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El amigo ruso: cómo Putin despliega su influencia en el 'patio trasero' de Trump

El presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladimir Putin, durante la cumbre del Foro de Cooperación de Asia Pacífico.

El Kremlin quiere hacer de Latinoamérica su área de influencia. En los últimos años ha aumentado y renovado su actividad geoestratégica en la región a través de la venta de equipamiento militar, el comercio, la industria energética, la cooperación en la lucha contra el narcotráfico y la expansión de los medios de comunicación rusos. Los intereses político-económicos de Rusia están afincados en el conocido como eje ALBA (Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba), pero sus mayores socios comerciales son el Brasil del ultraderechista Bolsonaro y el México del progresista López Obrador.

La política estratégica de Moscú para América Latina tiene un enfoque pragmático: prioriza las relaciones económicas sobre las ideológicas para vencer a sus mayores competidores, Estados Unidos y China, en la ampliación de sus mercados exteriores. Moscú ha reactivado sus relaciones bilaterales con Estados clientelares como Nicaragua o Cuba y ha mantenido vínculos tradicionales como es el caso de Perú, que en la actualidad es uno de los principales compradores de armas y socio militar de Rusia en la región, según indica la investigadora principal del Real Instituto ElcanoMira Milosevich, en su informe Rusia en América Latina.

Un estudio del Instituto Español de Estudios Estratégicos concluye que la política comercial exterior de Rusia se ha cimentado en el petróleo: el país es el segundo mayor productor del mundo. Si bien el comercio exterior ruso en América Latina representa en torno al 2% del total, ahora, el potente mercado alimenticio latinoamericano provee a Rusia de productos orgánicos (carne, leche, fruta, verdura), mientras esta exporta fertilizantes, productos metalúrgicos, equipos energéticos, helicópteros y sistemas de armas.

  Rusia en América Latina

1. La cooperación entre Brasil y Rusia: a la sombra de EEUU

A pesar de las discrepancias ideológicas con la Rusia de Putin, el Brasil del militar retirado Bolsonaro es el principal socio comercial bilateral de Moscú en la región por más de 4.000 millones de dólares. El grueso de las relaciones comerciales entre Rusia y Brasil se basa en el intercambio de fertilizantes rusos por grano brasileño, pues más del 60% de la producción de grano del mercado latinoamericano proviene de Brasil. Mientras, el 55% de las exportaciones de Rusia al país son de fertilizantes y productos asociados. Exporta también un 14% de petróleo, además de aluminio y carbón. Así, a finales del 2018, la petrolera estatal brasileña Petrobras vendió la mayor planta de fertilizantes de América Latina a la compañía rusa en expansión Acron Group, dedicada a la producción y venta de fertilizantes, con acciones cotizadas en Moscú y Londres, y presencia en 60 países. Por otro lado, otro gigante de los fertilizantes rusos, PhosAgro, busca oportunidades de negocio en la Argentina de Macri.

Con esta macroventa, Petrobras pretendía liquidar parte de una deuda que asciende a 80.000 millones de dólares. Tal como indica la investigadora Mira Milosevich, la estrategia del Kremlin consiste en ampliar su alcance participando en las petroleras brasileñas y en el negocio de la generación de energía nuclear. Ya en 2011 la petrolera ruso-británica TNK-BP se incorporó a un proyecto de prospección en el yacimiento de hidrocarburos de Solimões, en el Amazonas, entonces propiedad de la empresa local High Resolution Technology (HRT). Una vez comprobadas las reservas de petróleo y gas, la petrolera estatal rusa Rosnef Brasil adquirió el 55% de HRT en la Cuenca de Solimões, por lo que la participación de Rosnef es del 100%.

Además, a ambos países les une una asociación estratégicaque trasciende la región. Su cooperación se materializa especialmente en el marco de los BRICS, un grupo de economías emergentes formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuyo objetivo es convertirse en una alternativa para las tradicionales entidades multilaterales de financiación, como el FMI. Coinciden también en el G-20 –junto a México y Argentina, entre otros–, lo que favorece el diálogo entre los gobiernos de Rusia y Brasil.

Con la llegada de los gobiernos de derecha a Brasil, Argentina, Colombia o Chile, los acuerdos de armas con Rusia han caido exponencialmente: Brasilia solo compra el 3% del armamento ruso que se comercializa en la región. También porque la empresa brasileña fabricante de armas y municiones, Taurus, vio cómo se disparaban sus acciones un 180% a lo largo del 2018 mientras Bolsonaro crecía en popularidad esgrimiendo el discurso de la seguridad ciudadana: días después de llegar al Gobierno decretó la tenencia de armas "para el buen ciudadano".

Tras su investidura como presidente de la República Federativa de Brasil, el Gobierno ha limitado su alianza para la compra de armas y equipos militares a su mayor socio, EEUU, si bien el Gobierno anterior de Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores había negociado acuerdos de materia técnico-militar con Rusia. Bolsonaro ha llegado a nuevos acuerdos con Trump para compartir aliados y cooperar en política exterior, defensa, el sector energético, la explotación de los recursos naturales y la economía, pues desde la óptica del Gobierno ultraderechista se observa con recelo la estrecha relación que Moscúmantiene con los países del ALBA. De la misma forma ocurre con el Gobierno de Iván Duque, el presidente de Colombia. Las exportaciones de Brasil tienen como principal socio receptor a Estados Unidos y, en segundo lugar, a China.

