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Tour de Francia: las triquiñuelas fiscales en el mundo del ciclismo

Ciclistas entrenan este viernes en para el Tour en Düsseldorf (Alemania).

La estrella del deporte kazajo vuelve a estar listo para echarse a las carreteras por las que discurre el Tour de Francia, que este año se celebra del 1 al 23 de julio. El equipo ciclista Astana (que toma su nombre de la capital de Kazajistán) en el que corre Alexander Vinokourov, concebido para ensalzar la imagen de la dictadura de ese país de Asia Central, luce con orgullo un maillot con los colores de la bandera nacional, en la que se ve un águila dorada de las estepas y un sol en la zona superior. Sin embargo, detrás del azul turquesa, se oculta una mentira conocida por todos los aficionados al ciclismo: el equipo, aunque financiado con fondos soberanos kazajos, en realidad tiene bandera luxemburguesa; en ese país, conocido por su baja fiscalidad, fijó su sede la empresa Abacanto –titular de la licencia profesional del equipo–, desde paga a sus corredores y donde florece desde su constitución (legal) en 2007. Y no es un caso aislado.

En lo que respecta a los corredores, y tal como ha podido constatar Mediapart, socio editorial de infoLibre, la práctica tiende a industrializarse. Varios de los mayores contratos del ciclismo mundial han puesto rumbo al Gran Ducado con el fin de optimizar sus ingresos. Un puñado de ciclistas se ha instalado en el país a tiempo completo, mientras que la mayoría recurre a fideicomisos para percibir primas y contratos de imagen, en una práctica muy a menudo legal, siempre y cuando estas sumas se declaren al fisco.

Alain Gallopin, figura del ciclismo francés, fue corredor profesional durante apenas tres meses antes de sufrir un grave accidente en 1982: el sexagenario se labraría a partir de entonces una notable carrera como entrenador. Actualmente director deportivo del equipo Trek-Segafredo (equipo del World Tour, la élite de este deporte), Gallopin entrenó a Jan Ullrich, Fabian Cancellara, a los hermanos Schleck o incluso a Alberto Contador.

En 2008, cuando formaba parte del equipo Astana, fundó su primera empresa en Luxemburgo, de nombre Milnown Lux. “En aquel momento fue el equipo el que me propuso montar este sistema. Había escuchado hablar mucho de este mecanismo”, admite a preguntas de Mediapart. Gallopin cobraba “el 30% de [su] sueldo en derechos de imagen en Luxemburgo”. El resto lo percibía en Francia. “Esa situación resultaba beneficiosa para todo el mundo”, dice. El equipo pagaba menos cotizaciones sociales, mientras que los beneficios de la empresa de Alain Gallopin apenas se veían gravados. No es para menos, en Luxemburgo, el 80% de los ingresos por derechos intelectuales y plusvalías de cesiones de derechos intelectuales están exentos. Un régimen que, en la práctica, supone un tipo impositivo real de los ingresos por derechos intelectuales inferior al 6%.

De este modo, Alain Gallopin, socio gerente de Milnown Lux, percibe anualmente alrededor de 70.000 euros en dividendos, pero apenas paga unos pocos cientos de euros de impuestos por su empresa. ¿Cuánto pagaba Francia? No sabe, no contesta. El entrenador francés –que “no sabe gran cosa del asunto”– se limita a explicar que “todo se declaraba”. En 2014, el director deportivo termina por liquidar Milnown Lux. “Hoy todas mis actividades están en Francia, es mejor de este modo. Al final, no he ganado mucho, casi nada, creo que este sistema merece la pena cuando cobras un sueldo importante”, relativiza. Y añade, algo decepcionado por la experiencia: “Los gabinetes que se ocupan de todo esto son sobre todo los que sacan tajada”.

