Esta misma semana, un nuevo episodio acaecido en la frontera greco-macedonia ha venido a demostrar, si es que todavía era necesario, la determinación que presentan los migrantes y lo absurdo que resulta la política de cierre de fronteras. El lunes 14 de marzo, después de varias horas de marcha para eludir el cierre fronterizo ordenado por Skopje, varios cientos de migrantes cruzaban las aguas crecidas de un río con el fin de alcanzar suelo macedonio, donde les aguardaba el ejército. Según las autoridades de Macedonia, estas personas serán deportadas a Grecia, sin precisar dónde ni cómo ni el marco jurídico que les asiste. Algunas incluso fueron obligadas a volver por donde había venido, a pie.
Hace varias semanas que los migrantes se encuentran retenidos en la frontera, en las inmediaciones de la ciudad griega de Idomeni, a la espera de poder tomar la ruta de los Balcanes que les permita llegar a los países del Norte de Europa, especialmente Alemania. Según las autoridades helenas, el pasado jueves 17 eran casi 10.500 sólo en Idomeni y más de 45.500 transitaban por algún punto del país. El 18 de noviembre entró en vigor un duro sistema de selección, de modo que sólo se permitía el paso a los ciudadanos sirios, afganos e iraquíes. El 25 de febrero, se endurecieron más los requisitos de modo que sólo podían seguir adelante sirios e iraquíes, a razón de un máximo de 580 al día. En la última semana, ese número ha sido igual a cero. Al igual que Eslovenia, que cerró herméticamente su frontera, Skopje ha hecho lo propio, al menos hasta la celebración, este jueves y viernes en Bruselas, del Consejo de Europeo: en estos momentos ningún inmigrante cruza el paso fronterizo de Idomeni.
El problema es que, con esta decisión unilateral, Macedonia –país no miembro de la Unión Europea– controla de facto una frontera exterior de la UE y del espacio Schengen, la que la separa de Grecia. Pero también es la frontera de acceso a los Balcanes y por ende la que permite acceder a la UE vía Hungría o Eslovenia. De este modo, Skopje endosa a Grecia todo el peso de la ola de inmigración, país que sí forma parte de la UE. Y recurre a métodos cuestionables: intimidaciones, represión policial e intervención del ejército se convierten en moneda corriente y no se respetan los derechos de los migrantes, sobre todo el de presentar una solicitud de asilo.
La Convención de Ginebra, que Macedonia firmó el 18 de enero de 1994, prevé que, con independencia de cómo haya llegado a un país un individuo, no puede ser devuelto a la frontera en modo alguno si antes no ha tenido ocasión de solicitar asilo, y el asilo, una vez obtenido, les garantiza protección. “Ningún Estado contratante podrá, por expulsión o devolución, poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de los territorios donde su vida o su libertad peligre por causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, o de sus opiniones políticas”, estipula la Convención de 1951. Asimismo, la Declaración de Naciones Unidas sobre el Asilo Territorial, adoptada en 1967, precisa: “Ninguna de las personas a que se refiere el párrafo 1 del artículo 1 será objeto de medidas tales como la negativa de admisión en la frontera o, si hubiera entrado en el territorio en que busca asilo, la expulsión o la devolución obligatoria a cualquier Estado donde pueda ser objeto de persecución”.
Y eso no es todo. El 29 de febrero, la Policía macedonia lanzaba gases lacrimógenos a los que trataban de franquear la frontera con la intención de impedirles el paso... Un tercer país de dos millones de habitantes que hace y deshace en la política migratoria de la UE y sus fronteras, ¿cómo hemos llegado a ese punto?
