme.
Destilaré la vida que me sobra,
los niños condenados.
Dormiremos como homicidas que se salvan
atados por una flor incomparable.
Y a la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos la naturaleza
y me pareceré a tus hijos en la cama.
Vuelve, vuelve.
Atraviésame a rayos.
Hazme otra vez una llave turca.
Pondremos el tocadiscos para siempre.
Ven con tu nuca de infiel,
con tu pedrada.
Júrame que no estoy muerta.
Te prometo, amor mío, la manzana.
(1965, publicado en Desaparece el polvo, 1985)
*Carilda Oliver es una poeta fundamental de las letras hispánicas. Entre sus obras destacan Carilda OliverAl sur de mi garganta (1949), y su poesía está recogida antologías como Discurso de Eva: antología poética (Hiperión, 1996).
Carta a una mujer que escribe
Rosario Pérez Cabaña
Solo tú podrás entenderme,
tú que habitaste la casa vacía
y sentiste su ruido
crujir en los pulmones
como la granada se abre
y hace ruido.
Algo habrá que hacer,
algo que llene de tormentas
los cuadros del salón
y haga estallar el pecho
de rutas y de letras.
No es tarde en esta hora,
nunca lo ha sido, mira
el último horizonte,
allí tu carne espera
la tinta ebria, el pecho abierto en dos
como tus piernas.
Hazlo como piensas, mujer,
no te detengas,
hazlo en la mancha y escribe sin medida,
olvidada del verso.
Entrégate y rómpete cuando haga falta,
pero entrégate a los límites, hasta a ti misma.
Rastréate, huele tu deseo, cómetelo,
destila el gusto de los frutos ajenos.
Y bien alimentada, busca en los caminos,
y en los poetas jóvenes
y en los ancianos,
en los ojos malignos que te cercan,
en los muslos, en los agonizantes diccionarios.
Busca porque no hay más.
No hay nada más:
colgar el pecho al aire
y esperar que silbe. Tal vez sea eso.
*Rosario Pérez Cabaña es poeta y profesora universitaria. Próximamente aparecerá su poemario Rosario Pérez CabañaInventario. Fabulaciones, ficciones y otras verdades.
Hay una fila de mujeres detrás de mí...
Ana Pérez Cañamares
-I-
Hay una fila de mujeres detrás de mí
y miro la nuca de la mujer que me sucede.
No estamos haciendo la cola del pan.
No vamos a coger un tren hacia alguna parte.
No estamos calladas, aunque no hablemos.
No olvidamos, aunque miremos al frente.
No somos un desfile ni una procesión.
No asentimos, no negamos, no lloramos.
No ahora, cuando tenemos una edad
para ser nuestras madres por fin.
Ahora estamos celebrando que hay
una mujer delante y otra detrás.
-II-
Las poetas no somos malditas somos desgraciadas
fallidas, putas
depresivas, castas anoréxicas
suicidas, locas alcohólicas
tan fácilmente ignoradas.
Nosotras no somos malditas
que suena heroico, romántico
designa un rebelde, un elegido.
Nosotras no somos malditas
ni tampoco podemos ser benditas.
Nosotras somos la excepción de la excepción
y todas las categorías pasan de largo
o se nos quedan cortas.
(Poema inédito)
*Ana Pérez Cañamares es escritora. Este año aparecerá el libro de poemasAna Pérez Cañamares El espejo discreto, con el que ganó el premio Vicente Núñez-Diputación de Córdoba 2016.
Episodio de somniloquia con Carmen de Burgos
Itziar Mínguez Arnáiz
Carmen de Burgos se me aparece en sueños
todas las noches
y hablamos
unas veces se presenta como Colombine
otras como Gabriel Luna
o Perico el de los Palotes
nunca con su verdadero nombre
siempre me pregunta lo mismo
¿esto es lo que yo os he enseñado?
yo le digo que no
y le pido disculpas
por la reforma del aborto
por la elevada abstención en las elecciones
por permitir que las mujeres asesinadas
pierdan su nombre escondido tras una cifra
por manipular la información
por narrar las guerras
como si fueran episodios
de un serial
y un largo etcétera
le digo que hago todo lo que puedo
pues haz más
porque todo lo que puedes
no es suficiente
contesta
le digo también
que a veces
dejo constancia
y grito
y me rebelo
en mi muro de facebook
¿y eso qué es?
pregunta
eso es donde gritamos
la gente ahora
¿gritáis en un muro?
