Biden se arriesga a repetir en Ucrania los errores cometidos por EEUU desde la caída del bloque soviético

Ejercicios tácticos del Ejército ucraniano en un campo de tiro cerca de Rivne, el 16 de febrero de 2022.

François Bougon (Mediapart)

Con escepticismo recibía este miércoles la OTAN el anuncio del Ministerio de Defensa de Rusia del repliegue de tropas de la península ucraniana de Crimea, anexionada en 2014. "No sabemos qué va a ocurrir", señalaban fuentes de Naciones Unidas, que han decidido a su vez incrementar su presencia en la frontera.

Porque, en la crisis ucraniana, Estados Unidos acusa a Moscú de librar una guerra de desinformación. A su vez, lanza una guerra de información para revelar las maniobras del Kremlin destinadas, según Washington, a provocar las condiciones para justificar una invasión rusa. Una forma, subraya The New York Times, de “ganar al maestro [Vladimir Putin] en su propio juego”. 

En este contexto, como es obvio, hay quien recuerda las maniobras de Estados Unidos que llevaron a la guerra de Irak en 2003 –aunque la situación es muy diferente debido al compromiso de Joe Biden de no enviar tropas en caso de invasión de Ucrania por parte de Moscú– y algunos periodistas han aprendido la lección negándose a tomarse al pie de la letra las afirmaciones de la Casa Blanca o del Pentágono. Como Matt Lee, que se ocupa de las cuestiones diplomáticas en la agencia Associated Press, que mantuvo un tenso intercambio verbal sobre este tema con el portavoz del Pentágono, Ned Price, a principios de febrero.   

Matt Lee presionó a Price sobre las pruebas de Washington de un vídeo de propaganda montado por Moscú con muertes falsas y actores y actrices reales. Incluso acusó a las autoridades estadounidenses de entrar “en el terreno de Alex Jones”, el presentador de radio de extrema derecha que llegó a afirmar que un tiroteo mortal en un instituto en 2012 no era sino una información falsa de las autoridades para justificar el control de armas.

Luego añadió: “¿De qué pruebas disponen para sostener la idea de que se está haciendo una película de propaganda?”. No obtuvo respuestas satisfactorias, el portavoz se enredó y el reportero le recordó el cambio de siglo: “Pienso en las armas de destrucción masiva en Irak...”.

En respuesta, el portavoz del Pentágono sobreentendió lamentablemente que Matt Lee era prorruso, diciendo: “Si duda, si duda de la credibilidad del Gobierno de EE.UU., del Gobierno británico, de otros gobiernos, y quieren consolarse con la información que los rusos están publicando...”. Ned Price acabó disculpándose en Twitter, explicando que había telefoneado al interesado.   

Mientras Washington sufre un problema de credibilidad en estas cuestiones debido al precedente iraquí, empieza a surgir un debate –a pesar del revuelo mediático sobre la inminencia de la guerra en Ucrania– sobre la responsabilidad de Estados Unidos en la situación actual, incluyendo un cuestionamiento del papel de la OTAN desde el final de la Guerra Fría. Implica tanto a figuras de derechas, partidarios del expresidente Donald Trump que son partidarios de un cierto aislacionismo, como a izquierdistas como Bernie Sanders.

Entre los primeros, destaca un político nacido en 1979, el año en que el Ejército ruso invadió Afganistán, Josh Hawley. Este senador republicano de Misuri, odiado por muchos por su apoyo incondicional al expresidente Donald Trump, envió a principios de febrero una carta al secretario de Estado, Antony Blinken, en la que manifestaba su oposición al ingreso de Ucrania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “No está claro que la adhesión de Ucrania sirva a los intereses estadounidenses. De hecho, el deterioro de las condiciones del entorno de seguridad global lleva a presagiar lo contrario”.

Aunque se declare partidario de apoyar a Ucrania para preservar su soberanía frente a las amenazas rusas, no cree que los intereses de Estados Unidos justifiquen ir a la guerra con Moscú. Lo principal, subraya, es hacer frente a la principal amenaza de Estados Unidos: China.

Taiwán es más importante que Ucrania

Un artículo publicado en The Wall Street Journal el domingo 13 de febrero y firmado por dos miembros de think tanks conservadores –entre los que se encuentra un exestratega del Departamento de Defensa con Donald Trump– defiende lo mismo. Elbridge Colby y Oriana Skylar Mastro creen que “Estados Unidos ya no puede permitirse el lujo de expandir su Ejército por el mundo [...]. “La razón es sencilla, una China cada vez más agresiva”, escriben. En lugar de “distraerse” con Ucrania, Washington debería centrarse en Taiwán, otro foco de tensión geopolítica.

Y ambos analistas señalan la responsabilidad de los europeos porque, dicen, “está al alcance de Europa, ya que el poder económico combinado de los estados de la OTAN eclipsa al de Rusia [...]. Estados Unidos debe seguir comprometido con la defensa de la OTAN, pero reservando sus recursos fundamentales para la lucha principal en Asia y en Taiwán en particular. Negar a China la capacidad de dominar Asia es más importante que cualquier cosa que ocurra en Europa. Para ser franco, Taiwán es más importante que Ucrania”.