Desde luego, no será International Tax Consult (ITC) quien diga lo contrario. En el corazón de los montajes financieros de Alain Gallopin, la empresa del experto contable flamenco Jan Vanden Abeele dice ser “líder en fiscalidad internacional”. “Nuestra misión es asistir a las personas de cualquier parte del mundo para que resuelvan los problemas que provoca el derecho fiscal internacional en el sentido amplio del término”, puede leerse en su página web. Lleva desde 2005, iniciando a decenas de deportistas en la carrera para pagar menos impuestos. Empezando por el belga Johann Bruyneel, uno de los primeros en lanzarse a la carretera del éxodo que conduce al Gran Ducadoéxodo. El exdirector deportivo de Lance Amstrong en el US Postal y en Discovery Channel dirigió dos empresas en Luxemburgo.

La primera, 2.IN BVBA & Cie, fue constituida en 2005; la segunda, Lockdale Lux, un año después, en 2006. Ambas, desaparecieron tras la retirada de Bruyneel en 2012. Las dos empresas contaron con un volumen de negocios de casi 10 millones de euros, lo que le permitió a Bruynell (con domicilio en España y más tarde en Reino Unido) embolsarse importantes dividendos. Lockdale Lux también contaba con un misterioso accionista que llevaba el mismo nombre (Lockdale Limited), con sede en Chipre, donde ITC dispone de una sucursal. ¿Quién se escondía detrás de este parapeto adicional? Ninguno de nuestros interlocutores ha querido responder a esa pregunta (véase, abajo, la Caja negra).

El mismo montaje financiero se duplicó para beneficiar a otros corredores y dirigentes: el esloveno Janez Brajkovic, el español Carlos Barredo, el irlandés Philip Deignan, el australiano Allan Davis, el director deportivo belga Lorenzo Lapage... Incluso el mecánico belga Chris Van Roosbroeck, dispuso de una empresa que tenía como objeto “la explotación de la propiedad intelectual, en especial del apoyo técnico de un equipo de corredores ciclistas profesionales”. Acumuló casi 120.000 euros hasta 2013, según la documentación a la que ha tenido acceso Mediapart. Contactado telefónicamente, Van Roosbroeck rechaza hacer comentarios: “No tengo nada que decir al respecto”.

El italiano Ivan Basso, dos veces ganador del Tour de Francia, también contó con una estructura fiscal parecida. En 2007, su empresa Roksper Lux se embolsaba 460.000 euros en concepto de productos de explotación, pero sólo declaró pagar 3.820,53 euros en el impuesto sobre la renta y en concepto de canon comercial; repartió más de 320.000 euros en dividendos ese año.

Fisco belga

En Bélgica, ya hay un caso que ha hecho temblar al mundo del ciclismo; el de Dirk Demol, excorredor reconvertido en director deportivo, imputado por fraude fiscal en 2013. También él fue cliente de ITC, que le aplicó su receta (fiscal) mágica: empresa en Luxemburgo y su gemela en Chipre. El diario belga Het Nieuwsblad, que destapó el caso, pasó de puntillas sobre el montaje fiscal. En la práctica, Demol se convirtió en socio gerente de Rivista Lux, llegando a Astana en 2009. Continuó aprovechándose de la situación cuando se puso al frente del equipo RadioSchak (equipo con licencia norteamericana y después de Luxemburgo). Interrogado por Mediapart, Dirk Demol se niega a hablar de su situación: “No quiero hablar de nada que no sea de deporte”. Rivista Lux fue disuelta de un día para otro en 2014. Pero ¿qué hay de las cuestiones fiscales? “Hoy todo ha sido repatriado a Belgica”, se limita a decir.

Otro director deportivo también ha tenido que pasar por caja. El mánager del equipo Quick Step, Patrick Lefevere –otro prestigioso cliente de ITC– llegó a un acuerdo, el pasado mes de abril, con la Administración belga, que había iniciado un proceso contra él, según varios medios de comunicación de ese país. “No se trata de una confesión de culpabilidad [...], nunca ha habido voluntad de disimular”, insistieron sus abogados a la prensa del país, sin precisar el montante de la transacción.

