Si nosotros callamos, ¿quién hablará?

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Diario Pravda, 2 de febrero de 1945.

"Para ofrecer una imagen completa de las atrocidades alemanas, verdaderamente sin precedentes, que tuvieron lugar en Auschwitz, serán necesarias semanas de trabajo de comisiones especiales, hace falta un estudio largo y meticuloso. Lo escrito aquí son solo trazos de ese cuadro futuro, que saltan a la vista en el primer contacto con el lugar de los descomunales crímenes de los verdugos hitlerianos".

 

El título de la crónica de Boris Polevoi sintetizaba el horror: "Fábrica de la muerte de Auschwitz". Este corresponsal de guerra del Ejército Rojo admitía que las monstruosidades allí perpetradas no eran del todo desconocidas, pero "solo ahora, cuando las tropas del primer Frente Ucraniano liberaron el territorio de Auschwitz [el 27 de enero de 1945], se puede ver con los propios ojos este escalofriante campo de concentración al completo, cuyo terreno de decenas de kilómetros cuadrados se regó con sangre humana y, literalmente, fue abonado con cenizas humanas".

Desde entonces, los historiadores se han aplicado a la tarea, y obviamente no durante semanas, sino durante años. Y los novelistas también han sido fundamentales en esta labor de divulgación, si bien en algunos casos los guardianes de la memoria se han visto obligados a intervenir: "El niño con el pijama de rayas debería ser evitada por todos aquellos que estudian o enseñan la historia objetiva del Holocausto", aconsejó recientemente el Memorial de Auschwitz. Curiosamente, lo hizo después de que el autor, John Boyne, criticara la avalancha de novelas recientes ambientadas en el campo de concentración.

Se ha escrito mucho sobre Auschwitz, y mucho más se ha escrito sobre lo mucho que se ha escrito sobre Auschwitz. Una somera búsqueda en Google nos ayuda a calibrar la magnitud de la producción bibliográfica, y a recuperar muchas sugerencias de lectura: los 10 mejores libros sobre Auschwitz, las lecturas para entenderlo, los libros imprescindibles, 10 novelas… Si pinchan en esos enlaces, encontrarán material documentado y podrán programar lecturas para los próximos años.

Sin embargo, en este aniversario, una tiene la tentación de callarse y, simplemente, recuperar el testimonio, necesariamente parcial y reducido, de quienes, habiendo sobrevivido, encontraron fuerzas para escribirlo. El talento literario que pasó por esa fábrica de la muerte apabulla: Jean Améry compartió barracón con Primo Levi, y allí fueron encerrados Imre Kertész, Ellie Wiesel, Viktor Frankl, Tadeusz Borowski, Charlotte Delbo… Así que les propongo, simplemente, leer como quien escucha lo que no puede ser sino una colección azarosa de botones: la muestra completa está en librerías y bibliotecas.

Explicar lo inexplicable 

"Fueron las incomodidades, los golpes, el frío, la sed, lo que nos mantuvo a flote sobre una desesperación sin fondo, duran­te el viaje y después. No el deseo de vivir, ni una resignación consciente: porque son pocos los hombres capaces de ello y nosotros no éramos sino una muestra de la humanidad más común. Habían cerrado las puertas en seguida pero el tren no se puso en marcha hasta por la tarde. Nos habíamos enterado con alivio de nuestro destino. Auschwitz: un nombre carente de cualquier significado entonces para nosotros pero que tenía que corresponder a un lugar de este mundo".

 

Primo Levi, Si esto es un hombre Si esto es un hombre (Trilogía de Auschwitz).

"De cinco en cinco enfilan la calle de la llegada. Es la calle de la partida, ellos no lo saben. Es la calle que solo se enfila una vez.Caminan en orden, que no puedan reprocharles nada.Llegan a un edificio y suspiran. Por fin han llegado.Y cuando a las mujeres les gritan que se desvistan ellas desvisten primero a los niños con cuidado de no despertarlos del todo. Después de varios días y varias noches de viaje están nerviosos y gruñonesy empiezan a desvestirse delante de los niños qué le vamos a hacery cuando les dan una toalla a cada una se preocupan estará caliente la ducha porque los niños podrían coger fríoy cuando los hombres entran en las duchas por otra puerta desnudos también ellas esconden a los niños contra ellas.Y quizá en ese momento todos comprendan".

 

Charlotte Delbo, Ninguno de nosotros volverá.

