25 años de deterioro de la universidad privada: de cuatro centros de prestigio a decenas de 'chiringuitos'

Varios alumnos caminan en las inmediaciones del Campus de la Universidad Francisco de Vitoria en Madrid.

Miércoles 2 de abril. La localidad madrileña de Villanueva de la Cañada se viste de gala para recibir a Felipe VI. El rey, acompañado del secretario de Estado de Ciencia e Innovación, Juan Cruz, visita las instalaciones de la Universidad Alfonso X El Sabio para celebrar el 30 aniversario de la institución. Fue aprobada por las Cortes en 1993 y tan sólo un curso después, en el 94-95, abrió sus puertas para apenas 800 estudiantes. Era entonces la primera institución de educación superior privada aconfesional e independiente que abría sus puertas en España. Hasta entonces, tan sólo eran cuatro las universidades privadas y estaban todas, además, en manos de la Iglesia. Hoy, sin embargo, el mapa es muy diferente. Y precisamente 24 horas antes de esa visita del monarca el Consejo de Ministros aprobó tramitar de urgencia un decreto para evitar que así siga siendo. 

"Esto no va de universidades públicas contra universidades privadas. Esto va de universidades buenas contra universidades malas", aseguró la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Pilar Alegría, en rueda de prensa. No era una declaración casual. El Ejecutivo lleva una semana tratando de identificar, claramente, sobre qué tipo de universidades quiere poner el foco. Quiénes son, en definitiva, los "chiringuitos universitarios" mencionados por el presidente Pedro Sánchez, que quiso también diferenciarlos de "aquellas instituciones privadas que sí funcionan bien, con rigor y calidad". 

El decreto que ahora el Gobierno somete a audiencia pública diagnostica que en los últimos años nuestro país asiste a una "expansión sin precedentes" de las iniciativas de universidades privadas, un hecho que está sucediendo "con un volumen y rapidez que no tiene comparación con ningún otro de los grandes países europeos". Se está "transformando", sentencia el texto, "el sistema universitario español". Ahora bien, ¿cómo ha ocurrido? ¿Qué factores han contribuido a que se llegue hasta aquí?

Del prefranquismo a la postransición

Entenderlo requiere echar la vista atrás. José María Hernández Díaz es catedrático de Teoría e Historia de la Educación en la Universidad de Salamanca y se remonta para explicarlo al periodo prefranquista. "La expansión de la privada es una cuestión muy compleja y, a la vez, muy extensa en el tiempo", explica. Hasta la dictadura, España se encuadraba dentro de la "tradición europea" de únicamente permitir y facilitar la expansión de la universidad pública. "También pasaba en Alemania y Francia", detalla el experto. Tanto era así, que tan sólo había entonces dos instituciones privadas: Deusto y la Pontificia Comillas.

Todo cambió sin embargo con la llegada del franquismo. Y con el incremento exponencial del protagonismo católico de, sobre todo, la primera etapa de la dictadura. Así, en 1941 se creó la Universidad Pontificia de Salamanca y ya en 1964 la Universidad de Navarra, vinculada al Opus Dei. "En aquella época no se aceptaban universidades privadas en España que estuvieran en manos distintas de las eclesiásticas", recuerda Hernández Díaz. Y así fue hasta la década de los 90, años después de la transición. "Ahí se produjo el cambio total de paradigma", afirma.

Hasta mediados de la década de los 90 había cuatro universidades privadas en España: Deusto, Pontificia de Comillas, Pontificia de Salamanca y Navarra

Llegó en forma de un decreto que permitió, por primera vez, la creación de universidades privadas siguiendo el "modelo anglosajón". "Se viró hacia el libre mercado, que afectó a la sanidad, afectó a la educación y afectó, también, al mundo universitario", continúa el historiador. Todas las normas aprobadas posteriormente ya estaban sujetas a ese marco. Hasta hoy. 

Los decretos de los 2000 y la adaptación a Bolonia

El Gobierno de José María Aznar aprobó en 2001 la Ley Orgánica de Universidades (LOU), que afianzó la entrada de cualquier actor como creador de instituciones privadas, explica Marti Parellada, doctor en Ciencias Económicas y colaborador de la Fundación Alternativas. Sólo seis años después, a partir de 2007, los cambios normativos referentes a las titulaciones y sus registros hicieron el resto.

Lo explica el catedrático emérito de la Universitat Politècnica de Catalunya Albert Corominas. El 12 de abril de aquel año se aprobó una normativa que en su preámbulo indicaba lo siguiente: "La Ley apuesta decididamente por la armonización de los sistemas educativos superiores en el marco del espacio europeo de educación superior y asume la necesidad de una profunda reforma en la estructura y organización de las enseñanzas". Se materializó básicamente en que la estructura clásica de los títulos cambiaba. La establecida en 1983 y que incluía títulos de tres años (diplomaturas, ingenierías técnicas y arquitectura técnica) y de cuatro (licenciaturas, ingenierías y arquitectura) se modificaba por un sistema de Grados y Máster. Se hizo, a juicio de Corominas, aludiendo como "excusa" a la Declaración de Bolonia. Es decir, a ese llamado "marco del espacio europeo".

Esa modificación ya introdujo ventajas para la privada. Según explica la profesora de Sociología de la Educación en la UCM María Fernández Mellizo-Soto, son estas las instituciones que pueden ofrecerlos con una mayor "agilidad". "Las públicas son más lentas y burocráticas, y fueron las privadas las universidades que más aprovecharon este cambio", explica en conversación con infoLibre. Se ve claramente en los datos: según los oficiales del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, el 50,3% de los matriculados en estos estudios lo está en un centro privado.

