El cerebro económico de Macron pide un impuesto a los ricos para financiar la transición ecológica
Jean Pisani-Ferry es una de las voces económicas más escuchadas de la última década. Profesor en la facultad de Sciences Po de París, es miembro de los dos think tanks más influyentes del mundo noroccidental, el washingtoniano Peterson Institute y el bruselense Bruegel. Y es sobre todo el economista que susurra al oído del presidente francés Emmanuel Macron y que supervisó la parte económica del primer programa electoral de Macron, el de 2017.
Pisani-Ferry ha redactado ahora un informe en el que aboga por un impuesto extraordinario al patrimonio financiero de los más ricos para financiar la transición climática, completado con emisiones de deuda pública finalistas, destinadas al mismo objetivo. El economista considera que la crisis climática es un desafío existencial para las economías europeas y que su coste económico sólo será aceptado por la mayoría de la población si los sacrificios se reparten con equidad, cargando en las clases altas la mayor parte porque son ellas las que más contaminan.
Pisani-Ferry empieza por constatar que la economía francesa debe hacer en los próximos siete años el mismo esfuerzo de transición ecológica que hizo en los últimos 30 años para alcanzar el objetivo europeo de reducir un 55% las emisiones contaminantes con respecto al año base, 1990. Advierte que al principio no se creará riqueza en esa transición y que provocará un shock económico negativo, pero que a partir de 2030 la reducción de los costes de las renovables provocarán ganancias económicas (más baratas que los combustibles fósiles) y de bienestar por la reducción de la contaminación.
El economista explica que se trata de una revolución industrial masiva, sobre todo para un país como Francia, que al haber puesto durante décadas todos los huevos en la cesta de la energía nuclear lleva un retraso considerable en renovables con respecto a sus vecinos. Pisani-Ferry no ahorra críticas al Gobierno francés, alega que si a nivel administrativo se avanza faltan decisiones políticas para poner a la economía francesa en el rumbo adecuado para cumplir con la reducción del 55% para 2030 y la eliminación de esas emisiones contaminantes para 2050.
El hombre que susurra al oído de Macron explica que la transición ecológica no será indolora y que la idea del decrecimiento sería un desastre económico y social, por lo que la solución es una transición justa que haga que las clases altas carguen con el mayor peso. Explica Pisani-Ferry que los ricos emiten más gases contaminantes que los pobres pero su gasto de energía supone menos esfuerzo que el de los pobres, por lo que no se sienten forzados a reducirlo. Y que el esfuerzo debe ser equitativo.
En una entrevista al diario Le Monde pone el ejemplo siguiente: “Es intolerable de decirle a alguien que no podrá usar su coche de combustible tradicional mientras que a los ricos el fin de semana en Roma simplemente les costará un poco más caro”. Por eso aboga por medidas como la de prohibir los jets privados.
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¿Cómo se va a pagar la transición ecológica en Francia? Pisani-Ferry ve dos soluciones complementarias. Habrá que invertir entre 250.000 y 300.000 millones de euros entre 2024 y 2030 y ese dinero tendrá que salir de emisiones de deuda pública, lo que provocarán una subida de 10 puntos en la ratio de deuda y hasta 25 puntos de aquí a 2040. Pisani-Ferry repite un mantra: “Hay muchas formas malas de endeudarse, pero el clima no es una de esas razones”.
Sumando gasto público y privado serían 66.000 millones al año en 2030, que se dividen en las inversiones necesarias en renovables o eficiencia energética y la pérdida de ingresos que va a provocar una economía en transición, que se comerá hasta una cuarta parte del crecimiento económico actual según sus cálculos.
Además del endeudamiento extra, el informe aboga por un impuesto extraordinario y temporal sobre el patrimonio financiero de los hogares en el 10% más rico de la población. Se recaudarían, calcula, 5.000 millones de euros al año. Entiende que es económicamente equitativo y una forma de respetar el principio de que quien contamina paga porque las clases altas, por su modo de vida, contaminan más que los pobres.