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La inflación que más daña al bolsillo: el aceite sube un 27%, el trigo dobla su precio y los hoteles se disparan el 38%

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El nuevo fantasma económico se llama inflación. En España terminó alcanzando el 6,5% el pasado diciembre, unas cotas que no se veían desde mayo de 1992. En Estados Unidos ha escalado hasta el 7%, la tasa más alta desde 1982. La de Alemania no se recordaba desde 1993. El principal culpable de la reaparición del fenómeno es el precio de la electricidad, el gas y el petróleo, en máximos durante todo 2021 debido, sobre todo, a las tensiones políticas con Rusia. Porque la inflación subyacente, la que mide el aumento de los precios excluyendo los alimentos no elaborados y los productos energéticos, se mantiene en el 2,1%. Aunque en diciembre ya creció cuatro décimas respecto al mes anterior y se sitúa como la más alta desde marzo de 2013.

Es decir, el aumento sostenido de los precios del gas, los carburantes y la electricidad está empujando al alza también al resto de la cesta de los productos con los que el Instituto Nacional de Estadística (INE) elabora el Índice de Precios al Consumo (IPC). Y, cuanto más tiempo se mantenga la energía en niveles récord, mayor será el contagio inflacionista en el resto de la economía.

Según el INE, además de la vivienda, debido al recibo de la luz, los productos que más han contribuido a disparar la inflación han sido ciertos alimentos, así como los hoteles y restaurantes, y el transporte. Entre los primeros, las hortalizas y legumbres han subido un 8% en lo que va de año, dice el INE. Los precios en Mercasa, la empresa pública que gestiona la red de mercados mayoristas de la alimentación –Mercamadrid, Mercabarna, Mercabilbao, Mercasevilla– dan una buena idea de lo ocurrido en 2021. Las judías verdes que en octubre se vendían a 1,6 euros el kilo terminaron en diciembre a tres euros, el doble. Las alcachofas llegaron a los 3,5 euros en noviembre. Estos son precios medios y en el escalón mayorista. En el supermercado experimentan el tirón final que daña el bolsillo del consumidor.

Otro tanto ha ocurrido con la carne de vacuno. La ternera en Mercamadrid se vendió a 5,24 euros el kilo en diciembre, cuando en junio no superaba los 4,6 euros. Casi un 14%.

Mucho más ha subido el aceite de oliva, que, después de años con los precios hundidos en origen, despegó con fuerza el año pasado. En junio de 2020 el virgen extra cayó hasta 197,7 euros los 100 kilos, pero en estos primeros días de enero se ha encaramado en los 336,3 euros, según las cotizaciones de POOLred. El INE cifra en un 26,7% la subida en la cesta de la compra del precio del aceite de oliva en 2021. Entre las leguminosas, aunque en España no se consuma, destaca el alza del precio de la colza, que se ha duplicado en un año, hasta los 800 euros la tonelada.

Fertilizantes y fitosanitarios al alza

“Los costes de producción han tenido un aumento espectacular”. Así explica a infoLibre un portavoz de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) el encarecimiento de los alimentos. La subida del precio del gas también ha disparado el de los fertilizantes, algunos de los cuales se elaboran a partir de su refino. Si a ello se suman el alza de los productos fitosanitarios, atrapados como otros miles de mercancías en los cuellos de botella de las cadenas de suministro, y el ascenso de los combustibles y de la electricidad, la escalada en la factura del supermercado es inevitable. Lo que no significa que el aumento de los costes de producción “haya llegado al campo”, se queja el sindicato agrario. Se la están llevando, acusa, “los intermediarios, la industria y la distribución”. A juicio de UPA, en el encarecimiento final de los alimentos también hay un componente especulativo. “El reparto de valor en la cadena alimentaria no es justo”, resume su portavoz.

La leche, por ejemplo, subió un 5,1% en 2021, según el INE. Pero al ganadero le pagan 34 céntimos el litro: ha subido nueve céntimos para el consumidor, pero sólo tres para el productor. La industria que le recoge la leche al ganadero presiona los precios en origen a la baja. Como consecuencia de ese ahogo, dos explotaciones lácteas al día desaparecen en España, asegura UPA.

También ha resultado extraordinaria la variación en el precio de los cereales. Tanto el trigo blando, que se usa para hacer pan, por ejemplo, como el trigo duro, para fabricar pasta, empezaron a subir en verano. El blando, que tuvo una cotización mínima en junio de 2020 de 186,33 euros la tonelada, en diciembre de 2021 se había instalado en 326,87 euros. El duro se disparó aún más y se paga en enero de este año a 538,33 euros, de acuerdo con los datos que publica el Ministerio de Agricultura. Para ambas variedades, son niveles máximos desde 2010. En lo que va de año, el trigo duro ha doblado su precio en origen. Y en los cereales, además del aumento de costes derivado de la inflación energética, hay que culpar a la especulación, acusa de nuevo UPA. Fue a partir del verano, una vez acabada la campaña y con el grano en los silos, cuando empezaron a despegar los precios del cereal, en un año de cosechas normales en todo el mundo, destaca el sindicato agrario.