¿me estás hablando en serio?
sí
ya sé que suena raro
pero tú también lo harías
aunque tú probablemente
serías más de twitter
añado
dices que no entiendes nada
que ya te lo explicaré
con más calma
ahora tienes que irte
te vas
y yo despierto
sé que eres real
pero cómo podría hablar de esto
sin que me llamaran chiflada
o peor aún
feminazi
esta mañana he recibido
una solicitud de amistad
de una tal Colombine
luego
me has mandado un privado
al messenger
para decirme que eres tú
y te he aceptado
la que has armado en la red
amiga
has salido hasta en las noticias
y en twitter
eres trending topic
no esperaba menos de ti
tranquila
ya estoy aquí
me dices
y la vamos
a liar
*Itziar Mínguez Arnáiz es poeta, narradora y guionista de televisión. Su último libro es Itziar Mínguez ArnáizQwerty(La isla de Siltolá, 2017).
Una mujer grita
Sara Castelar Lorca
Una mujer grita, hay azúcar en sus dedos,
una mujer grita, señala la salida del bosque,
a veces no miente,
a veces tampoco llora sobre la cáscara del sueño
y su voz cruza el mundo sobre un caballo
de barro.
El corazón ha perdido su brújula y el invierno
ha nombrado la lluvia por su nombre
secreto, Teillier canta a esa niña infinita
la canción del olvido.
Una mujer grita, hay en su pecho una hoja de sauce,
un reloj que descuenta la melancolía
del abrazo, la retiene en los bordes,
en el dos, en la conjetura exacta del destino.
Una mujer grita y se duelen las lenguas olvidadas,
es tan fácil dudar de sus palabras rotas
es tan fácil hurgar en sus pedazos
trazar la dimensión de su locura,
hay que vivir en el paisaje interior de nuestras almas.
Cada línea roja devora la esperanza y una mujer grita,
se enrosca entre sus huesos,
su corazón es una ciudad incendiada,
las ruinas de un mundo que alguna vez lloró
con ella, conmigo, contigo
adentro.
(Poema inédito)
*Sara Castelar Lorca es poeta y editora. Su último libro es Sara Castelar LorcaEl corazón y los helechos (2015).
Con su disfraz de Colombine
Olalla Castro Hernández
Carmen, con su sombrerito triste.
Ramón Gómez de la Serna
Cuando baja del tren lleva consigo
su historia amarga a modo de equipaje.
Las horas que yació con un extraño
al que le unían tan sólo dos anillos
y un cadáver morado, diminuto:
el hijo muerto cuyo llanto persiste.
La sombra de los chismes de provincias
se atasca en el riel mientras avanza.
Llega a Madrid
con los pies anudados a un luto interminable
y allí la carne se hace greguería.
Dicen que murió rodeada de bocas frescas,
cantando a la República. Cantando.
Con su disfraz de Colombine, astuta,
recorrió pasadizos estriados.
Las huellas de sus pies tan pequeños
socavaron la piedra a fuerza de blancura.
Con la libertad en las teclas y en la boca,
aunque fuese a las foscas, de soslayo;
vistiendo en sus textos pantalones,
respirando mujer bajo una voz muy grave.
Ver másCarmen de Burgos: amor, sexo y vida
(De La vida en los ramajes, 2013)
*Olalla Castro Hernández es escritora. Su último libro, el ensayo Olalla Castro HernándezEntre-lugares de la Modernidad: filosofía, literatura y Terceros Espacios (Siglo XXI, 2017).
El 10 de diciembre de 1867 nació en Almería una mujer que estaría destinada a abrir los visillos y a mirar a lo lejos. Mujer, como tantas de su época, abocada al matrimonio y a la sumisión, no tuvo la suerte, al menos, de que esta circunstancia, como atenuante, fuese amable. Cansada de sufrir una relación conyugal dolorosa, tuvo la valentía de abandonar su casa, su ciudad y viajar a Madrid a intentar hacer aquello en lo que creía: convertirse en escritora. Con 33 años, una hija y un título de maestra que sacó estudiando a escondidas, Carmen de Burgos emprendió el viaje que la llevaría a un destino hasta entonces demasiado lejano: ella misma. No le fue fácil librarse de las turbias etiquetas, pero lo consiguió. Se convirtió en una reconocida periodista, narradora y ensayista; en valiosa activista por los derechos de las mujeres; en abanderada de la lucha contra la incultura y en Colombine. En la tertulia que celebraba en su casa, se reunían aquellos escritores nombrados como la generación del 98 y algunas jóvenes promesas del 27. No tuvo ella, sin embargo, esta nombradía, a pesar de compartir con muchos de ellos, por ejemplo, la crítica regeneracionista sobre los problemas de España. Se enfrentó a la moral de la época con sus encendidas polémicas en torno al voto femenino, a la reivindicación de la ley de divorcio, contra la pena de muerte, etc. Escribió más de un centenar de novelas cortas, que fueron prohibidas durante el franquismo; biografías, ensayos, libros de viajes e innumerables crónicas de su labor como corresponsal para El Heraldo.