Carmen Conde, una mujer que fue pionera en tantas cosas, merecía que volviéramos a tener al alcance de la mano su obra poética. Fran Garcerá ha preparado una selección de sus poemas para la editorial Renacimiento. Casi al mismo tiempo, ha aparecido la traducción al castellano del libro que ganó el Premio Nacional de Poesía en 2020, Felizidad, publicado originalmente en gallego por la lucense Olga Novo. Y Ángel Guinda continúa su camino callado de clásico en su tierra. Acaba de sacar, también en la editorial maña Olifante, un libro que son dos: Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones. También desde la periferia llega la obra poética y teatral del gallego Pablo Fidalgo, que vive en Lisboa, desde donde difunde su activismo cultural.
En pie la llama
Carmen Conde
Renacimiento
Sevilla
2020
"Antes que la tierra empezara a ofrecerme tumbas, ya sabía yo a qué sabe la tierra". Carmen Conde (1907-1996) fue una pionera. La primera mujer miembro de la Real Academia de la Lengua Española (1978). En 1967 había recibido el Premio Nacional de Poesía por su Obra poética (1926-1966). De modo que abrió caminos hasta entonces vedados a las mujeres. Pero, quizá por eso mismo, su nombre pesa como un símbolo mientras que su obra lleva muchos años durmiendo el sueño de los justos. Para romper este olvido, Fran Garcerá ha preparado una antología que intenta devolvernos a la poeta por encima de los premios y los ditirambos. Desde el prólogo, el editor nos recuerda que Conde fundó con su marido Antonio Oliver la primera universidad popular en Cartagena al tiempo que emprendía una ambiciosa aventura epistolar. En su fundación se conservan 36.000 cartas. Con ambas vías tejió redes de afecto, amistad y colaboración con escritores, intelectuales y gente de la cultura en general. En 1947 publicó Mujer sin Edén, un libro que el prologuista asocia con Sombra del paraíso de Aleixandre e Hijos de la ira de Dámaso Alonso, que aparecieron solo tres años antes. Un libro que se convirtió en referente para la poesía femenina española posterior a los años cuarenta. Leyéndola ahora, desde la cómoda distancia de los años, parece que ese libro de Conde resulta artificioso porque se inclina más hacia el lado social que hacia el surrealista. En cambio, en libros anteriores y en algún poema posterior exhibe imágenes audaces, una fuerza flamígera y una frescura reconocible, unidas casi siempre al alejandrino: "Estoy encendida, sí; encendida de mediodía exacto, de tarde cumplida. Y mi fe en la luz es mi única lumbre. // Aprended todos de mí a llevar muy en pie la llama". A lo largo del libro hay momentos deliciosos, como la segunda estrofa de "Naufragio de la razón pensativa": "que te nombro dormida, que te llamo sin sueño, / que te árbol sin pájaros, que te arroyo sin hojas, / que te nardos sin vino, ¡Qué locura y qué espanto / de mis noches sin Noche, / de mis días sin Día!".
Felizidad
Olga Novo
Olifante
Zaragoza
2020
"Ahora soy cóncava o convexa según me mires tú / o me mire yo: / hay cosas que solo se comprenden / llevando una vida dentro". En Felizidad confluyen dos acontecimientos supremos de la vida de Olga Novo (Vilarmao, Lugo, 1975): quedó a la vez embarazada de su hija Lúa y conoció el diagnóstico funesto de la enfermedad de su padre. A partir de ahí empezaron a contarse los siete años en que se fue escribiendo el poemario, cuyo título es un calambur intraducible en castellano porque abraza en gallego las palabras feliz y edad. Desde este punto de partida, los poemas manan con energía versicular, en la tradición de Walt Whitman, coloquiales y atentos a la vida palpitante, repitiendo a veces versos como si fueran ecos o estribillos sonámbulos. No le hablan a la multitud, sino, en distintos momentos, a su hija, su padre y su pareja, pero les hablan con todo el cosmos puesto en pie, incluidas las intertextualidades. A menudo parten de una anécdota que se mezcla con una visión calidoscópica y totalizadora: "Tú no lo sabes, / pero hay un árbol que ya no existe / cuya sombra te protege. / Igual que la razón matemática / por la que un límite tiende al infinito". Novo regresa a menudo a su infancia rural para canalizar la energía que comunica el pasado con el presente. Por ejemplo en el poema "La cosecha de patatas", uno de los más recomendables, empieza contándole a su padre: "Si supieras que al cosechar las patatas yo oía a Rachmaninov / en los entrepaños de aquella mañana fresca / que nunca volverá". Y acaba diciéndole: "la mañana llegando a un instante en que se condensan todos / y así puedo vivirte de manera simultánea / sin temor a perderte en la materia…". Otro de los destacables, "Sueño", un poema de amor de atmósfera onírica, abre con estas palabras: "A veces sueño que me acaricias / y el lagarto de las vértebras sorprendido colea sobre la hierba". Olga Novo ganó el Premio Nacional de poesía 2020 por Feliz Idade. Es su primer libro traducido al castellano. Y, aunque sea extenso, echamos de menos poder cotejar la traducción de Xoan Abeleira con el original.
Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones
Ángel Guinda
Olifante
Zaragoza
2020
"¡Escribe como una sacudida! / (…) / ¡Aunque sea sobre agua escribe fuego!".
