Unai Sordo ha sido elegido por Ignacio Fernández Toxo para timonear la necesaria renovación del sindicato CCOO, inmerso, al igual que UGT, en una crisis de credibilidad e influencia que amenaza con sacarles exhaustos de la titubeante recuperación económica en ciernes. Aunque el secretario general ha querido dejar claro que Sordo no es su candidato, ni su sucesor ni su delfín, lo cierto es que el responsable del sindicato en el País Vasco se presenta como la punta de lanza de un “planteamiento colectivo” en el que CCOO lleva trabajando un año, se muestra orgulloso y agradecido de la herencia recibida, al tiempo que defiende el binomio “insustituible” de negociación y movilización para conseguir sus objetivos. Su papel, dice en esta entrevista con infoLibre, va a ser sólo el de dar el “salto adelante”, el “impulso” final a una propuesta ya elaborada: flexibilizar el sindicato para acercarlo “más y mejor” a las nuevas realidades del mundo del trabajo.
A pesar de que llegará a la cúspide en un momento poco dulce, Sordo no tiene la sensación de que le vaya a “tocar lidiar con el ocaso” del sindicalismo de clase. Por el contrario, adaptar CCOO al “nuevo paradigma” de las “precariedades múltiples” lo considera un “reto terriblemente sugerente”.
Con 44 años, graduado en Relaciones Laborales, militante de CCOO desde que empezó a trabajar –“Siempre tuve clarísimo que iba a afiliarme a un sindicato y a cuál iba a estarlo”, confiesa–, tuvo su primer cargo de responsabilidad como secretario de Juventud en el País Vasco en 2000. Y se preparaba para un tercer mandato al frente de la Secretaría General de CCOO Euskadi cuando Fernández Toxo le llamó.
PREGUNTA: Ignacio Fernández Toxo presentó su renuncia a un tercer mandato como la puerta a la renovación generacional en CCOO. Además de la evidente diferencia de edad, usted es 20 año más joven, ¿en qué se va a notar esa regeneración, qué va a cambiar en el sindicato?
RESPUESTA: Lo que planteé cuando hice público que estaba dispuesto a presentar mi candidatura fue la concreción de las propuestas que tenemos que aprobar en el congreso confederal [que se celebrará entre el 29 de junio y el 1 de julio], al que quiero mantener un extraordinario respeto, y que están recogidas en la ponencia en que el sindicato viene trabajando y todavía tendrá que ser enmendada y ratificada en el propio congreso.
Por tanto, el planteamiento no es mío, sino que es un planteamiento colectivo. Sí parece razonable y coherente que este proceso colectivo donde se ha decidido que el sindicato debe flexibilizar sus estructuras, para acercarse más y mejor a las nuevas realidades de precariedad en el mundo del trabajo, lo impulsen las generaciones que hemos sido nativas de este nuevo contexto económico y laboral: precariedad y ruptura de la empresa integrada y fordista en redes de empresas que hoy en día constituyen la base del mundo del trabajo. Y ese impulso no sólo se va a dar en la Secretaría Confederal, sino también en 11 de los 17 territorios. Pero, en todo caso, las decisiones sobre los documentos y sobre los órganos de dirección las tiene que tomar el próximo congreso.
P: Pero usted tendrá una idea de por dónde tienen que ir esos cambios, en otras ocasiones ha hablado de la necesidad de “fórmulas imaginativas” para organizar a los trabajadores, de nuevas ofertas sindicales.
R: El mundo del trabajo ha cambiado mucho. Antes el sindicalismo organizaba de forma dificultosa, pero simple, plantillas más o menos homogéneas vinculadas por un convenio colectivo, que entendían lo que era un convenio y que sufrían problemas relativamente homogéneos o previsibles. Ahora, sin embargo, el sindicato quiere representar a trabajadores que están en situaciones casi de explotación, de precariedad extrema, también a otros que van a ir a procesos intensos de digitalización y que implican nuevas formas de trabajo. Así que no valen fórmulas únicas para organizar realidades tan sumamente distintas, por mucho que todos sean clase trabajadora.
