12 de octubre de 1971. En la embajada española en Buenos Aires se celebra la fiesta de la Hispanidad con especial esplendor, ya que la preside el ministro de Trabajo Licinio de la Fuente, que se encuentra de visita en Argentina. Se ha invitado a las personas más relevantes de la amplia colonia de españoles que viven en ese país, y entre ellos a los hermanos Aragón Bermúdez, unos payasos que actúan ante las cámaras de buena parte de las televisiones de América. En un momento de la recepción, el ministro se acerca a ellos y les saluda. “Nos preguntó, medio en broma, -contaba Gaby años después- si queríamos algo de España. Y yo le conteste: ¿No es usted el ministro de Trabajo? Pues lo que queremos es trabajar en España, que llevamos casi treinta años fuera de nuestra tierra. Y el atrevimiento dio resultado; a la semana recibimos una oferta para actuar en Televisión Española”.
Lo que empezó como una charla informal lleva a los tres hermanos a un dilema: ellos habían emigrado en 1946, justo el año en que murió su padre, el conocido Emig, que dejó a sus tíos, los míticos payasos Pompoff y Thedy como dúo. Eran tiempos duros en la mísera España de la posguerra y toda la familia se establece en América. Los Aragón Bermúdez, actúan como Gaby, Fofo y Miliki y encuentran su medio idóneo cuando nace la televisión en Cuba, en 1949; con esa experiencia, son llamados para intervenir en las pantallas de Venezuela, México, Santo Domingo, Puerto Rico e, incluso, Estados Unidos. Por fin, a partir de 1970 les llega el éxito estable en un canal argentino. “Fueron dos años, pero podían haber sido más –recordaba Gaby-. Pero la oferta de España era tan tentadora que, tras muchas dudas, nos vinimos a probar. Llegamos en marzo de 1972; grabamos trece programas, y nos marchamos de nuevo a México con un contrato de un año…, que se quedó en tres meses. Hasta allí nos llegaban noticias de cómo estaba gustando la serie en España, aunque la ponían a mala hora, a las tres de la tarde. Nos escribían los amigos y nos pedían que regresáramos. Así que en Agosto dejamos América y en septiembre empezamos a grabar una nueva tanda de programas”.
Pero entre la llegada de marzo y la de agosto, todo había cambiado. “La primera vez llegamos tras más de veinte años fuera; nadie nos conocía. En la segunda, fue llegar, con tan solo tres meses de emisión y los guardias civiles y los policías nos estrechaban la mano y la gente nos gritaba ¿¡Cómo están ustedes!? A mí –sigue Gaby- se me ponían los pelos de punta. Era triunfar en mi país, en mi querida España. Fue tremendo; enseguida nos pusimos a grabar dos programas a la semana, pero había que sacar tiempo porque nos llamaban para actuar en todas las ciudades, y las salas, cada vez más grandes, siempre estaban llenas”.
El “Había una vez, un circo” con el que iniciaban el programa dio nombre al espacio “El circo de TVE”; el primer, y más recordado, realizador fue Manuel Ripoll, pero le sucedieron hasta seis distintos, y todos tenían que acostumbrarse a la presencia, agitada y vociferante, de un público integrado por niños. Era una condición no negociable que los hermanos Aragón impusieron desde el principio: “Cuando dijimos en TVE que necesitábamos 500 niños para cada grabación y que a esos niños había que darles un bocadillo y un refresco, pusieron el grito en el cielo. No podíamos aceptar programas enlatados fríos, que no permiten la participación. De esta forma conseguíamos hacer vibrar a los chavales, que unas veces miraban atentos y otras se revolucionaban y cantaban con nosotros las canciones”.
