Uno de cada cinco hombres jóvenes cree que no existe la violencia machista y la mitad no la considera un problema grave. Son chicos de entre quince y veintinueve años, según el barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), y la cifra se ha duplicado en los últimos cuatro años. La batalla por la igualdad tiene también un desafío con ellos: encontrar referentes masculinos que impugnen los discursos machistas.
Decía Nacho Vegas en entrevista con infoLibre que el "eje realmente movilizador" ha sido, hasta el estallido de la pandemia, el "ecofeminista". No es la primera vez que el artista alaba el potencial transformador del movimiento feminista y que marca líneas rojas en coherencia con esa idea, como la reivindicación de incluir a más mujeres en los carteles de los festivales. También recientemente el actor Pablo Puyol se declaraba "absolutamente feminista", sin tapujos ni matices, y el cómico Berto Romero decidió bajarse el sueldo para cobrar lo mismo que su compañera de reparto, Eva Ugarte, en la serie Mira lo que has hecho. Luis García Montero ha enumerado las muchas lecciones que ha dejado el feminismo y el escritor Octavio Salazar ha engrosado con sus publicaciones la investigación en torno al feminismo. Cada vez son más los hombres que conjugan la primera persona al hablar de feminismo, pero todavía queda mucho por sembrar. ¿Cuál es su papel este 8M?
Apoyar sin sujetar la pancarta
"Estar sin buscar el protagonismo", responde casi sin pensárselo Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género. En su opinión, si el objetivo pasa por "una transformación cultural", esta no puede ser ajena a la "presencia de los hombres". Jesús Espinosa, doctor en Historia Contemporánea y portavoz de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE), encaja el compromiso masculino en la tarea de secundar las demandas feministas: apoyar no "desde la mera pasividad, pero sí de forma subalterna". Ese trabajo, más exterior, más militante, se conjuga en su opinión con otro personal, interior. No cabe que los hombres sostengan la bandera del feminismo, ni que pretendan liderar el movimiento, pero "sí que hagan un trabajo interior por la deconstrucción de la masculinidad hegemónica, tóxica y patriarcal".
Para Ander Bergara, responsable de Cooperación Institucional en el Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde), es "deber de todos los ciudadanos la defensa de los derechos humanos" y como tal la igualdad entre géneros. "No es posible erradicar un problema histórico y estructural como es el machismo sin la implicación de los hombres", sentencia. ¿Desde qué trinchera? Coincide Bergara en que el compromiso masculino "debe ir más allá de las palabras" y engloba esas acciones en la cotidianidad: se trata de "revisar" el machismo propio e incorporar conductas positivas en el día a día hasta que formen parte de su identidad y así puedan ejercer en su entorno como "agentes de cambio a favor de la igualdad".
"Manolo, la cena te la haces tú solo"
La consigna está entre los lemas favoritos de las activistas que cada año llenan las calles, especialmente durante la huelga que hace ahora cuatro años aterrizó de lleno en el ámbito de los cuidados. En Euskadi, la invitación a que los hombres se hagan la cena ellos solos toma forma de campaña: Gizonok. Una iniciativa que incluye una aplicación dirigida a ellos, capaz de medir su grado de compromiso con la equidad y que incluso pone deberes a los varones: desde tareas domésticas, hasta su rechazo explícito a chistes sexistas, pasando por el cuidado y la corresponsabilidad.
Según el último Índice Europeo de Igualdad, elaborado por el Instituto Europeo de Igualdad de Género (EIGE), la desigualdad todavía está enquistada en la distribución que hacen de su tiempo hombres y mujeres. Entrar en los hogares da crédito de que la brecha sigue bien abierta. Quienes cuidan y educan a sus hijos y otras personas dependientes son, en su mayoría, mujeres: un 40% de ellas lo hace diariamente, frente a un 28% de sus compañeros varones. Tras la puerta de la cocina está, con diferencia, el mayor abismo entre ellas y ellos. Un 84% de las mujeres dice cocinar y desempeñar otras tareas del hogar todos los días, mientras que cuando se trata de los hombres el porcentaje cae a la mitad (42%).
El Ministerio de Igualdad también trabaja en la línea de corregir esas fallas, interpelando directamente a los hombres. Hasta el momento, ya ha anunciado que pondrá en marcha un proyecto piloto con varones para impulsar la conciliación en el trabajo.
En ese contexto, la existencia de figuras masculinas que sirvan de ejemplo cobra más valor, sobre todo cuando al otro lado avanza el discurso de odio propio de la extrema derecha. “Hacen falta más referentes positivos de hombres a favor de la igualdad, pero no se trata de crearlos artificialmente, mediante campañas u operaciones meramente estéticas que promuevan adalides o superhombres por la igualdad”, reflexiona Bergara, quien se opone también a crear modelos “rígidos y cerrados de hombres igualitarios que solo respondan a un perfil concreto de hombre”. Su apuesta pasa por mirar desde otra perspectiva: destacar comportamientos concretos y no necesariamente elevar a quien los ejecuta.
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A la misma conclusión llega Espinosa: la figura del referente es “fundamental para crear conciencia”, pero lo importante es “llevarlo a la praxis”. Al final, percibe, la etiqueta “feminista puede ser usada desde el oportunismo”, expresado a través del perfil ya caricaturizado del aliado, pero también palpable en algunas “facciones políticas reticentes al feminismo” que han decidido sumarse a la causa. Lorente reconoce que sintió vergüenza cuando, durante su etapa de delegado, la manifestación por el Día Internacional de la Mujer dejó la curiosa imagen de “los políticos de turno pegándose codazos para ver quién estaba delante”.
No existe la neutralidad
En el debate sobre cuál debe ser el papel de los hombres dentro del feminismo, Bergara entrevé un punto común: “La causa corresponde liderarla a las mujeres, porque son ellas las que se encuentran en una situación estructural de subordinación y las que sufren las consecuencias más graves del sexismo”. Los hombres, no obstante, son una suerte de “parte interesada” en la consecución de la igualdad. “No es un problema ajeno, exclusivo de las mujeres”, opina el vasco, los hombres tienen la “obligación cívica de defender los derechos humanos de todas las personas”.
“O somos feministas o no somos nada”, responde Lorente. A su entender, supone un error “usar la condición masculina como argumento” excluyente: sostener que los hombres no pueden ser feministas porque jamás experimentarán la violencia estructural que sufren ellas es a su juicio tramposo. “Los hombres tenemos que estar para llegar a ser”, reflexiona. Y estar significa posicionarse “al lado del feminismo pero no al frente de la manifestación”. Este 8M, pero también todos los días, corresponde a los hombres “implicarse para llegar a ser feministas”, zanja el exdelegado. La otra opción es el machismo, completa, no existe un espacio neutral.
Uno de cada cinco hombres jóvenes cree que no existe la violencia machista y la mitad no la considera un problema grave. Son chicos de entre quince y veintinueve años, según el barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), y la cifra se ha duplicado en los últimos cuatro años. La batalla por la igualdad tiene también un desafío con ellos: encontrar referentes masculinos que impugnen los discursos machistas.