Por tanto, tenemos que bajar del periscopio al microscopio, de la gran capacidad de generar derechos colectivos, que es fundamental mantener, a estar presentes en los centros de trabajo aún con más intensidad que ahora y con más cualidad, diagnosticando las desigualdades y segregaciones que se dan, planteando medidas y alternativas para hacer frente a estas discriminaciones, estando muy pegados al terreno. Y eso exige poner todas las estructuras del sindicato al servicio de este objetivo.
Por eso necesitamos organizaciones más flexibles, que las secciones sindicales de las grandes compañías sean mucho más proactivas respecto de esa red de empresas que funcionan a su alrededor, para que los trabajadores de éstas entiendan la utilidad del sindicato. Se trata de tener una organización más permeable para adaptarse a los cambios de contexto que se han dado en el mundo de la economía y la empresa.
P: ¿Cómo va a recuperar CCOO a los trabajadores cuya confianza perdió durante la crisis por los despidos y la desaparición de derechos laborales, y al mismo tiempo va a atraer a quienes nunca se han sentido representados y defendidos: los precarios, parados, los trabajadores de los servicios? Todos esos a los que los sindicatos no consiguen movilizar.
R: La pérdida de confianza la ha sufrido todo el aparato de representación, no sólo en España sino también en el resto de Europa, y evidentemente los sindicatos no hemos sido ajenos. Durante años hemos tenido una legitimidad basada en la lucha contra el franquismo, en las funciones que nos ha otorgado la Constitución y en la capacidad de generar normas colectivas a través de los convenios y del diálogo con los gobiernos. Pero, en efecto, las legitimidades han cambiado.
Ante eso, el sindicato debe estar mucho más pegado a esos problemas múltiples y poner mucho más en el foco de sus prioridades a los trabajadores que están en peor situación y en peores condiciones para organizarse y defender sus derechos. Muchos de ellos, aunque tengan un convenio colectivo, ni siquiera son muy conscientes de lo que es, ni siquiera de que el convenio deviene de la propia acción del sindicato, tampoco de la necesidad de estar organizados para que esas normas se apliquen y no sean papel mojado.
Por eso es necesaria una presencia continuada del sindicato en el centro del trabajo y adaptar algunas reivindicaciones. Si el empleado de una subcontrata o una empresa externa o un precario ven en el sindicato una organización que básicamente resuelve los problemas del trabajador más instalado porque es indefinido o lleva 20 años en la compañía, nunca se va a sentir vinculado a esa organización.
De manera que también hablo de flexibilidad en la estructura. Nosotros nos concebimos como organizaciones territoriales por un lado, y sectoriales por otro, pero es que hoy en una empresa conviven trabajadores de varios sectores a los que se aplican media docena de convenios. Claro, esas fronteras internas que hay en cada sindicato no pueden ir en detrimento de adaptarnos a la realidad que vive el trabajador real en la empresa real, que no entiende que el sindicato atienda sólo a un sector o a un perfil de trabajador.
Pero todo esto lo tenemos muy diagnosticado y sólo falta ejecutarlo. O ni siquiera eso, porque ya hemos hecho muchas cosas en este terreno. Ahora lo que debemos hacer es dar un salto adelante para que estos colectivos que se sienten ajenos al sindicato lo puedan interiorizar.
P: ¿Existe aún una clase obrera o es un concepto histórico que poco o nada tiene que ver con la realidad actual de los trabajadores precarios?
R: Yo creo que hay una clase trabajadora. Personas que dependen de su salario. El gran valor para acceder a un estatus económico y de ciudadanía es la existencia de un trabajo remunerado y de una red de servicios y de protección social que permita un mínimo de cohesión social. Pero hoy en día la clase trabajadora es una realidad muy diversa, en primer lugar porque buena parte de esa clase no se interpreta a sí misma como clase trabajadora; en segundo lugar, porque objetivamente su situación en el mundo del trabajo es muy diversa, aun dependiendo todos de un salario.
No es la misma realidad la que percibe un trabajador indefinido de una gran empresa o de una administración pública que la que percibe una persona de 20 años que ha cambiado cuatro veces de puesto de trabajo en los últimos seis meses o que no sabe cuándo le van a llamar para trabajar un fin de semana y cuyo sueldo no le sirve para irse de casa de sus padres. Teóricamente ambos son clase trabajadora, pero su percepción del mundo laboral no es la misma, tampoco su percepción de lo que esperan o exigen al sindicato. Y nosotros tenemos que adaptarnos: plantear distintas opciones de prioridad sindical, que para un trabajador que no sabe ni cuántas horas va a trabajar seguramente es ser capaces de negociar con la empresa las horas, los turnos y los salarios que va a tener, y para otro trabajador cuya empresa se va a digitalizar es tener acceso continuo a cómo se va a adaptar a ese cambio sin que le suponga una merma en sus condiciones laborales.