Si, como señala The New Yorker, los demócratas odian a Josh Hawley por su apoyo a los asaltantes del Capitolio el 6 de enero de 2020 en la capital estadounidense, su posicionamiento sobre la crisis ucraniana ha sido escuchada con atención por sus adversarios.

Mientras que la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, acusó a Hawley de “repetir como un loro los argumentos rusos”, Hawley recibió el apoyo del asesor de asuntos exteriores del senador Bernie Sanders, Matt Duss, que tuiteó: “Hawley es horrible, pero este es el mismo tipo de acusaciones que la administración Bush hizo contra los críticos de la guerra de Irak”.

Bernie Sanders, por su parte, habló primero en The Guardian, declarándose a favor de la finlandización de Ucrania –una eventualidad firmemente rechazada por los dirigentes ucranianos– y luego en el Senado.

Haciendo hincapié en la necesidad de encontrar una solución diplomática, recordó en su intervención los precedentes históricos de Vietnam, Afganistán e Irak: “La intervención militar en Vietnam comenzó lentamente, las guerras en Afganistán e Irak más rápidamente, pero lo que tenían en común era que el establishment de la política exterior insistía en que eran necesarias, que no había alternativa a la escalada y la guerra. Pues bien, resulta que estaban equivocados. Y millones de personas inocentes pagaron el precio”.

Para él, Vladimir Putin, que se apoderó de parte de Ucrania en 2014, tiene una responsabilidad incuestionable en la crisis actual y ahora “amenaza con apoderarse de todo el país y destruir la democracia ucraniana”. Sin embargo, le preocupa el ambiente belicista de Washington y el hecho de que no se reconozcan “las complejas raíces de la tensión en la región [lo que] socava la capacidad de los negociadores para lograr una solución pacífica”.

Por ello, cree que es necesario tener en cuenta los temores rusos sobre la expansión de la OTAN –“obviamente, la invasión por parte de Rusia no es una respuesta; tampoco lo es la intransigencia de la OTAN”—, recordando que Estados Unidos, en virtud de la doctrina Monroe, se ha arrojado el derecho a intervenir en su zona de influencia: al menos una docena de gobiernos han sido derrocados o debilitados por Washington en este contexto... 

Para él, la solución pasaría por tanto por la finlandización de Ucrania. “Es importante reconocer, por ejemplo, que Finlandia, uno de los países más desarrollados y democráticos del mundo, es fronterizo con Rusia y ha decidido no ser miembro de la OTAN. Suecia y Austria son otros ejemplos de países extremadamente prósperos y democráticos que han tomado la misma decisión”.

Una agrupación heterogénea antiblob

Todas estas “palomas” forman, según The New Yorker, una abigarrada agrupación antiblob como se refirió el asesor de Obama Ben Rhodes, en 2016, a la comunidad de “analistas de política exterior de la posguerra fría, contratistas de defensa, periodistas y líderes políticos que siempre parecían estar de acuerdo, en momentos de máxima tensión internacional, en que un pueblo oprimido estaba en peligro, que la libertad estaba en juego y que había que enviar misiles antiaéreos”. 

Entre estos antiblob se incluyen ahora a figuras conservadoras y progresistas, “halcones de China, realistas doctrinarios, antiimperialistas y personas agotadas por las guerras eternas”.

Algunos también recuerdan que expertos en Rusia que han servido en las sucesivas administraciones desde la caída del Muro de Berlín han advertido de la arrogancia estadounidense y de las consecuencias de la expansión de la OTAN a los países del antiguo bloque soviético.

En The New York Times, un antiguo asesor diplomático de George W. Bush se refería al enfado de Putin en 2008 por la decisión de la cumbre de la OTAN de allanar el camino para la adhesión de Georgia y Ucrania, y a su equipo advirtió al presidente estadounidense de “que Putin consideraría los movimientos para acercar a Ucrania y Georgia a la OTAN como una provocación que probablemente provocaría una acción militar preventiva de Rusia […]. Pero al final, nuestras advertencias no fueron escuchadas”.

Como recordó el analista político Peter Beinart, el actual director de la CIA, William Joseph Burns, experto en Rusia y exembajador en Moscú que viajó a la capital rusa en noviembre para reunirse con Vladimir Putin, citó en sus memorias publicadas hace dos años un memorándum que escribió mientras trabajaba como asesor político en la embajada en Moscú en 1995: “La hostilidad a una ampliación precoz de la OTAN se siente casi universalmente en todo el espectro político interno aquí”.

A continuación, en lo que respecta a la extensión del ingreso en la OTAN a Ucrania, sus advertencias son claras en una nota de 2008 a la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice: “La entrada de Ucrania en la OTAN es la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no sólo para Putin)”. Cuando el presidente George W. Bush declaró su disposición a acoger a Ucrania en la OTAN, Burns expresó su preocupación por que “se crearía un terreno fértil para la injerencia rusa en Crimea y el este de Ucrania”. Una vez más, este consejo fue desoído por George W. Bush.

La historia ha dado la razón a Fiona Hill y William Burns y ahora los europeos se enfrentan a la crisis más grave en su territorio desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Traducción: Mariola Moreno

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