La victoria de Tusk rompe la estrategia de la extrema derecha europea
El giro político que sale de las urnas polacas tendrá unas repercusiones nacionales copernicanas al sacar del poder a la extrema derecha del Pis, sobre todo en materia de independencia judicial, de cambio de relaciones políticas con los países vecinos y de libertad de los medios de comunicación públicos, pero sobre todo tendrá repercusiones europeas que rompen la estrategia de los principales partidos de extrema derecha del continente. El PiS está en el Parlamento Europeo en el mismo grupo (ECR) que Vox o que la derecha nacionalista flamenca del NVA. A su derecha tiene a ID, donde forman entre otros los eurodiputados de la francesa Marine Le Pen, los del italiano Matteo Salvini o los neonazis del flamenco Vlaams Belang.
El primer damnificado por el resultado electoral polaco es el húngaro Viktor Orban, que se las prometía felices tras la victoria del social-populista Robert Fico en Eslovaquia y esperaba que el PiS siguiera en el Gobierno en Varsovia. Su salida deja a Orban sin su mayor y más fiel aliado, porque más allá de los choques en relación a la guerra de Ucrania, han ido de la mano en todos los demás asuntos y se han protegido uno a otro en el Consejo de la UE y en los Consejos europeos cuando había que tomar decisiones contra uno de esos dos países. Sin los polacos, Orban sólo podrá contar con el imprevisible Fico porque, por ahora, la Italia de Meloni no le sirve de parapeto en Bruselas.
La otra derrotada de la noche del domingo es la italiana Giorgia Meloni. La jefa del Gobierno italiano contaba con que Polonia (quinto país de la UE por población) siguiera en su bando, al que además esperaba sumar a un Vox que según sus mejores aspiraciones debía estar ya en el Gobierno español. Orban y Fico completaban el eje.
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Pero el gran derrotado europeo de la noche es el líder del Partido Popular Europeo, el bávaro Manfred Weber. Tusk es probablemente el líder popular que más contrario se muestra a que los partidos de centro derecha pacten con los de extrema derecha. Quiere mantener siempre y en todas las instituciones un cordón sanitario contra la extrema derecha y cuando el Partido Popular aceptó la entrada, por primera vez, de miembros de Vox en un Gobierno autonómico (el castellano-leonés), Tusk dijo que era una “capitulación” y que esperaba que fuera “un incidente o un accidente y no una tendencia política” en España.
Weber, por su parte, lleva al menos dos años moviendo hilos para que tras las próximas elecciones europeas la derecha tradicional que dirige en el Parlamento Europeo pacte con la extrema derecha que lideraría Meloni. Por eso bendijo, hasta el punto de viajar a Roma, la entrada de Forza Italia (miembro del Partido Popular Europeo) como socio minoritario en el Gobierno de Meloni. Lo único que Weber parece no tragar, porque sabe que eso le acarrearía las críticas de casi todas las delegaciones nacionales de su familia política, es que esos partidos de extrema derecha sean pro Putin.
La derrota del PiS devuelve a las cumbres europeas a Donald Tusk, un clásico dirigente democristiano, puro centro-derecha, liberal en materia económica y conservador en valores morales sin llegar al reaccionarismo del PiS. Eso pone a Polonia de nuevo en la mesa de los grandes europeos porque Tusk vendrá a Bruselas con una actitud constructiva y porque necesita, para empezar, que la Comisión Europea levante los fondos que le mantiene bloqueados a Polonia. El discurso anti extrema derecha de Tusk será mucho más audible desde el Consejo Europeo que el de Manfred Weber desde la Eurocámara.