Para el periodista Iseni Bashkim, albanés de Macedonia residente en Suiza, la actitud de Macedonia es condenable a todas luces y el racismo de las autoridades “insoportable”. Este país ha heredado una lógica totalitaria en la forma de tratar a los migrantes y presenta una incapacidad real, falta de conocimientos en la materia”. Pero la UE también es responsable, según el fundador de una página de información sobre los Balcanes. “La UE se desentiende estigmatizando estos pequeños países que no tienen ni recursos ni la madurez suficiente para ocuparse de estas miles de personas. Pero, a la hora de la verdad, ¡les viene bien que Macedonia bloquee la frontera! Y cuando Donald Tusk [el presidente del Consejo] viene a Skpje para decir a los refugiados “no vengáis a Europa”, ¡se pone al borde del ridículo! Europa no está a la altura. Mientras los Balcanes sigan siendo lugar de paso, se hace necesario dotarse de las herramientas necesarias, del conocimiento y de derechos humanos, para abordar este problema estructural Hay que dejar de abordarlo como si estuviésemos ante una situación de emergencia”.
En realidad, según Erwan Fouéré, del think thank, con sede en Bruselas, Center por European Policy Studies, “Macedonia ha hecho lo que se acordó el 24 de febrero en Viena, adonde el Gobierno austriaco invitó a los países de los Balcanes, aunque no a Grecia ni a Alemania ni a las instituciones europeas. La decisión de Viena era unilateral, se tomó al margen del marco europeo y es reveladora de la falta de coordinación y de solidaridad europeas”. La decisión molestó a todo el mundo y Atenas llamó inmediatamente a consultas a su embajador en Viena.
Pero el alineamiento de Skpje en los Balcanes también está relacionado con la situación política interior de Macedonia. El Ejecutivo, muy cuestionado en la calle desde el año pasado, debe hacer frente a persistentes acusaciones de fraude electoral y de abuso de poder. Algunos exmiembros del Gobierno también están inmersos en procesos judiciales, la situación es crítica para el partido de derechas –en el poder– y las elecciones son en junio. Tal y como recogía Le Courrier des Balkans la semana pasada, “el autoritarismo creciente del régimen de Nikola Gruevski” [ex primer ministro que dimitió en enero tal y como recogía el acuerdo de salida de la crisis] se ha adueñado literalmente del Estado macedonio. Basta con detenerse en la sentencia del Tribunal Constitucional, conocida hace unos días, que permite al presidente de la República aumentar los casos de amnistía a aquellas personas sospechosas de cometer fraude electoral. Una decisión que puede ser todo menos casual porque se produce después de la acusación de la Fiscalía Especial de hace unas unas semanas contra dos ex ministro de Gruevski, ambos sospechosos de cometer irregularidades en las elecciones de 2012. Los juristas han calificado esta decisión del Tribunal Constitucional de golpe de Estado”.
Para Erwan Fouéré, entrevistado en Bruselas, la estrategia es clara: “El Gobierno macedonio se sirve de la crisis de los refugiados para tratar de ocultar estas acusaciones de fraude y a la vez para mostrar a la UE que hace todo lo posible por acabar con esta ruta migratoria. Quiere ser reconocida por esto, lo que le permitiría volver a poner sobre la mesa la cuestión de su adhesión a la UE”.
Grecia y Macedonia
Alinearse con Viena y Budapest en lo que respecta a las fronteras no es gratuito. Para Skopje, es el momento de conseguir, implícitamente, un acuerdo nada desdeñable para su cuestionado Gobierno. De hecho, ninguno de estos dos países ha hecho ningún comentario sobre los escándalos que pesan sobre el Ejecutivo macedonio, pese a que la situación se degrada a todos los niveles en el país. En seis años, Macedonia ha retrocedido más de 80 puestos en la clasificación de Reporteros Sin Fronteras, hasta ocupar el número 117 del ranking, es decir la última posición de la zona UE-Balcanes. Visto así, se comprende porqué el país cuenta con el apoyo de la Hungría de Viktor Orban... Por parte de Austria, no se trata tanto de proximidad ideológica como intereses económicos... Viena siempre ha apoyado la posible adhesión de Macedonia a la UE. El actual comisario europeo de Ampliación de la UE, Johannes Hahn, es austriaco... Y su trayectoria profesional previa le ha permitido establecer sólidos lazos con Skopje, tal y como informaba Le Courrier des Balkans en febrero. El comisario fue el máximo responsable de Novomatik, empresa austriaca de casinos que, entre otros, alquila máquinas tragaperras a Macedonia y que está siendo investigada por blanqueo en Austria.
