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“Hace trece años que no piso mi país”: el camino de vuelta a casa de los exiliados sirios en Líbano

Nissim Gasteli (Mediapart)

Masnaa (Líbano) —

En las montañas que rodean el valle de la Bekaa, en el este del Líbano, se oyen ráfagas de armas automáticas. El cielo soleado se ve invadido por fuegos artificiales. En la mañana del domingo, los habitantes de la región, donde muchos sirios han buscado refugio desde el comienzo de la guerra civil en 2011, celebran la caída del presidente sirio Bashar al Assad, expulsado la noche del sábado de la capital, Damasco, tras una ofensiva relámpago de las fuerzas de Hayat Tahrir al-Sham (HTC).

Esta aglomeración de diferentes grupos rebeldes, clasificada como organización terrorista por el departamento de Estado americano y la Unión Europea, partió de su bastión en Idlib, en el noroeste de Siria, y conquistó casi todo el territorio del régimen en pocos días.

En el paso fronterizo de Masnaa, en la autopista que une Beirut y Damasco, los sirios se agolpan para regresar a casa tras años de exilio. “Estoy tan feliz que no tengo palabras para describirlo”, exclamó Yamen, de 18 años, mientras esperaba entre sus amigos a realizar los trámites para salir del Líbano. “Hace trece años que no vuelvo, trece años que no veo mi país. ¡Qué felicidad!.”

Cuando tenía 5 años, sus padres huyeron de la barriada de Guta, un enclave rebelde en los suburbios orientales de la capital siria, asediada desde 2012 por las fuerzas leales que luego sería retomado por completo en 2018, a costa de un dramático coste humano. Encontraron refugio en Líbano, en la cercana ciudad de Zahlé.

Hasta el día anterior, Yamen había estado trabajando en el supermercado familiar. “La vida no nos iba tan mal, pero Siria es nuestro hogar, nuestro país, nuestra patria”, dice orgulloso. “Mira esa bandera, es la única que volverás a ver”, añade, señalando la bandera del Ejército Sirio Libre, con sus tres estrellas rojas, ondeada por un hombre. Se ven muchos coches desfilando con ella.

Antes de la guerra librada por Israel en Líbano de septiembre a noviembre, había cerca de 818.000 refugiados sirios registrados en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), pero según algunas estimaciones, su número total se acercaba al millón y medio. Se enfrentaban a violencias racistas y a amenazas de deportación a sus países de origen, donde les esperaban detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas. Desde el sábado por la noche ha habido celebraciones en algunas zonas de Líbano, sobre todo en la gran ciudad septentrional de Trípoli y en la región de Akkar.

Cánticos a la gloria de una Siria libre

Desde el principio, la crisis siria ha tenido mucho eco en Líbano, ocupado durante varias décadas por las fuerzas armadas sirias y afectado después por la crisis de los refugiados, por no hablar de las alianzas políticas de Damasco con una facción libanesa.

“Me buscan en Siria porque soy un activista político en Líbano. Yo estaba contra la ocupación siria”, dice un hombre al volante de su coche, acompañado de amigos sirios. “Soy un gran partidario de la revolución siria. Ver caer ese régimen hoy es como... Imagínate lo que es ganar mil millones de dólares. Incluso mejor.” Su vehículo, como es alquilado, no le permitirá cruzar la frontera hoy. “Volveré”, promete.

A lo largo de la mañana la gente se va volviendo aún más eufórica. Un grupo compacto de hombres en motocicleta se concentra frente a las puertas del paso fronterizo, entonando cánticos a la gloria de una Siria libre. Ondean banderas palestinas. “Te lo juro, quiero dejar mi tienda e irme ya”, dice Abderrahman, que regenta un pequeño comercio de alimentación donde vende cigarrillos y café a los viajeros.

Al salir de la oficina de cambio de al lado, Hamza no puede creer lo que ven sus ojos. “Mira cuánto me han dado por cien dólares”, dice riendo mientras muestra un buen fajo de libras sirias. Tras más de una década de guerra civil y sanciones internacionales, Siria, asfixiada por una grave crisis económica, ha experimentado una inflación récord, acompañada de una fuerte devaluación de su moneda. “La última vez que estuve aquí, hace unos años, la situación era muy diferente”, recuerda. Este joven de 16 años ha venido solo, con el permiso de sus padres que seguían en Beirut, para reunirse con su familia en el sur de Siria. “Quiero volver y vivir en mi país”, explica.

A mediodía, el alcalde de Masnaa tenía previsto venir a repartir flores a los sirios que regresan. El ejército libanés se ha desplegado por toda la región para reforzar la seguridad, “en vista de la rápida evolución de los acontecimientos y de las delicadas circunstancias en la región”, según anunció en un comunicado. Frente a uno de sus puestos están pasando coches con matrícula siria bajo su atenta mirada.

Desde que comenzaron los bombardeos israelíes sobre Líbano han regresado ya a sus hogares más de 300.000 sirios. Algunos de ellos intentan ahora volver a Líbano, asustados por la caída de Damasco. Al mismo tiempo, muchos libaneses, amenazados por los bombardeos israelíes y que habían venido a refugiarse al otro lado de la frontera, se vuelven a su tierra.

Los que no tienen coche esperan con paciencia a los numerosos taxis compartidos. Omar muestra con orgullo su tatuaje en honor a “Cham”, uno de los nombres árabes de Damasco. Apenas tiene tiempo de mostrarlo porque un conductor le dice que suba a su vehículo. “¡Vamos, sólo me queda un asiento, date prisa!” "¡Ya está, nos vamos! Volvemos a casa”, grita antes de tirarse en su asiento. “Que Dios le bendiga”, responde otro hombre. El coche arranca y desaparece a lo lejos, en el valle que conduce a Damasco. Los que no tienen esa posibilidad hacen el camino a pie.

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A unos cientos de metros, en el lado sirio de la frontera, ya no hay autoridad. Los soldados del ejército nacional sirio abandonaron la zona la víspera. Mal pagados y desmotivados, muchos de ellos desertaron, precipitando la caída del régimen.

 

Traducción de Miguel López

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