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Hispanofobia

Luisa Vicente

En Barcelona, la mayoría de gente apoya los episodios que se producen desde hace 150 días en la Avenida Meridiana, una de las principales vías de la ciudad. Radicales independentistas llevan casi cinco meses cortando la Avenida Meridiana, una vía de acceso y salida de la ciudad. Durante dos horas diarias, de 20:00 a 22:00, 4.000 vehículos quedan atrapados por una protesta. Redirigir el tráfico de coches, más nueve líneas regulares de buses que transportan a 120.000 pasajeros al día, requiere la presencia de más de 20 policías y mandos de la TMB.

Aparte de este trabajo, intervienen también en episodios de violencia, peleas, puñetazos e insultos que la tensión produce en los atascos. Hace unos días un motorista retenido increpó a los manifestantes que respondieron de manera hostil produciéndole heridas múltiples en brazos, en nariz, y la rotura de las gafas. El número de manifestantes que oscila entre la treintena y un centenar, en función de la hora, ha hecho que la gente no salga a pasear por miedo a las trifulcas que se producen. Que los comerciantes arruinen sus negocios por la merma en sus ventas, que los taxistas tengan que aguantar las quejas del pasaje, no solo por el retraso que provoca el corte de la vía, sino también por la pérdida de dinero si ofrecen un precio cerrado a través de su app. Que la gente llegue a sus casas a las tantas de la noche después de su jornada laboral. Que los niños, familias y vecinos tengan alterado su horario al descanso por el ruido que producen las retenciones y los altercados en esta Avenida.

Esta realidad existe porque la Conselleria d’Interior, con el consentimiento de la Generalitat y su Pesidente Torra, que protege a los manifestantes alegando el derecho a la huelga, ignorando a los miles de ciudadanos que tienen también su derecho a no ser perjudicados. El señor Torra alienta a los radicales a seguir en la lucha por “la libertad” y la autodeterminación incumpliendo el artículo 14 de la Constitución: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo. religión, opinión...”. Infinidad de veces ha mostrado su furia verbal con insultos y descalificaciones hacia los españoles y los catalanes que no opinan como él. Su etnicismo y su desprecio excluyente a los que no se identifican con el Procés es más que evidente.

Los líderes catalanes, lejos de condenar estos actos, se sienten orgullosos porque consideran que Cataluña es un país invadido por "colonos españoles” que les roba sus riquezas. De ahí viene el "apretad, apretad" que le dijo Torra a los CDR en un discurso, o el orgullo de la Consejera de Enseñanza Clara Ponsatí en el mitin que le hicieron al Sr. Puigdemont en Perpignan cuando dijo: "Estoy orgullosa de los jóvenes que ganasteis la batalla en la Plaza Urquinaona. Os necesitamos” La batalla a la que se refería la señora Ponsatí fue la violencia y los disturbios originados en Octubre pasado en el centro de Barcelona contra la sentencia del 1- O. En esa batalla provocaron pérdidas millonarias a todos los comerciantes de la zona, que tuvieron que pedir préstamos para restaurar los destrozos ocasionados en sus comercios y que los ciudadanos también pagaremos con nuestros impuestos los desperfectos urbanísticos. Aparte 180 ciudadanos resultaron heridos y tres agentes policiales presentaron heridas de gravedad y tuvieron que ser hospitalizados. El alegato de un presidente de Gobierno a favor de la violencia no se puede permitir en un Estado de Derecho. Un presidente que hace apología de la fuerza y el desorden urbano en guerrillas urbanas, debería ser obligado a dimitir ipso facto.

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Torra ha puesto como ejemplo a Eslovenia en referencia a lo que hay que hacer en Cataluña. Recordemos que en Eslovenia, durante el tránsito a su independencia, a pesar de ser un caso muy distinto al de Cataluña, hubo centenares de muertos y heridos. Según el presidente, para ser libres hay que estar dispuestos a matar.

Jair Domínguez, presentador del programa de TV-3 "Está pasant" dijo recientemente: "La historia demuestra que no hay cambios sin bombas y sin sangre. Ahora hemos descubierto que la República no se consigue con lacitos y manifestaciones, sino con sangre y fuego, ¡puta España!”.

Otra perla de Toni Alba hacia el concejal constitucionalista Manuel Valls fue "malnacido, gusano de alcantarilla, trozo de cagarro de alcantarilla".

Pero lo más grave es que no atacan a los no independentistas por "peligrosos", sino por ser “ los otros".

Estar enfermo de supremacismo es creer en la utopía de que Cataluña tendrá “el maná” si se independiza. Esto justifica enaltecer a los jóvenes radicales y hacer de ellos soldados para una guerra, máquinas de rendimiento, masa acosante sin pausa a base de estímulos y promesas para que se salten la ley y vulneren la integridad moral y física de "los otros". Actúan como mercenarios dopados de xenofobia hacia España

Ante esta situación tan alarmante, pregunto: ¿Qué hacen sentados en “la mesa del diálogo” el presidente Torra y el presidente Sánchez ?, ¿a qué acuerdos pueden llegar dada la situación?

Más vale que Cataluña despierte y entienda que la violencia no levanta países, los arruina. Su afán de hacer ruido para hacerse escuchar en Europa no es la estrategia, a la vista está. Cataluña debe ponerse a trabajar y a legislar. Ha de imponer justicia a los ladrones multirreincidentes; ha de erradicar los cárteles de la droga; ha de acabar con los proxenetas que explotan a mujeres vulnerables y niños, ha de acabar con el hambre infantil, con los guetos migratorios, proteger a los que no pueden tener acceso a una vivienda de alquiler a causa de la especulación de las Socimis, ha de suprimir embajadas y hacer colegios y guarderías, debe atender socialmente a los dependientes y ancianos, limpiar la ciudad de orines y narcotraficantes, y otras muchas cosas. Han abandonado tanto la ciudad, que el famoso paseo de La Rambla, ha pasado a llamarse en el extranjero “la calle de la droga”. Cataluña ha salido en muchas portadas de la prensa internacional, pero no como ciudad cosmopolita y progresista, sino como una de las ciudades más inseguras de Europa y como el mayor burdel de Europa, así se conoce a Cataluña fuera de su rincón.

Luisa Vicente es socia de infoLibre

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