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Trump sabe muy bien qué es la 'petromasculinidad' y lo ha aprovechado para ganar

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Mickaël Correia (Mediapart)

Cara New Daggett, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Virginia Tech (Virginia, EEUU), trabaja en ecología política feminista y en 2018 desarrolló el concepto de "petromasculinidad”. Este término describe cómo los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) forman parte central de la identidad masculina dominante e impulsan un estilo de vida y una cultura que, en sus palabras, “estructuran nuestras sociedades patriarcales”.

La profesora Daggett, autora de Pétromasculinité. Du mythe fossile patriarcal aux systèmes énergétiques féministes (Edic. Wildproject, enero de 2023), propone una lectura feminista del escepticismo climático y explica a Mediapart cómo la victoria de Donald Trump también supone una victoria de la petromasculinidad.

En su opinión, la narrativa propuesta por Trump ha logrado ganar terreno, entre otras cosas porque el Partido Demócrata no cuestiona la organización sexista y racista del trabajo en la que se basa el capitalismo fósil.

Mediapart: En 2018, usted definió el término “petromasculinidad”, que en su opinión permite comprender mejor cómo la extracción y el consumo de combustibles fósiles son emblemáticos de la sociedad conservadora occidental y de la masculinidad hegemónica. ¿Cómo se ha expresado esta petromasculinidad durante la campaña de Donald Trump?

Los dos primeros ejes del Proyecto 2025 [la hoja de ruta elaborada por la reaccionaria Heritage Foundation -ndr], que presenta un plan político para la futura administración Trump, son la familia –que propone un menor acceso a la salud reproductiva, así como en una legislación antitrans y antiqueer– y la aceleración de la producción de combustibles fósiles. El texto pasa de una demanda a otra sin explicar cómo están conectadas ideológicamente, pero su primacía y proximidad en el proyecto son muy reveladoras. En resumen, el Proyecto 2025 comienza con la promesa de intensificar la petromasculinidad.

La petromasculinidad ha estado por tanto omnipresente durante estas elecciones, aunque a veces fuera menos obvia porque el clima y la energía no estaban realmente en la agenda de esta campaña, a diferencia de 2020, cuando la izquierda había presionado a Biden para que los convirtiera en un tema político central.

La misoginia de la campaña de Trump ha sido, sin embargo, flagrante, al considerar una cuestión electoral clave el acceso al aborto y a la atención sanitaria reproductiva. Una vez más, apenas hubo en los medios de comunicación la sensación de que esta misoginia estuviera vinculada a las promesas hechas entre bastidores a la industria petro-gasística americana de apoyar sus intereses privados a cambio de financiar la campaña del candidato republicano. Representantes de esta industria ya han redactado órdenes ejecutivas listas para que Trump las firme, en particular para reanudar la concesión de nuevos permisos de explotación de gas que estaban en suspenso, y para perforar cada vez más en tierras y aguas federales.

¿Por qué es importante vincular las cuestiones feministas, el racismo y la explotación de los combustibles fósiles para entender la reelección de Trump?

Pasadas ya las elecciones, la gente sigue viendo estas cuestiones por separado. Se debate si la economía o los problemas de las mujeres han sido los factores más importantes para los votantes, como si fueran cuestiones políticas separables. El Partido Demócrata y el liberalismo en general han contribuido a separar “la economía” del racismo y el sexismo. Sólo los académicos y activistas de izquierdas, que no han tenido voz en esta campaña, insisten en su conexión, viendo cómo el racismo y el sexismo sustentan la explotación en el trabajo, y están ligados a una visión extractivista de la Naturaleza.

Trump también se ha aprovechado de esta separación entre sexismo y capitalismo de los combustibles fósiles. Algunos votantes expresaron que querían un hombre fuerte y autoritario que “arreglara” la economía (aunque su programa perjudique a la clase trabajadora), y que veían la misoginia y el racismo de Trump como un mero fallo suyo.

Pero el atractivo de Trump tenía poco que ver con la economía como cuestión independiente, dadas sus descabelladas e impopulares ideas sobre aranceles a todos los productos importados o recortes presupuestarios desmesurados.

El racismo y el sexismo son parte integrante de su mensaje 'económico'

El atractivo residía en que Trump ofrecía una narrativa simplista sobre la economía. Esta narrativa presentaba unos “malos” fáciles de identificar y, por tanto, unas soluciones fáciles de aplicar: los inmigrantes, las feministas sin hijos y los izquierdistas radicales habían dañado la economía americana; una vez que se acabara con ellos, todo volvería a ir bien.

