Cultura
Pilar Urbano: "La justicia no puede permitir que se construya una operación para salvar a la infanta"
"Yo siempre pensé, e incluso se lo dije a [el fiscal Pedro] Horrach, que la infanta, para mí, no solo estaba en el ajo de la trama y sus enjuagues, sino que era la eminencia gris". Son palabras de José Castro, juez instructor del caso Nóos, a la periodista Pilar Urbano. Y palabras, desde luego, no escatima. En La pieza 25. Operación salvar a la infanta, la autora de libros como La gran desmemoria entrevista largamente al magistrado, por el que no oculta su admiración. El objetivo: trazar una crónica de las maniobras de Estado que salvaron a Cristina de Borbón y Grecia de pisar la cárcel. El resultado es un volumen de casi 600 páginas al que Urbano ha querido dar un aire de thriller legal. No le faltan elementos.
Desde la primera aparición documental del Instituto Nóos en el caso Palma Arena, en una carpetilla perdida, a las oscuras reuniones en Zarzuela, todo parece casi ficción. ¿De verdad tienen razón los amantes de las conspiraciones? Tanto la periodista como el juez sostienen que sí. "Se decide que la infanta no puede sentarse como imputada, no puede pasar al juicio oral como acusada y no puede ser condenada. Entonces el fiscal se transmuta en la defensa", sostiene la autora. Y, si las órdenes venían de arriba, como sostienen ambos, Urbano ve al rey, al presidente del Gobierno y al Ministerio de Justicia en lo alto de la escalera. Con humor, y casi sin voz, la periodista bromea: "Y si me meten en la cárcel, pues así tengo tiempo para escribir. Estaremos todos excepto algún emérito".
Pregunta. ¿Pone en solfa este caso la misma idea de independencia de la justicia?
Respuesta. La justicia no puede hacer sentencias salomónicas, y aquí las ha dado. La justicia no puede permitir que un fiscal, que es el acusador, se convierta en el defensor de la infanta. La justicia no puede permitir que se construya y se lleve a cabo una operación para salvar a la infanta en la que entra la Fiscalía como guionista de los abogados defensores. Horrach ha abandonado la carrera voluntariamente, pero tendrían que haberle obligado porque ha estado poniendo palos en las ruedas e impidiendo que un juez practique diligencias, como era interrogar a la infanta. Esto es de locos. Y esa operación afecta a la Zarzuela, que llega a decirle al juez que acabe con ese martirio. Es una injerencia intolerable.
P. Describe al fiscal Pedro Horrach como “un mastín”... hasta que se convierte en un “funcionario obediente”. ¿Qué o quién hace que se produzca este cambio?
R. Según él, por convicción [de la inocencia de la infanta]. Pero no hay elementos para esa convicción. Lo más lógico, lo más demostrable, es que él, estatutariamente, puede recibir una indicación de arriba, de la Fiscalía, de sus jefes. Y tiene la obligación de obedecer. Pero claro, se lo tomó tan a pecho que llega a ser el alfil de la infanta. Llega a hacer lo que no se ha hecho nunca en la historia de la justicia: que un fiscal se oponga a que un juez quiera practicar una diligencia. Es más, el fiscal tiene una conversación con Castro, que aquí se narra —y que el fiscal grabó pero no puede exhibir, porque es casi una invitación a prevaricar—, en la que Horrach dice: “Mira, nosotros no recurrimos a cambio de que tú sobreseas a la infanta”. ¿Cómo “a cambio de que”? El fiscal también le dice: “Te propongo que la infanta comparezca voluntariamente”. Y el juez: “No, no. Comparece porque yo la llamo, y como imputada”. Hubo una estratagema del fiscal que no fue nada clara.
La periodista Pilar Urbano y el juez José Castro durante una entrevista.
P. Cuenta cómo Horrach desarrolla una estrategia para salvar a la infanta, que publica Interviú. ¿De dónde sale ese plan?publica Interviú
R. Él dice que esas son sus reflexiones, y las entrega al fiscal jefe de Anticorrupción, Antonio Salinas. Pero todo apunta a que, por lo que se ha instruido, él no puede deducir que la infanta esté al margen. ¿Él está pensando que es tonta, que la han tenido amordazada, que ha firmado a ciegas? Justamente, en el interrogatorio demuestra un dominio de la situación y un saber zafarse de 1.060 preguntas enconadas, de callejón estrecho. Demuestra ser muy inteligente. Y en toda la estructura de Aizoon figura donde no tenía que figurar, y toma decisiones. No era un muñeco, no era un florero. Están los e-mails, las facturas, los gastos, el dinero recibido. Tú no puedes llegar [al juicio] y decir: “Uy, eso lo estoy viendo ahora por primera vez”. Sin ella, su marido no habría podido llamar a ciertas puertas y obtener doblones, tener acceso a tantos consejos de administración. ¿Usted no se enteraba de que su marido traía los sacos llenos de dinero, y que vivían a un ritmo que asombraba al mismo príncipe Felipe?