Sin embargo, la cosa no quedó ahí. Como explica Corominas, el decreto de 2007 también introdujo otra novedad que, vista hoy, explica muchas cosas. No fueron sólo los títulos, sino su acreditación. Hasta ese momento, explica el experto, todos formaban parte de un catálogo que, según un informe del ya desaparecido Observatori Universitari —del que Corominas formó parte— era "modificable, pero muy estable". Las universidades podían entonces "programar como títulos oficiales solo los que figuraban en el Catálogo", pero a partir de 2007 esa figura fue sustituida por la del registro. Y el cambio entonces no fue sólo la nomenclatura. "Se dio pie a que cada centro propusiera un título cualquiera que, si cumplía ciertos requisitos, era aprobado", explica el catedrático. ¿Cuál fue el resultado? Que se crearon "contenidos triviales que sólo tenían sentido dentro de la lógica del libre mercado". "La oferta de Grados empezó a ser una especie de salón del automóvil", critica Corominas.

El cambio en el sistema de títulos tras la declaración de Bolonia y el paso de un catálogo a un registro de los mismos alimentó la proliferación de las universidades privadas

Ese es el origen de que pueda haber universidades tan especializadas en estudios tan concretos. Por ejemplo, la Universidad de Diseño, Tecnología e Innovación (UDIT) abierta en Madrid con informe en contra del Ministerio se presenta en su propia web como "la atípica universidad". Y no miente. Oferta un Grado en Robótica, otro en Diseño de Moda, otro en Diseño de Interiores u otro en Datos e Inteligencia Artifical. Sus "áreas de conocimiento" quedan lejos de cualquier ciencia. Son seis: diseño de producto, diseño gráfico, interiores, moda, tecnología y videojuegos. "El Estado depositó con estos cambios toda su fe en el mercado. La idea era crear títulos porque era lo que el sistema pedía", lamenta Corominas.

La crisis de 2008 y la estocada definitiva

Había pasado muy poco tiempo desde entonces cuando se produjo la que sería la estocada definitiva que provocó la expansión de la universidad privada. El 15 de septiembre de 2008 quebró el banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers y comenzó, con ello, una crisis económica de alcance mundial. No obstante, los servicios públicos tardaron en ese momento dos años más para notarlo. Fue en 2010 cuando los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy pusieron en jaque una sanidad y una educación públicas que, en el caso de la universidad, todavía no se ha recuperado. Algunos datos lo muestran de hecho de forma muy gráfica.

Por ejemplo, como publicó infoLibre, las comunidades autónomas —competentes en esta materia— tan sólo han incrementado un 4,9% la financiación de estas instituciones desde 2009, un periodo en el que la inflación ha escalado más de un 26%. Pero es que algunas como Canarias, Madrid o la Comunitat Valenciana destinan todavía menos que entonces: un 1,9%, un 5,1% y un 10,9%, respectivamente.

¿Cómo ha influido esto en la proliferación de la privada? Pues según los datos del Ministerio de Diana Morant, de las 28 universidades privadas que se crearon desde el año 2000, 20 lo hicieron a partir de 2010. Casi la mitad, además, en los últimos cinco años. Lo han hecho, además, gracias a actores mucho más diversos. Tanto, que una gran parte está ya controlada por fondos de inversión cuyo único objetivo se basa en obtener el máximo beneficio.

Una veintena de las 28 universidades privadas abiertas en los últimos 25 años abrieron sus puertas a partir del año 2010, tras el comienzo de la crisis económica

¿Y los 'chiringuitos' que ya dan clase? Más preguntas que respuestas en el plan que acota la universidad privada

¿Y los 'chiringuitos' que ya dan clase? Más preguntas que respuestas en el plan que acota la universidad privada

Ahora bien, ¿por qué ha ocurrido esto? Por varios motivos. Según Fernández Mellizo-Soto, la crisis económica incrementó también la demanda de educación superior. "La construcción dejó de dar empleo, el paro subió y mucha gente vio en la educación superior la única solución", explica la profesora. La pública, recortada, fue incapaz de absorber todo eso y fueron entonces las instituciones privadas las que se presentaron como salvadoras de la situación. "Se empezaron a crear muchas universidades para rellenar el vacío entre el hueco de personas que querían estudiar y la oferta de plazas públicas", apostilla Parellada.

Docencia, investigación y transferencia

Los datos oficiales dibujan un panorama que preocupa a los expertos y al Gobierno, que ya ha dado el primer paso para tomar medidas. Sin embargo, no muestran toda la dimensión de la problemática. El último informe de Datos y cifras del sistema universitario español recoge que actualmente hay 50 universidades públicas por 41 privadas, pero los datos que el Ministerio facilita a infoLibre reflejan que, además, hay otros seis proyectos con evaluaciones desfavorables pendientes de que los gobiernos regionales del PP decidan si dan luz ver o no a esos proyectos. Es decir, que hasta que se apruebe definitivamente el decreto ahora planteado por el Gobierno podrían proliferar muchos más centros. Y todos tendrán tres años para adaptarse a las nuevas exigencias. En caso de no hacerlo, según el borrador del texto, habría que revocar la autorización.

"Ahora mismo tal y como están las cosas es inevitable que existan este tipo de iniciativas, lo que ocurre es que son las autonomías las que deben ponerle coto", reclama Hernández Díaz, que pide que se garantice una oferta de calidad que respete los tres pilares de la universidad: docencia, investigación y transferencia. "No es sólo una cuestión de expedir títulos, sino de formar ciudadanos. Hay que garantizar para ello un mínimo de calidad que, ahora mismo, no cumplen todas las universidades. Ni algunas públicas ni la mayoría de las privadas", sentencia el catedrático.

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