Ése es el reto: ser capaces de adaptar el sindicato a esa multiplicidad de situaciones y a la vez trasladar que hay un interés común incluso en esas situaciones tan distintas. Si no, iríamos a un proceso de individualización de las relaciones del trabajo que ya está siendo peligroso, porque es el primer paso para que desaparezcan los derechos que hemos conseguido.
P: ¿El hecho de que haya recibido el apoyo de Fernández Toxo significa que su política va a ser continuista? ¿Vamos a ver un nuevo lenguaje, nuevas caras, más mujeres, más jóvenes, nuevos aires en CCOO?
R: Quiero ser muy respetuoso con el congreso. Hemos convocado a casi un millón de personas a las asambleas previas y tenemos una ponencia con enmiendas por resolver. Además, creo que el sindicato ha orientado y conceptualizado muy bien cuáles son los cambios que debe realizar. Todo lo que estoy diciendo es la traslación de lo que hemos reflexionado colectivamente. Ahora lo que toca es impulsarlo, y eso sí que tiene un punto de novedad, porque algunas de esas propuestas suponen cambiar la orientación de lo que ha hecho una organización sindical de clase históricamente. Pero también hay que aprovechar el muchísimo conocimiento acumulado en el sindicato. No soy partidario de sublimar las diferencias generacionales. La capacidad de análisis que ha tenido el sindicato dirigido por gente de determinadas generaciones ha sido muy importante. Ahora bien, sí que es coherente que impulsen esas políticas gente que nos hemos desarrollado en esta realidad de precariedades múltiples y de cambio en el paradigma del mundo del trabajo.
P: CCOO y UGT no entendieron en su momento el 15-M, miraban el movimiento con desconfianza. No sé si ahora hay más sintonía con Podemos.
R: Nunca he apoyado a ninguna organización porque tengo muy en valor la autonomía partidista del sindicato, una autonomía que no es equidistancia ni ensimismamiento político. Aunque me considero una persona de izquierdas y, por supuesto, coincido más con el programa de unas organizaciones que de otras.
Lo que plantea sobre el 15-M es una discusión muy procedente, porque puso de manifiesto un proceso de socialización distinta de las generaciones que hemos sido nativos de un mundo también distinto. Alguna vez coincidí con ellos y era gente que había sufrido una pérdida de expectativas enorme en su vida laboral y personal. El paro, muchísima precariedad y empleos muy por debajo de su cualificación generaron un enorme desencanto en una parte no menor de la sociedad, que ha entendido la acción colectiva de una forma diferente a lo que era el clásico partido o el clásico sindicato.
En CCOO, que no deja de ser una gran red y una organización con una gran experiencia acumulada y con una capacidad de integrar unas formas de socialización diferentes, tenemos que ver qué ha pasado ahí, porque algunas cosas pueden servirle al sindicato para mejorar sus pautas de comunicación interna y sus pautas de creación de conciencia de intereses colectivos. De esa desafección social, muy diferente a la de hace 30 años, también hay que aprender.
P: Las actuaciones del Gobierno del PP, desde la reforma laboral hasta la reforma del sistema de formación para el empleo y de la negociación colectiva, han reducido la capacidad de influencia de los sindicatos. En algunos casos se han quejado de que se les ha apartado, como en la subida del Salario Mínimo Interprofesional que el Ejecutivo firmó con el PSOE. Por eso hay quien no entiende las fotos de Fernández Toxo y Cándido Méndez con Mariano Rajoy en La Moncloa estos años de atrás. ¿No quitan credibilidad a los sindicatos?
