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Macron nombra a su gobierno más derechista dos meses después de que la izquierda gane las elecciones

Manifestantes protestan contra el primer ministro Michel Barnier y piden la destitución del presidente francés Emmanuel Macron, en París, Francia, 21 de septiembre de 2024.

Ilyes Ramdani (Mediapart)

¿Es esta una buena situación, ministro de Michel Barnier? “Sabes, no creo que haya situaciones buenas o malas”, sería seguramente la respuesta de los treinta y nueve miembros del nuevo Gobierno, parafraseando a Édouard Baer interpretando a Otis en Astérix: Misión Cleopatra. Al fin y al cabo, la vida es “ante todo gente que conoces, gente que te tiende la mano”, continúa el escriba egipcio de esta película.

Ante la composición del Gobierno anunciada el sábado 21 de septiembre en un comunicado del Elíseo, Michel Barnier ha tendido una gran mano. El nuevo Jefe de Gobierno ofrece a una veintena de actuales y antiguos diputados y alcaldes su primera experiencia ministerial, a partes iguales procedentes de las dos fuerzas ahora asociadas al poder, la antigua mayoría y la derecha de Los Republicanos (LR).

Para la derecha en la oposición, es Navidad en septiembre. En un partido que se había acostumbrado a las debacles electorales, el Gobierno de Barnier ofrece una magnífica oportunidad de saborear el poder a toda una caterva de elegidos que llevaban doce años viendo pasar los trenes.

Viejo conocido de la derecha, Michel Barnier ha atendido a todos los sectores de su familia política. El ala más conservadora está representada por Bruno Retailleau, presidente del grupo LR en el Senado, que tendrá su primera experiencia de gobierno en el Ministerio del Interior, algo con lo que soñó durante todo el quinquenio Sarkozy. La nueva secretaria de Estado de Consumo, Laurence Garnier, conocida por su postura contra la constitucionalización del aborto y el matrimonio homosexual, también encarna esta derecha dura, al igual que Patrick Hetzel, nombrado para el Ministerio de Enseñanza Superior e Investigación.

Bruno Retailleau también lleva a Beauvau, la sede de Interior, a uno de sus amigos íntimos, Othman Nasrou, como secretario de Estado de Ciudadanía y Lucha contra la Discriminación. Privado de Interior, Laurent Wauquiez se queda fuera, pero ha colocado a dos de sus compañeros de viaje en el Ejecutivo: el diputado Alexandre Portier (Formación Profesional) y su antiguo vicepresidente en la región Auvernia-Ródano-Alpes Nicolas Daragon (Seguridad Ciudadana).

Otra figura de LR, Xavier Bertrand, podrá contar con su amigo François Durovray, presidente del Consejo departamental de Essonne y nuevo ministro de Transportes, para representar a su partido. Gérard Larcher, poderoso presidente del Senado, ha conseguido el nombramiento de su amiga Sophie Primas, que heredará la cartera de Comercio Exterior. Valérie Pécresse recibirá en el Ministerio de Familia a Agnès Canayer, partidaria suya desde hace tiempo. Y Michel Barnier no se ha olvidado de sí mismo, con su fiel colega Marie-Claire Carrière-Gée convertida en ministra delegada de Coordinación Gubernamental, toda una novedad.

Para completar la lista, hay que añadir dos figuras del partido que han visto recompensada su lealtad: Annie Genevard, secretaria general de LR, que ha sido nombrada ministra de Agricultura, y François-Noël Buffet, influyente presidente de la Comisión de Derecho del Senado, que ha heredado la cartera de Ultramar. Desde la creación de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) en 2002, la escena política no había sido testigo de la reunión de un espectro tan amplio de partidos de derechas.

En su momento, los centristas de François Bayrou habían rehuido el intento de reunificación instigado por Jacques Chirac. Pero esta vez, ¡están allí! Tras una interminable reunión el viernes en la que varias figuras del MoDem (Movimiento Demócrata) intentaron formalizar la no participación de su partido en el nuevo ejecutivo, se optó por lo contrario. Jean-Noël Barrot, hasta ahora responsable de Europa, ha sido ascendido a ministro de Asuntos Exteriores. Geneviève Darrieussecq vuelve al Gobierno para ocuparse de asuntos sanitarios, y Marina Ferrari pasa de Digital a Turismo.

En total, siete ministros del Gobierno Attal conservan sus puestos ministeriales. Agnès Pannier-Runnacher, que llevaba semanas lamentándose de la deriva derechista, ha aceptado la cartera de Transición Ecológica y Energía. Sébastien Lecornu, Rachida Dati y Catherine Vautrin se han reencontrado con sus viejos amigos, como se decía en tiempos del RPR, aunque esta última será ahora responsable de los territorios. En cuanto a Guillaume Kasbarian, liberal entre los liberales, se encargará de la función pública.

Siguiendo su estela, y porque LR no tiene el monopolio de los regalos, ocho representantes del partido presidencial se incorporan al gobierno. Para algunos, figuras del ala más derechista de Renacimiento, era de esperar, como Maud Bregeon (portavoz) y Benjamin Haddad (Europa). Pero otros, que han dicho lo peor de LR en los últimos años, han aceptado gobernar a su lado. Se trata de Marc Ferracci (Industria), Olga Givernet (Energía) y Astrid Panosyan-Bouvet (Trabajo).

