Los puntos de fuga de veinte 'Perspectivas', de Laurent Binet
Perspectivas
Laurent Binet
Seix Barral (2024)
"La perspectiva es… lo único esencial y lo más eterno. Nos ha dado profundidad. Y la profundidad nos ha dado las puertas del infinito… en la tierra". Arte y trascendencia. Palabras de Miguel Ángel Buonarrotti, pintor de la Capilla Sixtina, escultor del David, la Piedad y el Moisés, arquitecto de San Pedro de Roma. Sin duda, el personaje más relevante de cuantos muestran su singular visión mediante ciento setenta y seis cartas entre enero de 1557 y agosto de 1558.
Laurent Binet recurre a una palabra cajón de sastre para multiplicar interpretaciones. La polisemia de Perspectivas: tridimensión, panorámica, apariencia, sentido personal, la realidad y su contrario, el futuro incluso. La muerte de un artista, Jacopo Pontormo, asesinato o suicidio en el encabalgamiento de 1556 y 1557. Origen de una correspondencia incesante y agitada entre coetáneos tan reales como este pintor de carácter "difícil… atrabiliario… y personalidad extravagante". Binet diseña una novela multigénero: histórica, policíaca, epistolar. Abreva en El cielo robado, de Andrea Camilleri (sobre otro pintor, Renoir), las Cartas persas, de Montesquieu, y Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos.
Un cincel clavado en el corazón, un martillazo en la cabeza, un cuadro provocativo y resentido. Historiador y artista, escritor de Vidas, Giorgio Vasari investigará las causas del fin de Pontormo en la iglesia florentina de San Lorenzo, un solar desde el siglo XVIII. Ni siquiera polizón en el arca de Noé, cayó frente al Diluvio. Un fragmento de la obra en la que llevaba embarcado once años: una capilla sixtina para la Toscana, que "producía genios y luego los expulsaba, o no sabía cómo retenerlos". Encargo de su benefactor, Cosme I de Médicis, duque de Florencia. Rivalizaría con la miguelangelesca de Roma.
Salvo en la eclosión de los ismos a finales del XIX y principios del XX, jamás han coincidido tantos artistas como en el contexto de Perspectivas. Contemporáneos inmortales de Pontormo: Da Vinci, Miguel Ángel y Rafael. "La perfección… Los tres habéis elevado a los genios de siglos pasados al rango de precursores de vuestro reinado… Vuestra Santa Trinidad". Lo expresa Bronzino, pintor que ultimará los frescos de su padre adoptivo. Discípulo y maestro, almas encastradas. "Debo llegar a ser él… habitar en Jacopo… siendo totalmente Bronzino".
Muchos aspirantes para no tantos mecenas. El artista fallecido, de quien todos hablan, retuerce el estilo, alumbra el manierismo. Un movimiento de apenas cincuenta años. Suficientes para cerrar ya tres siglos de "orden y simetría" renacentista, desde el primigenio Cimabue. "Hemos empezado a estirar los cuerpos, a hacerlos flotar en el espacio, a alargar los escorzos, a crear paisajes ensoñados y a deformar lo real". La distorsión caprichosa con luces ilusorias y ambientes mentales. Como los colores: naranjas excéntricos, azules pálidos de invierno, blancos clara batida, verdes cotorra argentina. Las posturas, imposibles para contorsionistas anudados. Y los sfumatos, perfiles sin confines para lograr profundidad. "El estilo y el espíritu son una sola y misma cosa". Perspectivas, al cabo. Pontormo no encuadra ventanas, como Piero della Francesca en su díptico El duque de Urbino. Le basta con sus manos dialogantes en La Visitación (le perpetuó), el Descendimiento y su Autorretrato interpelante. Insinúan el barroco y recrean el punto de fuga. Cuadros en movimiento posteriores. El lavatorio, de Tintoretto, y el Cristo crucificado, de Goya. Persiguen a la mirada.
Permanecer. Miguel Ángel, en una carta imaginaria: "No solo quisimos rivalizar con Dios, sino modificar su obra, rediseñando el mundo a nuestra conveniencia… El artista es un profeta". El éxtasis. Tocaron el cielo, se toparon con la iglesia y el concilio de Trento. La contrarreforma y Pablo IV, un papa llegado de la Inquisición, del miedo, más a lo humano que a lo divino. La respuesta a las tesis de Lutero y su expansión en Europa. Embridar la creatividad. La agonía. "Son tiempos crueles… para los defensores del arte y la belleza". A Miguel Ángel le duele su Juicio Universal en el Vaticano. Lo comparan "con un burdel instalado en la mayor capilla de la Cristiandad". Más taberna que lugar pío. Demasiada piel para ojos con ansia, abundante carne para mentes tortuosas. La minuciosa expresión de sus clandestinos estudios anatómicos con cadáveres, ante el tribunal de una fe de caverna y ordalía. "El papa Pablo IV ha decidido la pura y dura destrucción de mi obra, encargando a mi buen amigo Daniele de Volterra la vestidura de mis desnudos". Velar con paños de pureza "esos cuerpos amontonados". Il Braghetone (El Pintacalzones) falleció antes de culminar el recado.
Domini canis, perros del Señor o de Dios. Juego de palabras con dominicos, orden que aportó muchos frailes al rigor inquisitorial. En Perspectivas pululan secuaces de uno de ellos, Savonarola, exponente de la mano dura con quienes se salían de la vereda ultra. Desbordó la ortodoxia hasta la herejía. Murió ahorcado, luego arrojado a la hoguera y después al río Arno. Adeptas, dos monjas dominicas amigas entre sí, pero antagónicas. La estricta Catalina de Ricci, látigo de la sodomía. "La pintura… ha sabido seducir como una prostituta a un gran número de hijos de la Iglesia". Atrapada por el hechizo artístico, Plautilla Nelli, la primera pintora renacentista autodidacta que, por su clausura, "retrataba mejor a las mujeres que a los hombres". De su tiempo, Sofonisba Anguissola, precursora del éxito femenino con los pinceles, trabajó en la corte de Felipe II.
Aunque este rey rozó la excomunión por Pablo IV, lo español se asocia a lo rancio, "la castidad y el decoro". La contradicción: el papa "es un inquisidor que, en el fondo, tiene mucho más en común con los españoles que con esos franceses impíos". Acapara la malquerencia la esposa del duque de Florencia, Leonor de Toledo, "altiva y lúgubre como todos los de su raza" -escribe Cellini-.
Binet ha bosquejado un fresco con texturas de ayer superpuestas a planos de ahora. Duda y pregunta. El Diluvio, de Pontormo, y El Juicio Universal, de Miguel Ángel, que acogen "todo el drama y el destino de la humanidad", obras del XVI, ¿serían posibles en un templo de hoy? Alerta sobre pretendidas cancelaciones de arte. Lo llaman woke cuando sus labios pronuncian censura. Courbet y El origen del mundo, Balthus y Thérèse soñando, Picasso y su relación con las mujeres... Y literarias, con volterras de la corrección de Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, o Muerte en el Nilo, de Agatha Christie. Y la persecución religiosa inquisitorial y satánica contra Rushdie.
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Muestras de que "el tiempo siempre vuelve", el lema de los Médicis. Perspectivas errantes y erradas, reimplantar el pasado en una palabra que lleva futuro en su vientre. Quedarán resquicios para la fuga.
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* Prudencio Medel es periodista.