R: Una de las orientaciones de las políticas en este periodo de austeridad ha sido limitar, o eliminar incluso, los cauces de participación social, y particularmente de participación sindical, a la hora de determinar las políticas sociales y económicas. El neoliberalismo ha interpretado que conviene retirar a los agentes sociales de la negociación. Por eso creo que el sindicalismo mal haría en dar la razón a quienes plantean que los sindicatos deben dejar de ser interlocutores ante la patronal y los gobiernos. No sería muy inteligente decir: “Como nos tratáis mal, os vamos a poner fácil el camino para que nos hagáis prescindibles y no vamos a volver a reunirnos más con vosotros”. Si el sindicalismo quiere tener una vertiente sociopolítica, debe influir en medidas que son muy importantes para la vida de los trabajadores, como las pensiones o la igualdad.
Ahora bien, es verdad que este periodo con márgenes limitados para llegar a buenos acuerdos ha dificultado que la gente entienda la utilidad de esos marcos de diálogo social porque no han dado los resultados necesarios. Por ejemplo, en España no se explica el sistema público de pensiones sin CCOO, pero en 2013 el Gobierno tomó medidas unilaterales que ponen en riesgo la calidad de las pensiones. Tenemos que hacer mucha pedagogía sobre cuál es nuestro papel en este terreno. También para seguir siendo una contraparte de la patronal y del Gobierno debemos recuperar la legitimidad perdida.
P: Yo me refería más a la foto que a las reuniones o al diálogo social en sí.
R: Sí, pero la foto no deja de ser la expresión gráfica de un espacio de negociación. Y hay que hacer lo imposible para dotar a ese espacio de contenido. Para que la gente entienda por qué es importante el sindicato, debe tener esa presencia continua en la realidad laboral y social, no sólo para resolver un problema concreto, sino también para generar una conciencia colectiva de por qué es fundamental que el mundo del trabajo organizado a través de los sindicatos sea capaz de influir desde lo que pasa en su empresa hasta lo que pasa en su país. Es parte del trabajo.
P: Pepe Álvarez parece haber endurecido el discurso de UGT; por ejemplo, repite que la huelga general está cada vez más cerca. ¿Vamos a ver a partir de ahora unas CCOO más combativas?
R: Las líneas las va a marcar el congreso. El sindicato tiene muy identificado que la movilización y la negociación son dos caras de la misma moneda, un binomio insustituible desde el convenio hasta la negociación social. Este jueves vamos a salir a la calle, a manifestarnos delante de las patronales, y en el País Vasco hemos convocado un paro de 15 minutos en las empresas para protestar contra la paralización de la negociación colectiva. No va a ser por falta de movilización, el sindicato ya está convocando movilizaciones. No es tanto una cuestión de posición dura o menos dura, sino de posición inteligente de reivindicación, y de movilización inteligente cuando la reivindicación no llega a buen puerto.
P: A los sindicatos les toca ahora lidiar a fondo con la CEOE para renovar el Acuerdo de Negociación Colectiva para los próximos años. Las propuestas que UGT y CCOO han mandado a la patronal prácticamente piden la derogación de la reforma laboral.
R: Desde la negociación colectiva se pueden limar algunos de sus aspectos más lesivos, pero es evidente que una derogación o cambio en profundidad de la reforma laboral sólo se puede hacer en el Parlamento, aunque ahora mismo no parece que eso tenga muy buena pinta. Nosotros tenemos que hacer planteamientos en las mesas de los convenios para limitar algunas de sus medidas más lesivas, como la ultraactividad o las inaplicaciones.
Pero realmente nuestra línea de reivindicación prioritaria tiene que ver con la recuperación salarial. En el País Vasco planteamos aumentos progresivos, que suban más los salarios más bajos, y que la negociación colectiva sea una palanca para luchar contra la precarización del empleo y la temporalidad, que está teniendo efectos muy perniciosos sobre un porcentaje altísimo de trabajadores, sobre todo trabajadoras, y de jóvenes que de forma casi sistemática se incorporan al mercado laboral con contratos temporales que durante muchos años les impiden tener un mínimo de estabilidad.