"La barraca donde nos hicieron entrar era muy larga. En el techo, algunos tragaluces azulados. La antecámara del infierno debe de tener ese aspecto. Tantos hombres enloquecidos, tantos gritos, tanta brutal bestialidad. (…) De pronto el silencio se hizo más profundo. Había entrado un oficial SS y con él el olor del Ángel de la Muerte. Teníamos la mirada fija en sus labios carnosos. Nos arengó en medio de la barraca:―Se encuentran en un campo de concentración. En Auschwitz…Una pausa. Observaba el efecto que habían producido sus palabras. Su rostro ha quedado grabado en mi memoria hasta hoy. Un hombre alto, de unos treinta años, con el crimen inscrito en la frente y las pupilas. Nos observaba como a una banda de perros leprosos aferrándose a la vida.―Recuerden ―prosiguió―, recuerden siempre, grábenselo en la memoria. Ustedes están en Auschwitz. Y Auschwitz no es una casa de convalecencia. Es un campo de concentración. Aquí ustedes deben trabajar. Si no, irán directamente a la chimenea. Al crematorio. Trabajar o el crematorio, la elección está en sus manos."

 

Elie Wiesel, La noche.La noche.

* En 2006, Wiesel volvió a Auschwitz acompañando a Oprah Winfrey.

"Nunca lo hubiese creído y, sin embargo, es una verdad como un templo: en ninguna otra circunstancia importa tanto llevar una vida ordenada, ejemplar y hasta virtuosa como estando preso. Todo eso estaba claro. Bastaba con echar un vistazo a los alrededores del bloque uno, donde vivían los presos más antiguos. El triángulo amarillo en su pecho nos lo decía todo, y la letra ‘L’ nos informaba que procedían de la lejana Letonia, exactamente de la ciudad de Riga, según me dijeron.Entre ellos había unos sujetos extraños que al principio me sorprendieron; eran todos muy viejos, con la cabeza hundida, la nariz prominente y el sucio uniforme colgando sobre sus hombros: parecían cuervos frioleros incluso en los días más calurosos del verano. Con aquel aspecto, aquellos pasos difíciles y penosos parecían preguntar: ‘¿Vale la pena el esfuerzo?’. Eran como signos de interrogación vivientes. Por su forma y hasta por su volumen no podían llamarse de otro modo. Me enteré de que en el campo de concentración los llamaban ‘los musulmanes’. Bandi Citrom me advertía: ‘Al verlos se te quitan las ganas de vivir’, y tenía algo de razón, aunque más tarde comprendí que para eso hacía falta mucho más".

 

Imre Kertész, Sin destino.

"―Henri, escucha, ¿crees que somos buena gente?―¿Por qué haces esas preguntas tan estúpidas?―Sabes, amigo, siento en mí un odio creciente e incomprensible hacia esas personas, pienso que, si estoy aquí, es por su culpa. No siento compasión porque los vayan a gasear. Que los trague a todos la tierra. Me liaría a puñetazos con ellos. Mi comportamiento debe ser patológico, supongo, no lo puedo comprender.―Oh, no, al contrario, es lo normal, lo previsible. La rampa te agota, te rebelas contra lo que has visto; lo más fácil es descargar la ira sobre el más débil. Incluso es aconsejable que te descargues. Es de sentido común, 'compris'?".

 

Tadeusz Borowski, Nuestro hogar es Auschwitz , Nuestro hogar es Auschwitz

"Es muy fácil para el que no ha estado nunca en un campo de concentración hacerse una idea equivocada de la vida en él, idea en la que piedad y simpatía aparecen mezcladas, sobre todo al no conocer prácticamente nada de la dura lucha por la existencia que precisamente en los campos más pequeños se libraba entre los prisioneros, del combate inexorable por el pan de cada día y por la propia vida, por el bien de uno mismo y por el de un buen amigo. Pongamos como ejemplo las veces en que oficialmente se anunciaba que se iba a trasladar a unos cuantos prisioneros a un campo de concentración, pero no era muy difícil adivinar que el destino final de todos ellos sería sin duda la cámara de gas".

 

Viktor Frankl, El hombre en busca del sentido

"Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: 'raza' de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración".

 

Viktor Frankl, El hombre en busca del sentido

"Quien ha sufrido la tortura, ya no puede sentir el mundo como su hogar. La ignominia de la destrucción no se puede cancelar. La confianza en el mundo que ya en parte se tambalea con el primer golpe, pero que con la tortura finalmente se desmorona en su totalidad, ya no volverá a restablecerse".

