Del Protocolo de la Vergüenza a la dana: la gestión que acorrala al PP Marta Jaenes

“Repetirse o morir”, el modelo androcéntrico es así de simple, nada de renovarse ni de transformar algo, sólo cambiar alguno de los complementos y meter nuevos colores para disimular y hacer que se modifique la apariencia sin cambiar la esencia de su posición.
Y ahora lo que se lleva es el faschismo, una combinación del fascismo y el machismo. Con el fascismo definen el contexto de su política y modelo de sociedad, la jerarquía clasista y excluyente sobre el territorio y la identidad que debe prevalecer, y la referencia de lo propio como exclusivo. Y con el machismo sitúan la identidad y esas jerarquías sobre los hombres y lo masculino para recuperar la idea de “mujer objeto” sometida a los dictados y necesidades de los hombres, de manera que se dediquen a satisfacer sus objetivos, sean estos en la esfera privada, como mujeres, esposas y amas de casa, o en la pública en cualquier posición profesional o política. El resultado es que deben estar al “servicio de los hombres”.
La última iniciativa del faschismo, es decir, de la unión exhibicionista de los planteamientos fascistas y machistas para reivindicar los valores, ideas y creencias del modelo cultural androcéntrico, la tenemos en la nueva medida que ha adoptado Viktor Orbán para reformar la Constitución de Hungría y situar a los hombres por delante de las mujeres, y de paso poder prohibir las marchas del Orgullo LGTBI.
Orbán ha sido el primero en dar ese paso para hacer de la Constitución húngara una continuidad de sus ideas, no de lo que representa la pluralidad y diversidad de la sociedad del país. Pero ahora el resto de las posiciones faschistas lo seguirán más o menos de cerca, pues como en todo modelo jerarquizado de poder también hay luchas y competitividad por ser el primero y el más reconocido, y con la llegada de Trump y su “segunda parte” (ya se sabe que segundas partes nunca fueron buenas), el listón para poder tener algo de protagonismo ha subido mucho. Viktor Orbán lo ha conseguido con su iniciativa, lo cual no solo es terrible por sus efectos inmediatos, sino que también lo es porque abre un escenario inquietante ante las medidas que pueda tomar el faschismo en otros lugares.
Si la UE acepta como socio a un país capaz de atentar contra los valores democráticos y europeos y contra los Derechos Humanos, la UE desaparecerá como tal y volverá a ser un Mercado Común Europeo
El objetivo de estas iniciativas es avanzar en el frente de su “guerra cultural”, y reforzar el modelo androcéntrico como principio de realidad, de manera que todo lo que no encaje en él no solo sea motivo de rechazo y ataque, sino que sencillamente no existe y obedece a lo que denominan “ideología de género”, una especie de invento del feminismo y la izquierda para poder alcanzar un “poder ilegítimo”, dado que en condiciones “normales” sería imposible que lo lograran.
Y mientras que la derecha y ultraderecha son muy conscientes de esta situación y estrategia y alimentan los frentes de batalla a diario, la izquierda está en otro escenario gestionando la “realpolitik” en la parte correspondiente a la “política”, mientras, como hemos comentado, el sector faschista actúa y cambia la parte referente a la “realidad” para que las políticas progresistas no tengan cabida. No se trata de cuestionar los resultados de las políticas de izquierdas cuando estos son positivos –de hecho, la sociedad los valora positivamente– sino de trasladar el mensaje de que esas “cuestiones técnicas” las puede hacer cualquiera, mientras que la “realidad” solo puede ser mantenida y gestionada por las posiciones conservadoras del faschismo.
Lo vemos en las encuestas, y mientras que la economía española y el bienestar de nuestro país son reconocidos internacionalmente, PP y Vox, sobre todo este último, suben en intención de voto sin necesidad de proponer ninguna medida política. Les basta con criticar todo lo que no encaje en el faschismo y reivindicar los valores androcéntricos.
Por eso sorprende el nivel de ausencia de la izquierda en todo lo relacionado con lo cultural, y el grado de connivencia con iniciativas como las de Hungría. Si la UE acepta como socio a un país capaz de atentar contra los valores democráticos y europeos y contra los Derechos Humanos, la UE desaparecerá como tal y volverá a ser un Mercado Común Europeo. Un socio de ese tipo no puede pertenecer a la UE, de manera que se valora su expulsión o se crea una especie de “reserva” para que esté sentado en el banquillo de los suplentes sin participar en las decisiones de la Unión hasta mientras no recupere las condiciones para jugar en democracia.
Y una pregunta final, ¿con qué resultados cree el Gobierno que obtendrá un reconocimiento en votos capaz de hacerle ganar unas elecciones, con el “paro a cero”, con “vivienda para todo el mundo”, con un “salario mínimo de 2000 €…”? Ni siquiera esas circunstancias cambiarían lo que el faschismo y su refundación machista ha logrado imponer como modelo cultural e identitario. De manera que o entra en esa recuperación de los valores, ideas y referencias que deben definir la cultura y lo público, o no conseguirá que la gente salga del cortocircuito ideológico que ha creado el faschismo con su agente 007, Elon Musk, a la cabeza.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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