Los errores que defenestraron a Kamala Harris en 2020 y que no debería repetir en 2024

La vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, habla durante un mitin de campaña en el Georgia State Convocation Center en Atlanta, Georgia, EE.UU.

Es junio de 2019. Queda poco más de un año para la celebración de unas elecciones que pueden marcar un antes y después en Estados Unidos. Donald Trump, que en ese momento ocupa el Despacho Oval, busca la reelección para un segundo mandato. Los demócratas aún persiguen al candidato perfecto para hacerle frente. En medio del verano, el partido celebra uno de los primeros debates entre los postulados para la nominación presidencial. En el escenario de un gigantesco plató se citan algunos de los favoritos para ganar la carrera. Entre ellos están el exvicepresidente Joe Biden o el senador Bernie Sanders. Pero esa noche, los titulares no van a ser para ellos, sino que los va a acaparar una senadora negra de California a la que las encuestas no dan precisamente muchas posibilidades de ser elegida.

En un momento del debate, la mujer pide la palabra y con aplomo y seriedad se dirige directamente a Biden: “No creo que seas un racista, pero me dolió oírte alabar a dos senadores que construyeron su carrera sobre la segregación racial en este país. Y no solo eso, también trabajaste junto a ellos para eliminar el transporte escolar no segregado. Había una niña en California que era parte de esos autobuses no segregados, y esa niña pequeña iba a la escuela cada día en autobús. Esa niña pequeña era yo”, concluye la senadora. Es entonces cuando el público estalla en aplausos, vítores y gritos. Biden intenta contestar, pero todo el daño ya está hecho. 

Esa mujer que ponía contra las cuerdas al que luego sería el ganador de esas primarias demócratas y posteriormente presidente de los Estados Unidos no era otra que Kamala Harris. Su intercambio con Biden fue, probablemente, el momento más álgido de un camino lleno de fallos estratégicos, descoordinación y falta de dinero que acabó condenando a la actual vicepresidenta a suspender su campaña el 3 de diciembre de ese mismo año, 2 meses antes de que se empezara a votar en las primarias.

Un desenlace fatal que, cuando comenzó su campaña, era difícil de prever. Cuando se presentó en 2020, Harris parecía haber completado toda la lista de requisitos para optar a ser una candidata presidencial: había comenzado su carrera como Fiscal de Distrito en San Francisco para luego ascender a Fiscal General de California y, finalmente, ser senadora por ese mismo estado. Además, su perfil de mujer progresista racializada parecía también impulsarla dentro de un electorado demócrata que buscaba figuras como ella para identificarse tras el fracaso de 2016. Sin embargo, todo falló y su candidatura ni siquiera llegó a Iowa, el primer estado en votar en las primarias. Pero ¿por qué terminó fracasando Harris? y sobre todo ¿qué ha podido aprender de esos fallos para que no se vuelvan a repetir en 2024?

Sin un perfil de votante claro

Probablemente, si hubiera que destacar un tropiezo por encima de todos los que realizó Harris en 2020, ese fue su incapacidad de apelar a un grupo concreto de votantes entre el electorado demócrata. Mientras que otros candidatos como Biden, que tenía un apoyo tremendo entre la población negra, o Sanders, el cual apelaba a un electorado más joven y progresista, sí tenían esa base de votantes, Harris se quedó atrapada en medio de la nada, sin un público claro al que dirigirse. “Durante su campaña, intentó adquirir una narrativa que a Obama le fue tan bien en 2008 y que se basaba en representar un cambio generacional incorporando un perfil de mujer racializada. Sin embargo, a diferencia de Obama y de otros candidatos, ella nunca logró movilizar una base de apoyo concreta que llevara en volandas su campaña”, explica Alex Maroño, periodista y analista de El Orden Mundial especializado en Estados Unidos. 

Además, las circunstancias no le fueron nada propicias. Sanders no solo fue quien le robó buena parte de ese electorado joven al que en principio quería apelar, también su historial como fiscal le jugó una mala pasada. “Al principio de su carrera, Harris construyó un perfil de persona muy dura contra el crimen y eso el electorado más joven y progresista lo castigó. Y si añadimos que las primarias fueron en 2020, un momento en el que la violencia policial y racial estaba en el centro del debate, Harris tenía mucho perdido. Recuerdo que la llegaron a llamar Kamala the cop (Kamala la policía), señala Maroño.

Sin embargo, la vicepresidenta parece tener ahora las cosas mucho más claras. Harris ha ganado mucha popularidad en los últimos años entre las mujeres por su defensa al derecho al aborto y, además, los votantes la perciben mucho más progresista que en 2020 por estar enfrentándose a un candidato como Donald Trump y no contra otros demócratas. Eso sí, sin despreciar al centro. “Los demócratas tienen una estrategia mucho más clara, Harris quiere buscar un voto más moderado porque saben que es por donde más daño pueden hacer a Trump. Lograr atraer a un votante republicano clásico es no solo un voto más para ella sino también uno menos para el otro partido”, sostiene Pedro Soriano Mendiara, analista de Agenda Pública experto en política estadounidense. A su vez, Harris ha logrado un aliado inesperado para movilizar a ese voto joven que tanto le faltó en 2020: TikTok, una red social donde miles de usuarios han realizado memes y vídeos virales alrededor de su figura.