Esas mismas personas también habían frenado la aceleración de la producción de combustibles fósiles, así que había que ponerlas en su sitio. El racismo y el sexismo son, por tanto, parte integrante de este mensaje “económico”. Es importante subrayar esto si queremos entender el vínculo estructural entre el capitalismo fósil y la misoginia, expresada en forma de petromasculinidad.

¿Por qué ha logrado imponerse esta narrativa petromasculinista en plena emergencia climática?

Desde que empecé a escribir sobre la petromasculinidad, y eso fue durante la primera administración Trump, he estado pensando por qué esta idea era en realidad más amplia e iba más allá de la derecha conservadora.

La extrema derecha es una defensa reaccionaria de un apego más amplio: el erotismo de la expansión energética ilimitada. No hablo sólo de una forma de sexualización del extractivismo de los combustibles fósiles y de los grandes coches. Me refiero también a que las petroculturas –o culturas asociadas al uso de combustibles fósiles– son las que asocian el placer con el acceso a la energía infinita y a un consumismo que depende de esta energía.

Son los combustibles y la industria fósiles los que han dado lugar a este mundo imaginario en el que la gente puede satisfacer todos sus deseos con energía ilimitada.

La petromasculinidad es más evidente en la extrema derecha, porque pone de relieve cómo las petroculturas se han construido sobre órdenes patriarcales, con estrictas normas sexuales y de género, confinando a las mujeres a trabajos relacionados con el cuidado y la reparación. La extrema derecha quiere defender e intensificar descaradamente tanto el sistema patriarcal como los combustibles fósiles. También denuncia la hipocresía del Partido Demócrata, y de muchas democracias liberales, que defienden una política energética de “todo lo anterior” [que consiste en desarrollar al mismo tiempo energías fósiles, la nuclear y las llamadas energías verdes –ndr].

En resumen, el mensaje de la derecha reaccionaria es el siguiente: ¿por qué no celebrar simplemente el petróleo y el gas? Y de paso la misoginia, porque, al fin y al cabo, es difícil mantener los beneficios y un estilo de vida basado en la energía ilimitada sin imponer una violencia terrible sobre los cuerpos feminizados y naturalizados.

La petromasculinidad abraza plenamente esa violencia y rechaza la hipocresía de muchos liberales centristas que nos quieren hacer creer que podemos seguir acumulando enormes beneficios y aumentando nuestras necesidades materiales, mientras estamos desconectados de los daños medioambientales y sociales que esto causa.

Esta idea liberal de desconexión entre crecimiento e impacto ecológico se expresa de forma radical en el ecomodernismo, una corriente de pensamiento nacida en Silicon Valley, que aboga por el uso de la tecnología para responder a la crisis climática, y encarnada por una personalidad como Elon Musk. ¿Cómo se convirtió Musk en un ferviente partidario de Trump?

Esta es la pregunta que más me hacen: ¿cuál es el vínculo entre la petromasculinidad y la masculinidad ecomoderna? Bien, el ecomodernismo es un movimiento tecno-optimista que cree que la expansión de la energía, los materiales y los beneficios puede disociarse de su impacto ecológico gracias a la innovación tecnológica.

Pero aquí se necesita un enfoque de género, en el sentido de que el ecomodernismo sigue entendiendo la Naturaleza –y los cuidados, la reparación y la reproducción– como un conjunto de recursos a utilizar, gestionar y explotar sin límite. Y quizá también como un recurso a proteger en un mundo gobernado por la violencia extractivista, que recuerda a la promesa de Trump de “proteger a las mujeres, lo quieran o no”.

Estoy escribiendo un libro sobre estos vínculos y hay dos puntos importantes a destacar. El primero es entender la masculinidad ecomoderna como un estilo de petromasculinidad, en el sentido de que su ansia de energía ilimitada procede del crisol del capitalismo de los combustibles fósiles. El segundo punto sería repensar estas dos masculinidades dentro de una historia política más profunda, que cuestione la supuesta oposición entre regímenes liberales y autoritarios.

Aunque las masculinidades ecomoderna y petrolera se identifican a veces como políticamente opuestas (en el sentido amplio de liberalismo frente a fascismo), una perspectiva histórica muestra que están profundamente entrelazadas. Comparten supuestos clave sobre el significado de la acción y el trabajo, en contraposición a la supuesta inactividad y las relaciones de interdependencia que caracterizan a la Naturaleza.

Teniendo en mente esta historia, no es sorprendente la migración de alguien como Elon Musk de figura de la acción climática a defensor del trumpismo. En lugar de ver a Musk como un autoritario contenido que ha traicionado su liberalismo anterior, esta historia sugiere que la oscilación disonante entre liberalismo y autoritarismo, una especie de mundo del espejo de la psicología capitalista, para usar la reciente frase de Naomi Klein, ha acompañado durante mucho tiempo al proyecto extractivista fósil.