Canciones, un ingrediente básico de su espectáculo; llegaron a componer más de quinientas, pero una docena de ellas se hicieron populares y fueron tarareadas por varias generaciones de niños, primero en América, luego en España: ¡Hola Don Pepito!, La gallina turuleca, Susanita tiene un ratón, Tres pelos tiene mi barba, Cómo me pica la nariz, La familia unida, Porrompompóm Manuela, Si toco la trompeta,… Todas se hacen primero habituales entre los niños, pero enseguida se convierten en discos de oro que todo el mundo conoce y tararea, y que son fruto del trabajo conjunto de la familia, según recordaba Gaby: “Los payasos de la tele siempre trabajaron en equipo. No había ni tan siquiera un líder, o un creador, que influyera en el resto. Los guiones los escribíamos cada semana en la casa de uno de nosotros. Nuestras mujeres se encargaban de que no nos faltara un cafelito, o algo de picar, mientras hablábamos. Si se nos ocurría una cosa de una gracia tremenda, pensábamos que ese guión no era el adecuado; si nos gustaba demasiado a nosotros, es que no era bueno para el gran público”.
Ver másCCOO denuncia la pérdida de liderazgo de los informativos de TVE
Casi desde el principio se había incorporado el hijo de Fofo, con el nombre de Fofito. Todo lo escribían juntos, pero frente a los niños cada cual tenía el papel muy definido: Gaby de maestro de ceremonias; asumía el papel del "listo" del grupo, que sin embargo siempre terminaba escaldado con las bromas de sus compañeros. Vestido siempre con impecable levita negra, su personaje, con el saxofón colgado del cuello, aparentaba un aire serio y pretendía adoptar el rol de líder del grupo, siempre con catastróficos resultados; Fofo era la ternura hecha payaso y su hijo el del gamberro bromista; Miliki llevaba la voz cantante en las canciones, y en las respuestas, y jugaba a las equivocaciones compenetrado con Fofo.
En 1974 y 1975 son premiados como los personajes más populares de la televisión por las revistas Actualidad Eespañola y Tele Programa, pero en 1976 saltan todas las alarmas en la familia y, enseguida, en sus múltiples seguidores: A Fofo se le diagnostica un tumor cerebral y tiene que ser operado cuanto antes. La noticia figura en las portadas de los diarios nacionales y el impacto en la calle es tremendo; los cuatro payasos son aplaudidos por todos, pero quizás sea Fofo el que más hondo ha calado en el cariño de los niños. Recuerdo que ese día (debía ser a mitad de mayo) escribí en el diario Ya –entonces el más vendido de España- una columna en la que rogaba por su recuperación, y terminaba deseando que más pronto que tarde volviera a preguntar a los niños desde la tele ¿Cómo están ustedes? A la mañana siguiente, me llamó el propio Gaby a la redacción, para agradecerme el comentario y contarme que el tumor era benigno; por fortuna los médicos habían descartado que se tratara de un cáncer, y que la familia estaba aliviada, pero inquieta por lo delicado de la operación. Sin embargo, pronto surgieron complicaciones; Alfonso no se recuperaba, cada día estaba más débil, y la inquietud se convirtió en alarma cuando los doctores confirmaron que sufría una hepatitis de origen infeccioso, tras las numerosas trasfusiones de sangre realizadas durante la operación. Media España seguía los partes médicos que los diarios publicábamos, en mi caso con el añadido de las impresiones de la familia, que cada noche me comentaba Gaby por teléfono desde la Clínica de la Concepción, donde estaba ingresado su hermano. A primera hora de la madrugada del 22 de junio, Gaby me llamó como cada noche, pero esta vez su voz me llegaba quebrada y tenue para confirmar lo peor: “mi hermano ha muerto”. Redacté la noticia y, en cuanto pude, salí hacía el mortuorio de la clínica donde se instaló la capilla ardiente. Alfonso Aragón Bermúdez, Fofó, hijo y nieto de payasos, había nacido en el madrileño Puente de Vallecas, y allí quería que descansaran sus restos. El entierro fue multitudinario y lleno del cariño de familiares y seguidores. Tras el sepelio, acompañé a Gaby, sus hermanos y sobrinos al chalet que tenía en la carretera de Húmera, muy cerca de Prado del Rey, y fue allí donde decidieron que había que contar a todo el mundo que el que había muerto era Alfonso Aragón, que Fofó debía seguir vivo en la memoria de todos. Esa tarde, con las frases que a cada uno se le ocurrían, redacté una carta, en nombre de Fofó, dirigida a los niños de España, que firmaron Gaby, Miliki y Fofito y que se publicó en la revista Tele Radio y que fue reproducida a toda página por diversos periódicos e insertada en los telediarios de TVE. En los años sucesivos, Madrid bautizó como “Payaso Fofó” una de las principales calles de Vallecas, mientras se erigía una estatua con su nombre en el Parque de Atracciones; en Murcia también se construyó un parque en su honor; en Elche se completó un conjunto escultórico, con el payaso rodeado de niños, en uno de los puntos más representativos del Palmeral ilicitano, el estanque de los patos en el Parque Municipal, pero fueron muchas más las poblaciones españolas que quisieron honrar a Fofó con placas y bustos en sus parques infantiles. Se trata, sin duda, del mayor reconocimiento popular que se haya dado a un payaso en España.