P. ¿En qué momento se produce el cambio de actitud de la Fiscalía?
R. En el momento en que el juez, en una comida en el bar Plaza junto a María Ángeles Berrocal, que era la abogada del Gobierno de Baleares, les anuncia que tiene el borrador del auto de imputación de la infanta. Entonces el fiscal dice que no va a acusar, aunque es su principal papel, y que tiene que ir a consultarlo a Madrid. Cuando vuelve, ya dice: “Me tengo que oponer”.
P. Habla de una conversación en la que participan el rey emérito, Mariano Rajoy, Alberto Ruiz Gallardón como ministro de Justicia, el fiscal del Estado y el jefe de la Casa del Rey. ¿Es esa la última pieza del plan?
R. En realidad, es una de las primeras. Entonces se dice, no ya que no se puede llegar a la infanta, sino que no se puede llegar a Urdangarin. Lo que pasa es que Urdangarin sale rebelde: “No he hecho nada, no devuelvo el dinero, no acepto el abogado que me ha buscado el rey…”. Es entonces cuando el rey emérito advierte: “Si actuáis por vuestra cuenta, os quedáis solos”.
P. ¿Cuál considera que es la última pieza del plan?
R. Que recurren y consiguen que, de 20 delitos que se le imputan a la infanta como cooperadora necesaria e indispensable, queden 2 delitos fiscales. Ahí ya se ha conseguido influir. La justicia, desde luego, no queda bien parada. Aunque el juez sí, y algunos abogados defensores.
Los grandes poderes se han defendido atacando con toda su fuerza y todos sus medios, utilizando incluso al CNI, policías y parapolicías, con escuchas telefónicas… Y tendiéndole una trampa al juez. Hay un momento en que [el abogado de la infanta, Miquel] Roca propone a Castro encontrarse con él, pero en un lugar discreto, al abrigo de las miradas de la prensa. El juez Castro dice que recibe al señor Roca cuando quiera, pero en su despacho. Y deja pasar el tema. Pero, cuando sabe, año y medio después, que justamente a Roca Manos Limpias le estaba pidiendo dinero, pensó que se trataba de una estrategia para ponerle en una posición comprometida y pedir la recusación. Eso lo elevó al juez [dela Audiencia Nacional Santiago] Pedraz, que no hizo ni caso.
P. Usted alaba la postura de Felipe VI durante el caso. ¿Por qué?
R. Es el que ha dicho: “A la infanta, que se la trate como cualquier justiciable”. El fiscal general le dice: “No podemos, porque nos hemos comprometido con el rey”, refiriéndose al emérito. Y Felipe VI contesta: “El rey soy yo”. Le quitó el ducado y la apartó de la foto, de la agenda real… y del museo de cera. Le quitó lo que podía quitarle, porque lo que no puede es imponerse a la justicia. Le aconseja que renuncie a sus derechos sucesorios y le da a entender claramente que no debe estar en España, y tampoco tan cerca, en Portugal. Le impone una lejanía... Ha sido exquisito. Y no puedo decir lo mismo de su padre.
P. ¿La acción de Felipe VI limpia la actuación previa de la Casa del Rey?
R. La Corona tiene una abolladura, porque el caso Nóos ocurrió por ser la hija del rey, por ser el yerno del rey, y con la ayuda del rey. ¿Por qué, de pronto, Iñaki Urdangarin cuelga la camiseta y le vienen 100 o 125 empresas a que las asesore? ¿Qué entiende él de Volvo, de Toyota, del BBVA, de Cepsa, de Repsol, de inmobiliarias…? Es muy fuerte. “Por ser vos quien sois”. Tardíamente, el rey le llama la atención y le envía a un emisario, al conde de Fontao. Pero le advierten de que no vaya en nombre del rey; él decía: “Vengo en nombre de la Casa”. ¿Qué es “la Casa? ¿Unas paredes que hablan? ¿Unos ladrillos?
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P. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de este libro para el juez Castro?
R. Él ya ha cumplido sus años para el retiro, y está cerrando las piezas del Palma Arena. Ya se va a dedicar a la abogacía y a la docencia. Él siempre dice que lo ha hecho honestamente, sin más coyundas que la ley y su conciencia. Y que a él, en realidad, le hubiera gustado ser camionero.