¿Acabar con la emergencia climática significa también deconstruir la masculinidad dominante?

Sí, y en este sentido, el ecofeminismo permite refutar la separación entre las cuestiones de las mujeres y las cuestiones supuestamente difíciles y racionales de la economía o la energía. El objetivo del pensamiento ecofeminista es mostrar cómo trabajan juntas las múltiples opresiones: la explotación de la Naturaleza, de los cuerpos feminizados, de los cuerpos racializados, de las personas discapacitadas. Por opresiones que trabajan juntas me refiero a que la acumulación de beneficios depende de la extracción de mano de obra gratuita o barata, así como de fuerzas reproductivas para mantener, reparar y cuidar los sistemas capitalistas.

La justificación de esta violencia y esta explotación –la razón por la que se considera aceptable que ciertas personas y territorios sufran violencia– se basa en el sexismo y el racismo. A su vez, esto permite a los ganadores de la economía creer que sus excesos pueden justificarse. Como demuestran las recientes elecciones en Estados Unidos, las mujeres y las personas no blancas también pueden abrazar esa visión del crecimiento económico, en el sentido de que pueden querer defender su oportunidad de estar entre los que se benefician en vez de entre los que sufren.

Un enfoque feminista del clima [...] también debe cuestionar la organización sexista y racista del trabajo en la que se basa el capitalismo fósil

Por eso es importante que las ecofeministas comprendan cómo trabajan juntas las opresiones para producir un régimen tan racista y misógino. Sorprendentemente, las mujeres negras, que no tienen derechos estructurales que defender, siguen siendo las menos influenciadas por Trump, y votaron en un 91% a Kamala Harris según las últimas encuestas a pie de urna. Mientras, las mujeres blancas, cuya posición dentro de las familias blancas puede darles derecho a una posición más alta en esas jerarquías, han estado bastante divididas, con una mayoría (53%) que votó por Trump en 2024.

El sexismo, por ejemplo, afirma que el llamado trabajo femenino está asociado a la Naturaleza, ya que ambos se regirían por los ciclos y el éxtasis que el esfuerzo masculino puede transformar en productividad y progreso. La recompensa para las mujeres, al igual que para la Naturaleza, es disfrutar del estatus de “figura sagrada” que hay que proteger, en el seno del núcleo familiar o en reservas naturales vírgenes, no mancilladas por el trabajo sucio de los hombres. Pero esta fantasía protectora enmascara una realidad social y ecológica: muchas mujeres, sobre todo las no blancas, y muchos espacios naturales, son continuamente maltratados, explotados y amenazados.

Un enfoque feminista del clima no se contenta sólo con garantizar que las mujeres estén justamente representadas o reciban su parte de energía o recursos. También debe cuestionar la organización sexista y racista del trabajo en la que se basa el capitalismo de los combustibles fósiles. Y sí, eso significará sin duda cuestionar las identidades masculinas que defienden el patriarcado, o la “petro-arquía”, por utilizar el término empleado por uno de mis críticos de derechas.

¿Qué opina de los primeros nombramientos de la futura administración Trump?

Hay un deseo por parte de Donald Trump de ser un dictador. Y mucha gente que le ha votado quiere que una sola persona “resuelva los problemas”.

Durante su primer mandato, el poder ejecutivo le frenó a veces en su deseo de ser un autócrata porque algunos de sus colaboradores, y algunos de los que él nombró, seguían creyendo que el poder de un presidente debe estar limitado por los principios que rigen una democracia liberal. En resumen, que debe ejecutar las leyes aprobadas por el Congreso y no hacer lo que le venga en gana.

Pero esta vez, muchas de sus opciones reflejan el deseo de tener en su entorno a personas que compartan sus impulsos antidemocráticos. Lo más importante en su nombramiento es la lealtad a Trump, no su experiencia o conocimiento del tema en el que tendrán que trabajar.

Y cuando se trata del clima y la energía, ya podemos ver que la prioridad de Trump es el capitalismo de los combustibles fósiles, eliminando lo antes posible cualquier regulación medioambiental que pueda interponerse en el camino de la industria del petróleo y el gas.

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Entrevisté a Cara New Dagget por teléfono el 15 de noviembre de 2024. Releyó sus declaraciones el 18 de noviembre para aclarar algunos puntos.

 

Traducción de Miguel López

Cara New Daggett, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Virginia Tech (Virginia, EEUU), trabaja en ecología política feminista y en 2018 desarrolló el concepto de "petromasculinidad”. Este término describe cómo los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) forman parte central de la identidad masculina dominante e impulsan un estilo de vida y una cultura que, en sus palabras, “estructuran nuestras sociedades patriarcales”.

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