Lefevre terminó por actuar para acabar con la investigación de la Administración, que sospechaba que no había declarado primas y derechos de imagen. Antes de él, varios corredores de su equipo habían hecho lo mismo. El sprinter Tom Boonen (cuatro veces vencedor de la París-Roubaix) y Stijn Devolder (dos vueltas a Flandes en su haber) también alcanzaron un acuerdo. Sus nombres no figuran en los documentos de ITC consultados por Mediapart, es posible que hayan cobrado primas directamente sin pasar por una empresa radicada en luxemburgo.

El omnipresente asesor fiscal Jan Vanden Abeele también puso los ojos sobre otra figura del pelotón: Philippe Gilbert, campeón del mundo de 2012, también conocido fuera del mundo del ciclismo. Elegido deportista belga del año en 2009, 2010 y 2011, Gilbert se exilió en Mónaco a finales de 2008. El corredor, que a punto estuvo de convertirse en el líder de la formación Lotto, ensalzó entonces las ventajas topológicas del país: los valles de la región (y el clima favorable) son para este especialista de los clásicos un terreno de entrenamiento privilegiado. Pero ¿cómo justificar su exilio en Luxemburgo?

En marzo de 2009, Gilbert fundó Urizal Lux, de la que tenía una participación simbólica, así como de la sociedad chipriota Urizal Limited (99% del capital). En diciembre de 2010, el ciclista finalmente pasó el testigo a su agente Andrew McQuaid, que no es otro que el hijo de Pat McQuaid, presidente de la UCI entre 2005 y 2013. En esta ocasión, Urizal Lux cambió su nombre para pasar a denominarse Trinity Sports, el nombre de la agencia de Andrew McQuaid. La empresa sigue existiendo y cuenta con un volumen de negocio que supera las varias decenas de miles de euros anuales. Urizal Limited, de Chipre, recibe los dividendos sin que se sepa quién está al final del entramado societario. Ni McQuaid, ni Gilbert aceptaron responder a nuestras preguntas.

En Francia, el fenómeno de la expatriación parece menos difuso: “Ninguno de los alrededor de 60 corredores franceses a los que asesoré tenían empresa alguna en el extranjero”, dice Michel Gros, el decano de los agentes de los corredores, recién jubilado, a sus casi 75 años. Una constatación que se explica sin duda por el hecho de que los corredores franceses apenas se exportan a equipos extranjeros. Pese a todo, hay casos emblemáticos.

Tony Gallopin, corredor en el equipo belga de Lotto-Belison, sobrino del entrenador Alain Gallopin, también puso rumbo al Gran Ducado. La dirección siempre es la misma: ITC - Luxemburgo - Chipre. Las explicaciones de Tony Gallopin son: “Era en mi época en el Leopar, cuando el equipo era luxemburgués. Como todos los ciclistas, podíamos percibir un tercio de nuestro sueldo a través de una empresa. Cuando empecé a cobrar más, en aquel momento, al equipo le resultaba ventajoso pagarnos una parte del salario en derechos de imagen”. Pero a día de hoy, el ciclista –que cambió de equipo en 2014– “ya no tiene ninguna sociedad en Luxemburgo”, dice. Así es, Mediapart ha encontrado el rastro de su empresa Olmitara en Nyon, en la dirección suiza de ITC. “Tengo un contrato como asalariado y otro contrato de derechos de imagen. Soy asalariado en Bélgica y son los derechos de imagen lo que están allí”, confirma Gallopin, que asegura no conocer las razones por las que cambió de sede su empresa. ¿Por qué nos fuimos a Suiza? Es una buena pregunta. Sin duda porque era complicado en Luxemburgo y se simplificaban algo las cosas en Suiza”. Su empresa ha facturado decenas de miles de euros, que no ha declarado en Francia, aunque el corredor asegura que no ha recibido nada en ese país, salvo “para organizar sesiones de entrenamiento o encuentros con periodistas”.

