La condena por el asesinato de George Floyd, un primer paso para acabar con el racismo policial en EEUU

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Alexis Buisson (Mediapart)

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En la esquina de East 38th Street y de Chicago Avenue, en Mineápolis, cientos de personas se habían dado cita este martes 20 de abril en memoria de George Floyd. Fue allí mismo donde, el 25 de mayo de 2020, el hombre afroamericano de 40 años moría, con el cuello bajo la rodilla del policía blanco Derek Chauvin.

Minutos antes de que la multitud comenzara a congregarse en masa en este cruce cerrado al tráfico, un jurado popular había condenado al expolicía de los tres cargos (asesinato, homicidio involuntario y violencia deliberada) que se le imputaban. El veredicto se dio a conocer en la torre del Palacio de Justicia del condado de Hennepin, a pocos kilómetros de allí; el fallo llegaba al cabo de diez horas escasas de deliberación, después de un juicio de tres semanas muy mediático y seguido de cerca en una ciudad aún conmovida por la emoción.

Para Lavasin McMillion, una mujer afroamericana que creció a poca distancia del cruce donde murió George Floyd, el fallo es “histórico”. “Estoy muy contenta por nuestra ciudad y nuestro estado. Es un momento de celebración, pero también de tristeza al pensar en George Floyd y familia. Este juicio ha hecho resurgir muchos traumas en la comunidad negra. Siento que es la primera vez que puedo respirar en mucho tiempo”, reflexiona.

El cruce de East 38th Street y Chicago, situado en un barrio residencial de casas pequeñas con jardines plagados de pancartas de Black Lives Matter (La vida de los negros cuenta), se convirtió en el epicentro del nuevo movimiento antirracista que recorrió Estados Unidos tras la muerte de George Floyd. Tras la tragedia, se transformó en “George Floyd Square” con, a modo de pieza central, un enorme puño cerrado rodeado de retratos de víctimas de la brutalidad policial como pieza central. La acera frente a Cup Foods, la tienda de alimentación a cuyas puertas fue asesinado George Floyd, se ha convertido en un memorial al aire libre, con ramos de flores, velas y diversos mensajes dejados aquí y allá.

Al otro lado de la calle, en una gasolinera abandonada, figura la frase “donde está el pueblo, está el poder”. La zona está protegida por vallas y bloques de hormigón. Según el punto de entrada, un letrero da la bienvenida al “Estado libre de George Floyd”, otro pide a las “personas blancas” que “se centren” y les recuerda que vienen a “apoyar y no a ser apoyadas”.

Este martes, la multitud multirracial, multiconfesional y multigeneracional que se ha dado cita en el lugar es un reflejo de los Estados Unidos que se manifestaron durante el verano para exigir el fin del racismo sistémico y la violencia policial contra las minorías racializadas. Hay parejas multiculturales, así como grupos de amigos de distintos colores de piel, personas mayores y chicas con velo, blancos contra el supremacismo blanco o jóvenes negros orgullosos de sus raíces...

Andrea, una residente hispana, admite que “lloró” cuando escuchó la lectura del veredicto. “No quería estar sola hoy”, confiesa. “Necesitamos a la Policía, pero ¡queremos que deje de matar a negros o latinos”.

Al igual que los demás residentes de Mineápolis, escenario de disturbios y violencia el pasado verano, esperaba el anuncio del veredicto con cierta inquietud. El centro de la ciudad, donde se encuentra el Palacio de Justicia, estaba prácticamente desierto el martes y muchos negocios se habían pertrechado en previsión de saqueos. Las tensiones aumentaron a mediados de abril con la muerte de Daunte Wright, un joven afroamericano de 20 años, asesinado por una policía que aseguró haber confundido su pistola eléctrica taser con su arma de fuegotaser . Esta nueva tragedia, en los suburbios de Mineápolis, provocó violentos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden. “Con este caso, hemos pasado a ser una zona de ocupación militar”, añade Andrea.

Por la tarde, una pastora local tomó un micrófono para iniciar una “vigilia multiconfesional”. Por supuesto, hay que celebrar el veredicto, dijo un participante, pero también debemos seguir la lucha. Después del de Derek Chauvin, a finales de agosto comenzará el juicio a sus tres compañeros, presentes en el momento de la detención de George Floyd. Los activistas contra la violencia policial también piden la condena de Kim Potter, la agente acusada de matar a Daunte Wright. Además, quieren reformar el cuerpo de Policía.

En Mineápolis, a pesar de ser considerada un bastión progresista, el 92% de los agentes que trabajan en la ciudad no viven en ella, uno de los índices más altos del país, y la policía municipal tuvo en 2020 un presupuesto seis veces mayor que el del departamento de sanidad. Aunque el Ayuntamiento votó el año pasado la sustitución de su Policía por otro sistema, el ambicioso proyecto se ha retrasado y el alcalde demócrata Jacob Frey ha llegado a pedir financiación adicional en respuesta al aumento de la delincuencia.

“Tenemos que seguir luchando. Este veredicto es sólo el primer paso en el camino hacia la igualdad real. No habrá Justicia mientras haya racismo en la educación, en la sanidad, en el empleo”, observa Shelia King, una afroamericana nacida en Mineápolis. “Hasta ahora, los policías rara vez eran condenados por sus acciones. Podían hacernos daño sin preocuparse de las consecuencias. Ahora ha cambiado el viento. Y es sólo el principio”.

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Traducción: Mariola Moreno

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