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Francisco Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad de Extremadura y visitante en la estadounidense Georgetown, también trae a colación otra cuestión que vio muy relevante en las primarias: su baja experiencia y nivel de conocimiento del electorado con respecto a los favoritos. “Por una parte tenía a Biden, que llevaba ahí desde hace mucho tiempo y contaba con todo el establishment detrás de él y, por otra, a Sanders, que llevaba siendo el gran nombre del ala más a la izquierda del partido desde 2016”. Un problema que ahora no tendrá después de una vicepresidencia que, si bien ha sido de perfil bajo, le ha permitido darse a conocer entre el electorado. 

Ni financiación ni proyecto de país

Otros problemas a los que se enfrentó Harris en 2020 fueron su incapacidad de tener grupos de presión importantes dentro del Partido Demócrata afines a su candidatura, su dificultad para atraer a donantes y su bajo impacto mediático. Todo ello quizás favorecido, como después se ha conocido, por un equipo de campaña que resultó poco profesional y en el que hubo numerosos fallos operativos. “Harris es la misma persona que en 2020, pero la gran diferencia con respecto a las primarias es que ahora la campaña la va a llevar la plana mayor del Partido Demócrata, y eso se va a notar mucho”, comenta Soriano. 

En cuanto a la recaudación de fondos, Harris ha solucionado con creces este problema, consiguiendo cantidades récord en los días posteriores a la renuncia de Biden. El músculo económico de la campaña del ahora presidente ha pasado íntegramente a ella, e incluso se ha incrementado gracias a la renovada figura de Harris. De la misma forma que el dinero, también ha aumentado exponencialmente el apoyo a la vicepresidenta dentro del partido, que se ha unido completamente en torno a Harris para evitar una división que podría haber sido demoledora para sus expectativas. “Ha sido fascinante ver cómo los demócratas han solucionado esto. No solamente han empujado a Biden a retirarse sino que también han dejado claro que no iba a haber una convención abierta y que se iba a dar el apoyo a Harris porque era la vicepresidenta”, comenta Soriano

Algo que también le falló a la ahora candidata a la presidencia en las primarias demócratas fue su incapacidad de establecer una narrativa clara sobre el proyecto de país que quería para Estados Unidos. “En 2020 era una de cal y otra de arena. En temas importantes de la campaña muchas veces cambiaba su posición o era poco clara, pasando de estar en contra a estar a favor. También le faltó concretar políticas claras y concretas para los problemas del país, algo que sí tenían Biden y Sanders”, explica Maroño. Esta falta de narrativa y de proyecto de país es aún algo que se la critica a día de hoy. Muchas veces, Harris es buena hablando de temas específicos, como por ejemplo el aborto, donde puede manejar muchos datos, pero sufre más cuando se le plantea una visión a largo plazo de Estados Unidos.

Un escenario completamente diferente

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Si bien la campaña de 2020 puede ser una buena referencia para ver el pasado de Harris, el escenario al que se enfrenta la ahora vicepresidenta es muy diferente. “Esta es una pantalla completamente distinta, un reset de todo lo que ha hecho anteriormente”, sostiene Rodríguez Jiménez. En este sentido, la vicepresidenta se tendrá que enfrentar a un electorado muy diferente y mucho más diverso que el que la eligió como senadora en California o el de las primarias. “No es gran comunicadora y nunca ha tenido enfrente a una población general, siempre ha estado en ambientes progresistas o con público demócrata”, señala Maroño sobre la posible dificultad de Harris en una campaña a nivel nacional.

Si bien ese aspecto le puede jugar en contra, en estas presidenciales tiene un complemento que no tuvo en las primarias y que le puede ayudar a llegar a capas de la población que, por su perfil, quizás le cueste más: el candidato a vicepresidente. La persona que acompañe a Harris en el ticket será anunciada el próximo martes en Philadelphia (Pennsylvania), en lo que es un momento trascendental para su candidatura. “Es importante a quien elija porque ella sola no va a poder llegar a todos los posibles votantes demócratas. Será muy buena entre los jóvenes y las personas negras, pero tendrá más dificultades para atraer a la clase media y a los más mayores”, explica el profesor de la Universidad de Extremadura

Entre todos los nombres, parece sobresalir en los últimos días el del gobernador de Pennsylvania, Josh Shapiro. Su perfil es uno de los más atractivos para Harris: es un hombre blanco de más de 51 años con una carrera como abogado muy prestigiosa y, sobre todo, proveniente de un estado clave para las elecciones. Ahora mismo, Pennsylvania es uno de los lugares más competidos con un empate técnico en la media de encuestas y la selección de Shapiro, con más de un 60% de aprobación allí, puede inclinar definitivamente la balanza. “A ella la perciben como más progresista y, si al final Shapiro es el elegido, está mandando un mensaje muy claro de giro hacia al centro, porque en el tema crítico en política exterior como es Gaza, los demócratas estarían presentando a una candidatura con gran presencia judía. Shapiro es judío, y el marido de Harris, Doug Emhoff, también lo es, aunque es cierto que ambos son críticos con Netanyahu”, zanja el analista de Agenda Pública.

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