Por tanto, no es de extrañar que no haya habido ninguna reacción desde la tras el cierre de la frontera de Macedonia ni en cuanto a los métodos empleados, contrarios al derecho europeo. Sólo el empleo de gases lacrimógenos parece haber emocionado al portavoz de la Comisión. “La Comisión está muy preocupada por las imágenes que se han visto”, dijo Margaritis Schinas al día siguiente, a principios de marzo. “La Antigua República Yugoslava de Macedonia por supuesto que tiene derecho a defender sus fronteras, pero esta imágenes ponen de manifiesto que la solución viable es una solución europea, de unidad”. Sólo Angela Merkel, ahora sola tanto en su país como en Europa, ha criticado el bloqueo de esta frontera y se ha opuesto firmemente al cierre de la ruta de los Balcanes.
La prueba más evidente de que la actitud de Skopje, en el fondo, no molesta a casi nadie, es que la candidatura de Macedonia a la UE de momento no ha sido cuestionada y las instituciones europeas siguen siendo parte activa en el proceso nacional de salida de la crisis iniciado el año pasado. En Bruselas, la portavoz de “Negociaciones para la Ampliación y Política Europea de Vecindad” de asuntos exteriores europeos, Maja Kocijancic, explica: “La cuestión migratoria no es de mi competencia está completamente al margen de la ampliación”. ¿Y si se produce violación de derechos humanos en la frontera? “No estamos en ese punto en que hablamos de derechos humanos con la Antigua República Yugoslava de Macedonia: no hemos entrado en la fase de las negociones. Es un país que todavía se encuentra en plena transición política y económica, la situación es compleja y estamos todavía lejos de haber iniciado las negociaciones”. El país tiene el estatus de candidato desde 2005. “En 2009, la Comisión emitió recomendaciones previas a la apertura de las negociaciones de adhesión, pero las condiciones no se cumplían, por lo que el Consejo de la UE rechazó, por ahora, el proceso. La UE trabaja en la puesta en marcha de un acuerdo político nacional. El comisario Johannes Hahn y tres eurodiputados se han desplazado a Skopje para colaborar en la firma de este acuerdo que ha de permitir el correcto desarrollo de las elecciones, que se celebrarán a principios de junio”. Estos tres diputados son el esloveno Ivo Vajgl, el eslovaco Eduard Kukan y el británico Richard Howitt. Y no es casualidad, dos proceden de este país de Europa central cuyos gobiernos comparten la posición de Macedonia en materia de refugiados...
En realidad, el Ejecutivo macedonio está presente en todos los frentes. Alianza con Viena y Budapest, en busca de apoyo en Bruselas, crítica sin vergüenza de Grecia... Todos los argumentos son buenos para presentarse como la víctima de la crisis de los refugiados sin temor a parecer que obra de mala fe. En una entrevista concedida a Bild, el presidente Gjorge Ivanov señalaba que Macedonia lleva gastados 25 millones en la acogida de los refugiados sin haber recibido un céntimo de Europa para la gestión fronteriza (los griegos “consiguen todo lo que quieren”). Es falso, Skpje ha percibido diez millones de la Comisión para mejorar la gestión de las fronteras y la situación de los migrantes. El jefe del Estado se erige en defensor de la UE y de Schengen frente a una Unión incapaz de coordinarse y una Grecia que se considera que actúa de manera laxa, o incluso que favorece la llegada de migrantes al continente. “Algunos supuestos refugiados viajan con identidades falsas por el continente y Grecia les estampa el sello que les permite seguir el viaje”, dice al diario alemán. Este tipo de acusaciones prosiguieron el lunes con la llegada del convoy de migrantes que intentaba abrirse paso: Skopje llegó a insinuar que los migrantes cuentan con el apoyo de las autoridades griegas...
