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Hacia la soberanía energética: la Unión Europea quiere reactivar la minería tras su descarbonización

Yunnes Abzouz y Arthur Dumas (Mediapart)

De una dependencia a otra sólo hay un paso. La sustitución de los motores de gasolina y diésel por modelos eléctricos corre el riesgo de sustituir nuestra adicción al petróleo por la del litio, metal esencial para la fabricación de baterías eléctricas. Todo esto tiene en común nuestra total dependencia de los países exportadores, que pueden influir en los precios mundiales para hacerlos subir. 

En su búsqueda de la «soberanía energética», la Unión Europea cree haber encontrado la respuesta reactivando la actividad minera en su territorio. La Ley de Materias Primas Críticas (CRMA), una pieza clave de la legislación aprobada por el Parlamento Europeo el 12 de diciembre de 2023, prevé la explotación de los recursos del subsuelo continental como respuesta parcial al reto de la transición ecológica. Bruselas pretende aprovechar las reservas de metales preciosos sobre las que se asientan los Veintisiete para alcanzar el objetivo de eliminar progresivamente la venta de vehículos de combustión interna de aquí a 2035.  

En este contexto, el litio es objeto de la mayor atención. Presente de forma natural en la tierra, este nuevo oro blanco ha tenido diversos usos en vidrio y cerámica antes de emplearse hoy principalmente para fabricar baterías eléctricas. Actualmente, el 80% del litio se utiliza para almacenar la energía necesaria que alimenta nuestros teléfonos, ordenadores y coches eléctricos

Aunque el litio, el metal más ligero del mundo, es ahora la solución preferida para descarbonizar sectores enteros de la economía, su explotación está causando daños medioambientales y sociales. Con cada nueva mina, se acaparan los recursos hídricos del ecosistema local y se artificializan espacios naturales, por no hablar de los residuos mineros potencialmente tóxicos.  

Su extracción se ha acelerado espectacularmente en todo el mundo. Entre 2016 y 2022, la producción de litio se disparó un 37% anual (sin contar los años Covid), alcanzando las 130.000 toneladas en 2022, según el Instituto de Estudios Geológicos de Estados Unidos.  

La contribución de la Unión Europea a la producción mundial de litio se limita a la de Portugal, el único Estado miembro que lo extrae, que produjo 600 toneladas en 2022. Una gota en el océano si se tienen en cuenta las necesidades de Europa, estimadas en 23.000 toneladas en 2020 y entre 100.000 y 300.000 toneladas para 2030, según un informe de la Universidad Católica de Lovaina, financiado por la Asociación Europea de Productores de Metales. El Viejo Continente depende por tanto del extranjero, en particular de Chile, para abastecerse.  

La CRMA pretende recuperar parte de este terreno perdido: el texto prevé relocalizar el 10% de la extracción necesaria para el mercado europeo de aquí a 2030. Esta reactivación minera en Europa es una necesidad, según los partidarios de esta transición extractivista, que también se justifica por el deseo de recuperar el control de los impactos medioambientales y humanos de nuestra actividad industrial.  

El subsuelo europeo rico en litio

Aunque de momento Europa esté muy lejos de la meta, puede consolarse sabiendo que su subsuelo es rico en litio. Los geólogos han identificado numerosas zonas donde la presencia de litio se considera «alta» o «muy alta». La principal se extiende desde el macizo de Bohemia, en Europa central, hasta el cinturón ibérico, en el noroeste de España y el norte de Portugal. Francia es una de las mejor dotadas: los Vosgos, el Macizo de Armórica, el Macizo Central, así como los Alpes y los Pirineos, son ricos en litio. Hay otras zonas más aisladas, como Córcega y Calabria, donde existen «contextos geológicos similares», según Guillaume Bertrand, ingeniero de la Oficina de Investigación Geológica y Minera (BRGM) francesa.

«Eso no significa que haya yacimientos de litio en esos lugares», advierte, «pero el entorno geológico es favorable.» En otras palabras, son las zonas en las que las empresas de prospección irán probablemente a hacer prospecciones para comprobar la presencia de litio. 