P: ¿Abordará también cambios internos en el sindicato, cambios de organización y funcionamiento para resolver los problemas de financiación y superar los judiciales y de credibilidad que le han supuesto los escándalos de las tarjetas black y de los fondos de formación?black
R: Hay que profundizar en la flexibilización de las estructuras del sindicato y en la puesta en común de recursos para ser más útiles. Para explicarlo me gusta poner un ejemplo: los aeropuertos. Hace 25 años, en un aeropuerto había una, dos o tres grandes empresas, la que gestionaba el aeropuerto y las dos o tres aeronáuticas en las que todos estamos pensando. Entonces el sindicato en cada una de ellas tenía sus recursos sindicales, atendía a sus trabajadores y negociaba su convenio. Pero hoy en día un aeropuerto es casi una ciudad, donde conviven empresas que vienen del sector público, y donde tenemos mucha afiliación, con otras de servicios auxiliares, de seguridad, catering, hostelería, parking, jardinería… y allí el sindicato tiene que utilizar de forma eficiente, inteligente y solidaria sus recursos para que las partes más fuertes del sindicato sean capaces de dar cobertura y atender al conjunto de los trabajadores que se mueven en ese nuevo ecosistema laboral. Nos tenemos que organizar, no mirándonos el ombligo, sino mirando cómo está la gente a la que queremos representar. Y cuando eso lo hacemos bien, cuando la sección sindical de ese aeropuerto es capaz de atender todo el trabajo que se genera, todas las situaciones de precariedad, todos los conflictos, la gente lo entiende y se siente vinculada al sindicato.
P: ¿Han terminado ya los ERE dentro del sindicato?
R: Bueno, yo puedo hablar de lo que conozco, que es Euskadi, y aquí hemos tomado alguna medida destinada a que el mayor número de compañeros pudiéramos seguir en el sindicato en un momento en que había menos recursos. Pactamos una bajada salarial, empezando por quien habla, para evitar despidos y para seguir siendo eficaces con las personas a las que representamos. En la medida en que se está recuperando la afiliación, y cuando se puedan mejorar los ingresos del sindicato, se podrá volver a la situación anterior. Ni hemos aplicado la reforma laboral ni nada que se le parezca, sólo hemos acomodado los ingresos a los gastos con el máximo sentido de la responsabilidad, porque aquí no jugamos con excedentes de empresas, sino con los recursos de los afiliados al sindicato.
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P: ¿Habrá más candidaturas además de la suya? ¿No sería saludable ver más alternativas, que no se repitiera en CCOO el dedo de, por ejemplo, el PP con Aznar o Rajoy?dedo
R: Sería saludable. En CCOO, sólo con un 10% de los avales se pueden presentar candidaturas. Somos 26 organizaciones, entre territoriales y sectoriales, por lo que la posibilidad de concurrencia de otras candidaturas es casi absoluta. También es importante que el proceso de reflexión interna dentro del sindicato haya sido muy compartido, en Repensar el sindicato han participado muchísimas personas en los locales, las comarcas, los barrios. Las reflexiones que incluye la ponencia y que se van a discutir en el congreso han sido muy bien trabajadas en cuanto a aportaciones y participación de la gente.
Pero de aquí al congreso tenemos que hablar aún con todas las organizaciones y ver cómo orientamos la conformación de los nuevos órganos de dirección. Además, la composición de los órganos de dirección de CCOO es directamente proporcional al resultado que se obtiene en el congreso, no hay ningún factor de corrección. Por tanto, si alguien saca el 20% de los votos, tiene el 20% de participación en el órgano de dirección. Más facilidad para participar, más proporcionalidad en la participación y más garantía es difícil de tener.
Unai Sordo ha sido elegido por Ignacio Fernández Toxo para timonear la necesaria renovación del sindicato CCOO, inmerso, al igual que UGT, en una crisis de credibilidad e influencia que amenaza con sacarles exhaustos de la titubeante recuperación económica en ciernes. Aunque el secretario general ha querido dejar claro que Sordo no es su candidato, ni su sucesor ni su delfín, lo cierto es que el responsable del sindicato en el País Vasco se presenta como la punta de lanza de un “planteamiento colectivo” en el que CCOO lleva trabajando un año, se muestra orgulloso y agradecido de la herencia recibida, al tiempo que defiende el binomio “insustituible” de negociación y movilización para conseguir sus objetivos. Su papel, dice en esta entrevista con infoLibre, va a ser sólo el de dar el “salto adelante”, el “impulso” final a una propuesta ya elaborada: flexibilizar el sindicato para acercarlo “más y mejor” a las nuevas realidades del mundo del trabajo.