Rotundo siempre Ángel Guinda (Zaragoza, 1948). Martillea cada verso con la contundencia de quien quiere grabarlo para la eternidad, igual que hizo Quevedo con su amor más allá de la muerte, que influye en los versos citados. Guinda añade signos de exclamación para insuflar aún más énfasis. Sin rebajar ni un ápice esa intensidad característica, ha unido dos títulos en el mismo volumen: Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones. En ambos el gran tema, casi obsesivo, es el tiempo que corre desbocado. En la hora de hacer balance, Guinda prefiere centrarse en el lado positivo: "Liaba el cigarrillo / como enrollando su vida en una alfombra /(…) / Perdido el horizonte, / perdidas ya las pérdidas, / cuanto aún le quedaba eran ganancias". Versos muchas veces cargados de otras lecturas, en este caso de Gamoneda ("Arden las pérdidas"), aunque Guinda sea mucho más enérgico, menos contemplativo que el poeta ovetense. Ángel Guinda es uno de esos escritores que deberían figurar entre los referentes de la poesía española actual, como aseguran los autores de las citas que ha recopilado Trinidad Ruiz Marcellán. Y seguro que hubiera estado ahí, si el azar, las circunstancias o su lugar de residencia hubieran sido otros. "Como la honradez, va de frente. / No necesita disfraz ni guardaespaldas", remacha Guinda. Tampoco es que sea este un libro redondo, como lo fue por ejemplo Catedral de la noche (2015). Hay altibajos. Sin embargo contiene poemas dignos de antología, como "Exilio" o como "Las casas". También poemas que se quedan resonando después de leerlos, como "Los viajes". Y luego hay pasajes candorosos, como este con perfume a Pessoa: "El amor es invención. / Se inventa siempre lo amado y lo amado nos inventa. / Solo el dolor, en amor, / no es invención". Y por supuesto está esa insistencia, ese martilleo marcándose a fuego donde sea, incluso en el agua: "¡Si pudiéramos recomponer los escombros! / Pero lo aniquilado no se reconstruye. / Somos parte de la destrucción, / ruina nosotros mismos".
Anarquismos y Daniel Faria
Pablo Fidalgo Lareo
Papeles Mínimos
Madrid
2019
Ver másViendo venir la noche
"Hablábamos de un momento de la noche / donde se es libre. / Donde el cansancio te permite decirlo todo. / Yo persigo aún ese momento. / Tiene que estar por aquí". Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) es un artista polifacético que publica libros de poesía, escribe y representa teatro y comisaria ciclos artísticos. Ha viajado mucho, vive y trabaja en Lisboa. Pero, si hay una faceta que aglutine todos esos perfiles, probablemente sea el teatro en todas sus absorbencias. Con los textos de dos de sus performances ha publicado un libro bicolor en la editorial Papeles Mínimos. El texto Anarquismos aparece en blanco. El titulado Daniel Faria, en gris. Una performance es un espectáculo donde se busca el contacto directo con el público. Y, dependiendo de cómo reaccione, hay que improvisar una respuesta para mantener viva la comunicación, que se produce más en el plano emocional que en el racional. Los textos de Fidalgo se antojan más puntos de partida que de llegada. Se proponen provocar una reacción. Así, Anarquismos, concebido como un poema épico, no narra una epopeya, sino que gira sobre la revolución y sus evocaciones. Sobrevuela el transcurrir automático de los versos una serie de nostalgias comunes a todas las revoluciones y más especialmente al sueño de las revoluciones, que pertenecen todas a una misma euforia de la supervivencia, como explica Fidalgo. "Sueño una generación que no da nada por perdido", asegura, enmendándole la plana a Ginsberg. El resultado es neblinoso como un río que arrastra demasiadas cosas y transcurre por en medio de una casa. Sugerente también, por supuesto. Un poco beat, un poco mayo del 68, un poco panfletario, lo que quizá sea más conveniente para el teatro que para la poesía: "el mundo se divide en aquellos que recuerdan sus sueños y aquellos que no". La segunda performance, concebida como un diálogo con un monje portugués que murió joven, es más intimista y reflexiva. Lo mejor, lo más intenso, el epílogo: "Describo una coreografía, escribo con el cuerpo. / ¿Puede entender cómo me muevo / cuando no tengo palabras?".
_________
Arturo Tendero es periodista y poeta. Su último libro es El otro ser (La Isla de Siltolá, 2018). Estas reseñas y otras más de poesía pueden encontrarse en su blog El mundanal ruido.
Carmen Conde, una mujer que fue pionera en tantas cosas, merecía que volviéramos a tener al alcance de la mano su obra poética. Fran Garcerá ha preparado una selección de sus poemas para la editorial Renacimiento. Casi al mismo tiempo, ha aparecido la traducción al castellano del libro que ganó el Premio Nacional de Poesía en 2020, Felizidad, publicado originalmente en gallego por la lucense Olga Novo. Y Ángel Guinda continúa su camino callado de clásico en su tierra. Acaba de sacar, también en la editorial maña Olifante, un libro que son dos: Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones. También desde la periferia llega la obra poética y teatral del gallego Pablo Fidalgo, que vive en Lisboa, desde donde difunde su activismo cultural.