El tópico afirma que el circo debe continuar aunque muera uno de sus artistas, y los “Payasos de la Tele” siguen la tradición; ahora son Gaby, Miliki y Fofito y ya graban los programas en color –aunque siguen emitiéndose en blanco y negro- y un año después vuelven a ser cuatro con la incorporación de Milikito, hijo de Emilio. El éxito continúa pero el viejo espíritu desaparece con la incorporación plena de esa nueva generación. Durante un tiempo, todo parece ir bien: sus programas se emiten también en distintos países de América, y siguen siendo reclamados para galas en directo. Pero con Fofó se ha ido esa comunicación de entenderse sin palabras, ese completar y redondear las ideas del otro. Las canciones, los gags que mejor funcionan son los antiguos, los creados por los tres hermanos a caballo entre España y América … En 1982, Milikito deja de serlo, para iniciar, como Emilio Aragón, una larga carrera en solitario, primero como humorista, luego actor y músico, y por fin ejecutivo de televisión. Le sustituye Rody, otro hijo de Fofó, pero un año después terminan su contrato con TVE y cada cual busca nuevas vías. “El circo de TVE” apaga sus luces sin haber recuperado el esplendor creado por los Aragón Bermúdez. Al margen de disensiones familiares, Gaby lamentaba, años después, la muerte de Alfonso: “Fofo y yo éramos más que hermanos. Nacimos solo con tres años de diferencia y no nos habíamos separado ni un solo día en 52 años hasta que murió. Miliki era mucho más joven, era otra cosa. La muerte de Fofo fue el golpe más duro de mi vida”. Gaby muere en 1995, Miliki en 2012, y sus descendientes, a pesar de dedicarse varios al mundo del espectáculo, han sido incapaces de ahormar un grupo que continuara una tradición de payasos iniciada en el siglo XIX por Gabriel Aragón Gómez, El Gran Pepino, continuada por sus hijos José María, Teodoro y Emilio Aragon Foureaux, Pompoff, Teddy y Emig, y consagrada por los tres hijos de este último, Gabriel, Alfonso y Emilio Aragón Bermúdez, Gaby, Fofó y Miliki, los inolvidables “Payasos de la Tele”.
12 de octubre de 1971. En la embajada española en Buenos Aires se celebra la fiesta de la Hispanidad con especial esplendor, ya que la preside el ministro de Trabajo Licinio de la Fuente, que se encuentra de visita en Argentina. Se ha invitado a las personas más relevantes de la amplia colonia de españoles que viven en ese país, y entre ellos a los hermanos Aragón Bermúdez, unos payasos que actúan ante las cámaras de buena parte de las televisiones de América. En un momento de la recepción, el ministro se acerca a ellos y les saluda. “Nos preguntó, medio en broma, -contaba Gaby años después- si queríamos algo de España. Y yo le conteste: ¿No es usted el ministro de Trabajo? Pues lo que queremos es trabajar en España, que llevamos casi treinta años fuera de nuestra tierra. Y el atrevimiento dio resultado; a la semana recibimos una oferta para actuar en Televisión Española”.