Emmanuel Macron se ha asegurado el nombramiento del diputado Antoine Armand (Economía y Finanzas) y del antiguo ponente del presupuesto Laurent Saint-Martin (Cuentas Públicas), un amigo íntimo que fue tesorero de su última campaña presidencial.

Decidido a no dejar a ninguna subfamilia fuera de su nueva coalición, Michel Barnier ha distribuido los puestos metódicamente. ¿El Partido Radical? Ha puesto a Nathalie Delattre, su senadora y secretaria general, al frente de las relaciones con el Parlamento (lo que sin duda levantará ampollas en el Palais-Bourbon, la sede de la Asamblea Nacional, más explosivo que nunca y del que nunca ha formado parte). ¿La Unión de Demócratas e Independientes (UDI)? Tendrá tres ministros: Valérie Létard (Vivienda), François Gatel (Comercio y Asuntos Rurales) y Fabrice Loher (Pesca).

El resultado es un Gobierno lleno de ideas, aunque poco coherente. En los últimos días, muchas cosas han cambiado, por mil razones diferentes: una personalidad que protesta por la ausencia de un amigo íntimo, Emmanuel Macron que expresa serias reservas sobre un nombramiento, la Alta Autoridad para la Transparencia en la Vida Pública (HATVP) que plantea sus dudas sobre las declaraciones de intereses de los futuros ministros. Los consejeros locales también han alertado a Alexis Kohler, secretario general del Elíseo, y a los propios jefes del Ejecutivo, sobre el perfil «sulfuroso» de un futuro ministro en particular.

La garantía Migaud

En medio de toda esta confusión, algunos nombramientos parecen haberse decidido en el último momento. En Educación, el perfil de Anne Genetet es intrigante. Doctora de formación, ha trabajado sobre la fiscalidad de los expatriados y su protección social, sobre Uber Files y sobre las injerencias extranjeras; es miembro de la Comisión de Defensa tras haber formado parte de la Comisión de Asuntos Exteriores; y se ha interesado por la gestión del cuerpo diplomático. Pero hay poco o nada sobre la educación nacional.

Como en cada remodelación, otros lamentarán durante mucho tiempo haber perdido el tren de Barnier. Stéphanie Rist podría haberse convertido en ministra de Solidaridad si su suplente no se hubiera negado a ocupar un escaño en la Asamblea Nacional. Y Violette Spillebout, Mathieu Lefèvre y otros diputados del grupo Agrupación para la República (EPR) pensaron que había llegado su hora, mientras que Gérald Darmanin pensó que su proximidad a Emmanuel Macron le salvaría el pellejo.

Pero, ¿era el tren de Barnier el correcto? Lanzado dos meses y medio después de las elecciones legislativas, ahora espera impaciente la siguiente estación, la de los Presupuestos. A falta de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, el nuevo Jefe de Gobierno tendrá que recurrir a la misma letanía de medidas 49.3 –disposición constitucional que permite al Gobierno forzar la aprobación de una ley sin votación– que sus predecesores. ¿Qué ocurrirá después? La Izquierda y sus 193 diputados ya han prometido censurarle; en cuanto la Asamblea Nacional decida hacer lo mismo, el buen equipo de Barnier caerá.

Dada la inestabilidad de la situación, la presencia de Didier Migaud plantea interrogantes: ¿qué hace el antiguo diputado socialista en este embrollo? Nombrado ministro de Justicia, el actual presidente de la Alta Autoridad para la Transparencia en la Vida Pública dejará su puesto. En un gobierno tan derechista, se verá presionado ante la austeridad presupuestaria que se avecina.

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Sin embargo, su presencia tiene un mérito: permite a Michel Barnier cumplir su promesa de que la izquierda estaría representada en su equipo. Tras una decena de negativas (como poco), el antiguo comisario europeo obtuvo por fin el beneplácito del exsocialista. Aquí está, ostentando el número dos del Gobierno, una forma casi cáustica de subrayar la incongruencia de su presencia.

El primer Consejo de Ministros tendrá lugar el lunes, anunció Alexis Kohler desde el Elíseo. Rápidamente, los equipos técnicos tendrán que cambiar las placas y los membretes y lanzar con urgencia reimpresiones masivas. En su afán por dejar huella, Michel Barnier ha cambiado los títulos de la mayoría de los ministerios. La cohesión territorial se ha convertido en la asociación con los territorios; la cultura se ha visto acompañada por el patrimonio, la sanidad por el acceso a la asistencia y las fuerzas armadas por los veteranos.

Todo esto va a costar mucho dinero, mientras esperamos la próxima remodelación, el próximo primer ministro y las próximas reformulaciones. Mientras tanto, toda una generación de electos macronistas y de derechas vuelven a estar juntos, después de haberse odiado y luego haberse acercado, con el nuevo punto en común de haber perdido las elecciones del 7 de julio. Con Emmanuel Macron habiendo convertido dos derrotas en una victoria, ahora están en el poder. ¿Pero por cuánto tiempo?

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