Para el consumidor, dice el INE, el pan ha subido un 3,8% y más aún los bollos, un 4,1%. Para Asemac, la patronal de la industria de panadería, la culpa de ese encarecimiento la tienen los desajustes entre la oferta y la demanda mundiales de cereales panificables, los precios de la energía y el aumento de los costes de transporte.

El transporte espera a febrero

El transporte es, según el INE, el tercer responsable de la escalada inflacionista. Una rúbrica que incluye los carburantes y el transporte de viajeros. Pero no el de mercancías. Las asociaciones de transportistas convocaron un paro en diciembre en protesta por los elevados precios del gasóleo, que subieron un 35% en 2021. “Por la atomización del sector nos resulta muy difícil repercutir esa alza a los clientes”, lamenta Juan José Gil, secretario general de Fenadismer, “nos pasa como a los agricultores; en nuestro caso son las grandes superficies, los distribuidores y fabricantes, los cargadores, quienes imponen una política de precios bajos en el transporte”.

Esa imposibilidad, no obstante, va a durar poco. Los transportistas le han pedido al Gobierno, y el Ministerio de Transportes ha accedido, que a partir de febrero puedan aplicar una fórmula que les permitirá repercutir el aumento de precios en sus clientes de forma automática. En función del tamaño del vehículo, podrán trasladar de un 10% a un 30% la subida del precio medio anual del gasóleo. Pero hasta ahora, la escalada de los carburantes les ha costado casi 2.000 millones de euros en pérdida de ingresos, calcula Juan José Gil.

Aunque más peso en el aumento de la inflación han tenido los hoteles, cuyas tarifas se dispararon un 31,9%. Los paquetes turísticos nacionales, un 9%. Los últimos datos de coyuntura turística hotelera publicados por el INE en noviembre cifran en 88,3 euros la tarifa media diaria de los hoteles españoles por habitación ocupada, lo que se traduce en un aumento del 38% respecto al mismo mes de 2020. La tarifa media de un hotel de cinco estrellas se eleva hasta los 192,5 euros. El precio de la electricidad no es más que otra piedra en el camino de la recuperación para el sector del alojamiento, que sigue sufriendo en primera línea la sexta ola de la pandemia. De hecho, la patronal Exceltur prevé que las ventas del turismo caerán un 33,2% en el primer trimestre de este año respecto a 2019, sólo por las incertidumbres asociadas a la variante ómicron.

Los bares no, los bancos sí

Los bares y restaurantes no han subido tanto sus precios. Según el INE, un 2%. Aun así, es la tasa más alta desde junio de 2009, como destaca CEHE, la patronal de la hostelería. En su caso, la organización empresarial atribuye el dato no sólo al encarecimiento del recibo de la luz, sino también a la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Además, se trata de un sector “muy sensible al alza de los alimentos, las bebidas, el aceite…”, resalta. De hecho, los refrescos han subido un 11,7% y los zumos, un 6,3%, muchos más de lo que lo han hecho los licores, apenas un 0,5% y la cerveza, un 0,7%, mientras que ha bajado el vino, un 0,3%.

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Con un año 2021 renqueante y un primer trimestre de 2022 que se avecina “muy malo”, a bares y restaurantes ya no les queda “pulmón” para recuperarse, apunta CEHE, y las pérdidas de márgenes, ya de por sí estrechos en el sector, se sitúan en los tres puntos. Es el efecto de la contención en precios a la que se está sometiendo la hostelería. “Los clientes son muy sensibles a las subidas, especialmente en estos momentos, cuando sufrimos una crisis de asistencia, así que no nos queda más remedio que asumir el alza de los precios y no trasladarlos”, explica su portavoz.

En cualquier caso, estas subidas palidecen aún frente al encarecimiento del recibo de la luz, el origen de casi toda la inflación antes descrita. Según los datos del INE, el precio de la electricidad se disparó un 72% el año pasado, el gas natural un 11,3%, el butano un 33,3% –ha subido un 5% más desde este martes–, el gasóleo un 24,6% y la gasolina un 23%.

Tampoco se han quedado atrás en la escalada inflacionista los bancos que, para apuntalar sus márgenes, han subido sus comisiones un espectacular 10,6%. Otro efecto inesperado del confinamiento: el precio de las bicicletas se ha disparado un 8,1%, el doble que el de los coches.

El nuevo fantasma económico se llama inflación. En España terminó alcanzando el 6,5% el pasado diciembre, unas cotas que no se veían desde mayo de 1992. En Estados Unidos ha escalado hasta el 7%, la tasa más alta desde 1982. La de Alemania no se recordaba desde 1993. El principal culpable de la reaparición del fenómeno es el precio de la electricidad, el gas y el petróleo, en máximos durante todo 2021 debido, sobre todo, a las tensiones políticas con Rusia. Porque la inflación subyacente, la que mide el aumento de los precios excluyendo los alimentos no elaborados y los productos energéticos, se mantiene en el 2,1%. Aunque en diciembre ya creció cuatro décimas respecto al mes anterior y se sitúa como la más alta desde marzo de 2013.

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