 

Jean Améry, Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia

"Somos insensibles como árboles, como piedras. Y permanecemos callados, como árboles mientras los talan, como las piedras cuando se rompen".

 

Tadeusz Borowski, Nuestro hogar es Auschwitz , Nuestro hogar es Auschwitz

"No me angustia ni el ser ni la nada ni dios ni la ausencia de dios, sólo la sociedad, pues ella, y sólo ella, me ha infligido el desequilibrio existencial al que intento oponer un porte erguido. Ella y sólo ella me ha robado la confianza en el mundo".

 

Jean Améry, Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria

"No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará? No por cierto los culpables y sus cómplices. Si faltase nuestro testimonio, en un futuro no lejano las proezas de la bestialidad nazi, por su propia enormidad, podrían quedar relegadas al mundo de las leyendas. Hablar, por tanto, es preciso".

 

Primo Levi, Vivir para contar: Escribir tras Auschwitz

"Cuando escribimos acerca de Auschwitz, debemos saber que Auschwitz, en cierto sentido al menos, suspendió la literatura. Uno sólo puede escribir una novela negra sobre Auschwitz, o – usted debe excusar la expresión – una serie barata, que comienza en Auschwitz y todavía no ha terminado. Con lo que quiero decir que nada ha pasado desde Auschwitz que pudiera revertir o refutar Auschwitz".

 

Imre Kertész. Discurso al recoger el Premio Nobel de Literatura de 2002

Después de Auschwitz

La frase de Kertész, "Auschwitz, en cierto sentido al menos, suspendió la literatura", trae ecos de la celebérrima y muy repetida afirmación de Theodor Adorno: "Después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie".

Adorno dictó en 1966 una conferencia, emitida por la radio de Hesse, que posteriormente incorporó a su libro Consignas, en la que afirmó que "la exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla. No acierto a entender que se le haya dedicado tan poca atención hasta hoy. Fundamentarla tendría algo de monstruoso ante la monstruosidad de lo sucedido. Pero el que se haya tomado tan escasa conciencia de esa exigencia, así como de los interrogantes que plantea, muestra que lo monstruoso no ha penetrado lo bastante en los hombres, síntoma de que la posibilidad de repetición persiste en lo que atañe al estado de conciencia e inconsciencia de estos. Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que Auschwitz no se repita". Debemos, decía, "descubrir los mecanismos que vuelven a los hombres capaces de tales atrocidades, mostrárselos a ellos mismos y tratar de impedir que vuelvan a ser así, a la vez que se despierta una conciencia general respecto de tales mecanismos".

Conocedor de la historia, y vislumbrando quizá lo que podía llegar, sostenía además que "el clima que más favorece la repetición de Auschwitz es el resurgimiento del nacionalismo".

Recordar, olvidar

Adorno no pasó por los campos, vivió la guerra en el exilio americano. Otros muchos autores sí sufrieron ese terrible destino, pero no en Auschwitz. Paul Celan fue recluido en un campo de trabajo de Moldavia, mientras sus padres eran asesinados en otros campos de exterminio. Suyo es el poema Fuga de muerte (cuya traducción al castellano, obra de José Ángel Valente, encontrarán aquí):

Negra leche del alba te bebemos de nochete bebemos al mediodía y la mañana y al atardecerbebemos y bebemosun hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margaretetus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientesGrita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestrovenido de Alemaniagrita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis comohumo en el airey tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí. 

 

Si leerlo impresiona, escucharlo en voz del autor encoge el corazón:

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Es inevitable recordar que en Auschwitz murió Irène Némirovsky, y que no todos los supervivientes de los campos aguantaron la vida después de la muerte: Améry, Levi, Borowski, también Celan, acabaron quitándose la vida.

Es difícil poner punto y final a un texto como éste, encontrar una frase airosa para terminar. Así que me acojo al comodín del testimonio. Boris Cyrulnik escapó por poco a su destino, tuvo más suerte que sus padres, víctimas ambos del Holocausto (el padre, en Auschwitz). Lo peculiar de Cyrulnik es que, sin restar ni un ápice de gravedad al relato de los hechos, a la magnitud de la tragedia, es capaz de introducir dosis de humor en sus recuerdos. Hace un año, concedió esta entrevista en la que se resume su filosofía. Con ella les dejo.

* Cyrulnik cuenta su experiencia (a partir del minuto 18.01).

Diario Pravda, 2 de febrero de 1945.

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