En cuanto al volumen disponible en el subsuelo, varios especialistas corroboran un potencial de 3,7 millones de toneladas. «Puede que solo seamos capaces de extraer un 1%, un 10%, un 50%... no sabemos nada en absoluto», dice Stéphane Bourg, director del Observatorio Francés de Recursos Minerales para los Sectores Industriales (Ofremi), creado por el Gobierno en 2022 para ayudar a las industrias francesas a «asegurar su abastecimiento de recursos minerales». Porque aunque la extracción de un yacimiento sea técnicamente posible, no es necesariamente rentable. Las empresas mineras se inclinan por las zonas donde hay una alta concentración de litio en la roca, con el fin de minimizar los costes de producción.  

Independientemente de la cantidad de reservas que puedan extraerse en Europa, la UE avanza hacia este nuevo régimen minero. El reglamento aprobado en diciembre fija como objetivo para 2030 no depender de fuentes externas en más del 65% de todos los metales críticos.  

Es un objetivo muy ambicioso cuando se sabe que, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), se tarda una media de dieciséis años en abrir una mina, de los cuales doce son sólo para los trámites de autorización y financiación, y entre cuatro y cinco para construir el yacimiento. Se supone que la CRMA acortará estos plazos reduciendo a cinco años el tiempo necesario para obtener los permisos, una aceleración de procedimientos que podría tener graves consecuencias en la calidad de los estudios de impacto.  

Una «mala señal política» 

«Se verán amplificados los defectos del actual marco medioambiental», afirma Sophie Rauszer, asesora política del Grupo de Izquierda en el Parlamento Europeo. Los proyectos reconocidos como estratégicos por la Comisión podrán calificarse de interés público «superior», un requisito previo para anular tres directivas europeas clave sobre protección del medio ambiente: las relativas al agua, las aves y los hábitats.

Los fabricantes de automóviles apuestan por coches pesados, sofisticados y caros.

Las directivas sobre hábitats y aves tienen por objeto garantizar la supervivencia a largo plazo de especies y hábitats especialmente amenazados en las zonas Natura 2000, mientras que la directiva de aguas sienta las bases para un uso responsable y sostenible de los recursos hídricos y garantiza la salubridad de las aguas potables y de baño. Los Estados miembros tendrán que justificar el interés superior de sus proyectos mineros. Pero «la cláusula que exige que se justifique el interés está contenida en una sola frase», lo que deja el campo muy abierto a los Estados miembros, dice preocupada Sophie Rauszer, que califica esta ley de «mala señal política».  

La Comisión Europea recuerda que la ley «no modifica el marco reglamentario existente para la protección del medio ambiente». Por lo tanto, corresponde a los Estados miembros «decidir, caso por caso, si un proyecto cumple los requisitos» para ser considerado de «interés superior», lo que les deja libertad para basarse en las normas europeas sin arriesgarse a sanciones.  

Sobriedad energética, el punto ciego del Green Deal 

El texto no fija ningún objetivo de eficiencia energética. Pero «¿necesitamos componentes para pantallas publicitarias, por ejemplo? ¿Es eso lo realmente estratégico?", se pregunta Marina Mesure, eurodiputada de La France Insoumise y miembro de la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo. Sólo existe el objetivo de «moderar la demanda», que no está cuantificado.

Sin embargo, los geólogos ven la sobriedad como un gran reto, dada la colosal demanda de metales. «La única manera de evitar quedarse sin materiales, habida cuenta de los retos del cambio climático, sería replantearse realmente la movilidad», afirma Stéphane Bourg, Director de la Ofremi, organismo público creado para garantizar el suministro de materiales críticos a la industria francesa.  

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El mercado automovilístico europeo parece ir en dirección contraria a la sobriedad. Para resistir el desplome de las ventas de coches nuevos, los fabricantes apuestan por los vehículos pesados, sofisticados y caros, que consumen muchos recursos. El pasado mes de enero, la ONG Transport & Environment, que aboga por un sistema de transporte con bajas emisiones de carbono, publicó un estudio que no lleva al optimismo: el tamaño de los vehículos nuevos aumenta una media de 1 cm cada dos años, un incremento estimulado sobre todo por el aumento de las ventas de SUV.

 

Traducción de Miguel López

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