Festina

La investigación de Mediapart ha despertado viejos recuerdos, hasta ahora olvidados y a salvo de la mirada de los medios de comunicación y, sobre todo, de los inspectores fiscales. En ese contexto se sitúa el equipo Festina, salpicado por el escándalo del dopaje en el verano de 1998. Entonces, el agente Michel Gros era el director deportivo adjunto del equipo. “La entidad deportiva estaba domiciliada en Andorra, el patrocinador era español y los corredores cobraban en sus países respectivos, en lo que respecta a los contratos federativos”, explica.

Pero los corredores percibían también diversas primas y otros derechos de imagen directamente en el Principado. “Era, digamos, complementos salariales, pero falsos en realidad. Se trataba simplemente de pagar menos impuestos de una parte de nuestro salario”, mantiene un excorredor de Festina que se benefició del sistema y a quien supuestamente se lo “sugirieron al llegar al equipo”. En su caso, esta parte equivalía al 15% de su salario neto. “No declarábamos ese dinero”, dice. Nada más simple que derivar esos fondos ocultos a Francia: “Tenía una tarjeta asociada a esta cuenta. El consejo que me dieron en el equipo fue que la utilizase para retirar de 300 en 300 francos. Para hacer la compra, llenar el depósito o ir a un restaurante”.

Uno de sus compañeros de equipo confirma, con el compromiso de permanecer en el anonimato: “En mi caso, sacaba directamente dinero en metálico de una cuenta cuando iba de compras con mi mujer a Andorra”. Para demostrar lo que dice, este hombre, conocido, nos ha enviado un correo firmado por el antiguo mánager logístico de Festina, Joël Chabiron, ya fallecido. En esta misiva tipo, claramente dirigida a varios de sus corredores, el intendente del equipo anuncia en julio de 1997 el traspaso del “segundo y último pago anual”, correspondiente a “los excelentes resultados deportivos del año pasado”. La suma se transfirió a la “cuenta bancaria Banca Mora” del corredor, el mismo establecimiento donde el equipo tenía las cuentas.

Las prácticas poco ortodoxas del Festina llevaron a su exdirector deportivo, Bruno Roussel, a ser condenado discretamente por “fraude fiscal” y “omisión de escrituras en contabilidad”. Una condena a seis meses de prisión con suspensión y una multa de 10.000 euros, confirmada por el Tribunal de Apelación de Lyon en noviembre de 2007.

En 1998, Roussel también admitió ante el juez de instrucción, al frente de la investigación por el hallazgo de 104 dosis de EPO en el coche de su médico, que los fondos en Andorra permitían comprar con total confidencialidad productos prohibidos. “Por petición de los corredores y con el beneplácito del equipo del que formo parte [...], pusimos en marcha un sistema que consistía en distribuir e importar productos dopantes”, decía entonces para referirse a la suma de 400.000 francos destinados a la adquisición de estos productos a través de la Banca Mora. Si la opacidad de los paraísos fiscales permite sacar tajada a los ciclistas, eludiendo en ocasiones pagar impuestos, también les permite darle a las pelas.

  Las personas citadas en el artículo fueron contactados entre los días 14 y 26 de junio.

Preguntados directamente por correo electrónico y por teléfono, Andrew McQuaid, Johann Bruyneel, Ivan Basso, Janez Brajkovic, Carlos Barredo, Allan Davis nunca dieron curso a nuestras solicitudes. Tampoco lo hicieron Patrick Lefevere, Philippe Gilbert, Lorenzo Lapage, contactados a través de los gabinetes de prensa de sus respectivos equipos.

El asesor fiscal belga Jan Vanden Abeele, contactado por correo electrónico, nos pidió el 21 de junio que le remitiésemos por escrito las preguntas, a lo que accedimos ese mismo día, aunque nunca llegó a respondernos.

Traducción: Mariola Moreno

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