Pero tirar la piedra sobre las instituciones europeas o sobre su vecina Grecia no convence. El país “puede acoger refugiados”, puntualiza Erwan Fouéré, que estuvo en Skopje entre 2005 y 2011 como representante de la UE. “Acogió 320.000 durante la guerra de Kosovo y entonces desplegó rápidamente campamentos”. La demanda de financiación ha de ser relativizada. “Cuando se sabe que Skopje ha gastado casi diez millones de euros en una estatua de Alejandro el Grande en la capital, es difícil creer que carece de medios económicos”.
En cuanto a la acusación vertida contra Grecia, no es casual. Hay que entenderla desde el punto de vista de los antagonismos que enfrentan a ambos países desde la desmembración de Yugoslavia. Skopje y Atenas, en los años 90, se enredaron en la “pugna del nombre”; la primera reivindicaba el nombre de Macedonia y la harencia de Alejandro el Grande mientras que la segunda se oponía, argumentaba que Grecia contaba ya con una región llamada Macedonia donde se encuentran numerosos vestigios vinculados al imperio de Alejandro. Grecia terminó por imponerse: aunque fuera de Grecia, el nombre de Macedonia es el que se emplea para hablar de este Estado de los Balcanes, oficialmente, para las instituciones europeas, el país es Antigua República Yugoslava de Macedonia (Fyrom, en inglés).
“Con esta crisis, Macedonia se está vengando de Grecia”, dice Pierre Sintès, geógrafo de la Universidad de Aix-en-Provence y especialista en los Balcanes. “El cierre de su frontera es fruto de una serie de acontecimientos europeos, pero localmente son hay otros elementos. Los recelos mutuos entre ambos países hacen imposible cualquier coordinación fronteriza”. Que esta tensión se encuentra muy presente, de ambos lados de la frontera, se puso de manifiesto el pasado miércoles. Ese día el ministro griego delegado de Política Migratoria, Yannis Mouzalas, habló de Macedonia y no de Fyrom, como es habitual en Grecia. La derecha griega protestó de inmediata, también lo hicieron los soberanistas de Anel, los socios de Syriza, quienes pidieron la dimisión del ministro...
Los expertos dice que, además de los problemas jurídicos, políticos y diplomáticos que supone el cierre de esta frontera, éste no resuelve la crisis de los refugiados. “El bloqueo de una ruta lleva a la apertura de otros itinerarios”, insiste Pierre Sintès. “El paso por Bulgaria parece complicado, puesto que el Gobierno búlgaro ha anunciado el cierre de su frontera con Grecia, pero el flujo puede desplazarse. Las rutas marítimas con salida de los puertos griegos de Patras y Igumenitsa, que comunican con Italia, pueden desarrollarse. Y la ruta albanesa va a atraer a muchas migrantes, aunque es peligrosa por su carácter montañoso y las bajísimas temperaturas que se registran todavía en esta época”. En los 90, decenas de miles de albaneses tomaron esa misma ruta con el fin de instalarse y trabajar en Grecia, donde vive una comunidad de más de medio millón de personas. A día de hoy, los Balcanes, que se han beneficiado tanto de la apertura occidental trasla caída del telón de acero, se repliegan. Parece que se han olvidado de los beneficios que les han reportado las migraciones.
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Traducción: Mariola Moreno
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Esta misma semana, un nuevo episodio acaecido en la frontera greco-macedonia ha venido a demostrar, si es que todavía era necesario, la determinación que presentan los migrantes y lo absurdo que resulta la política de cierre de fronteras. El lunes 14 de marzo, después de varias horas de marcha para eludir el cierre fronterizo ordenado por Skopje, varios cientos de migrantes cruzaban las aguas crecidas de un río con el fin de alcanzar suelo macedonio, donde les aguardaba el ejército. Según las autoridades de Macedonia, estas personas serán deportadas a Grecia, sin precisar dónde ni cómo ni el marco jurídico que les asiste. Algunas incluso fueron obligadas a volver por donde había venido, a pie.