 

2. México, buque insignia de la izquierda latinoamericana

Las relaciones bilaterales de México, un país considerado de izquierdas desde la victoria de Andrés Manuel López Obrador –conocido como AMLO–, y Rusia, son moderadas. Russia Today es el paradigma de la expansión de los medios de comunicación rusos. Según indica la investigadora Milosevich, la cadena ha incrementado su presencia en las pantallas mexicanas y presentado a AMLO bajo una óptica favorable desde el 2018. Otros partidos políticos como PRI (Partido Revolucionario Institucional) y PAN (Partido Acción Nacional) han acusado al partido de López Obrador, Morena, de recibir financiación del Kremlin durante su campaña electoral.

México está entre los 20 países que más comercia con Rusia y compra el 9% de las armas que Moscú vende en Latinoamérica, con quien coopera en la lucha contra el narcotráfico. Más de la mitad de las ventas de Rusia a México se concentran en productos metalúrgicos, seguido de fertilizantes y trigo. Además, desde el 2014, Rusia y México colaboran en exploración petrolera y suministro de tecnología a través de sus compañías estatales: la firma rusa Lukoil, dedicada al procesamiento de petróleo, y la productora, refinadora y comercializadora de petróleo mexicana, Petróleos Mexicanos (Pemex). El sector petrolero se ha abierto a capitales extranjeros desde la reforma energética del expresidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en 2013. Así, mientras Lukoil ha ampliado su producción de petróleo en el Golfo de México, Pemex ha buscado privatizar algunos de sus activos. Ahora, AMLO propone nuevos consejeros para Pemex.

 

Para transformar el país, el plan de AMLO es invertir cada año unos 500 millones de pesos en infraestructuras para el desarrollo urbano de aquellas ciudades donde hay negocio yactividad turística: un motor fundamental de la economía mexicana que podrá crecer en la medida en que consiga reducir los altos niveles de inseguridad en el espacio público. Así, buscará que zonas como Cancún y la Riviera Maya –los destinos favoritos de los turistas rusos– tengan vuelos directos con Moscú, después de que aerolíneas mexicanas compraran aviones rusos durante los últimos cinco años. El México de AMLO prefiere la inversión rusa a la china, a pesar de la aversión que estas relaciones causan en la Administración de Trump.

 

3. La crisis de Venezuela: en prórroga y en el punto de mira

A pesar del colapso económico que sufre el principal socio político y militar del Kremlin en Latinoamérica, Venezuela es todavía la pieza que se quieren cobrar los gobiernos conservadorespieza que comienzan a asentarse en la mayoría de las repúblicas de la región. El Kremlin representa un salvavidas político y financiero para el Gobierno venezolano desde 2016, si bien no está previsto que vuelva a aliarse con los países del proyecto bolivariano. Dicha alianza, sin embargo, no implicaría el apoyo una hipotética intervención militar rusa. Según indica la investigadora del Real Instituto Elcano Mira Milosevich, por dos motivos: Rusia carece de medios económicos para afrontar tal participación, y llevarla a cabo traspasaría los límites de su estrategia, que basa su expansión regional a través de intereses económicos.

Rusia sostiene la continuidad de la empresa estatal y motor de la economía venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA) y, ahora, sus oficinas europeas se trasladarán a Moscú. En 2017, Rosnef adquirió el 49,9% de la refinería venezolana Citgo, con sede en EEUU: una operación de trueque a lo grande que ha permitido a Rusia el acceso preferente al petróleo venezolano, dada la inmensa deuda que arrastra Venezuela. Tanto es así, que Rosnef revende cerca de 225.000 barriles por día de petróleo venezolano, el 13% de las exportaciones. Asimismo, la petrolera rusa posee parte de los principales proyectos petrolíferos del país caribeño.

Rusia y Venezuela mantienen acuerdos de mutuo provecho en materia energética articulados desde la relación personal que guardaron Putin y Chávez, y después con Maduro, a través de sus respectivas petroleras estatales: Rosnef y PDVSA. La alianza se remonta al 2006, cuando ambas empresas llegaron a un contrato de 4.000 millones de dólares por el que se intercambiaban armas rusas por petróleo venezolano: aviones de combate, helicópteros, tanques y otras armas rusas llegaron al país caribeño. 

 

Venezuela es el principal comprador de armamento ruso en la región (73%). Mientras, Estados Unidos –principal comprador de crudo venezolano hasta poco después del 23 de enero– ha congelado los fondos de PDVSA dentro de sus fronteras, bloqueando así la economía del país. Trump ha dado el aviso de que no descarta una intervención militar. Washington, los 14 países del Grupo de Lima y la oposición (MUD) son partidarios de hacer presión conjunta contra "la usurpación" de Maduro. Mientras, España y la UE han considerado imposible llegar a una hipotética convocatoria electoral sin diálogo previo, siguiendo el mecanismo de Montevideo. Sin embargo, la vía del diálogo iniciada por Uruguay y México sigue en punto muerto y también España se ha convertido en el punto de mira de EEUU después de que Elliot Abrams apuntase al país como posible destino de la disidencia de Maduro.

El aumento exponencial de las tensiones por la crisis venezolana ha provocado que Vladimir Putin comience a respaldar el diálogo entre el régimen y la oposición, si bien seguirá apoyando a Nicolás Maduro como lo hacen Cuba, China, Turquía e Irán, solo que "de todas las formas posibles y más baratas", señala la investigadora. Más de tres millones de venezolanos han cruzado la frontera en los últimos años huyendo de la crisis política y económica que sufre el país. El Gobierno de Maduro niega la existencia de una crisis humanitaria y, hasta el 11 de abril con el Comité Internacional de Cruz Roja, se ha negado también a recibir ayuda externa. 

 

4. Cuba: a la espera

El antiguo principal aliado de Rusia durante el periodo soviético sufre dificultades económicas desde 1989 y se ha vuelto dependiente de Moscú, según indica la investigación de Mira Milosevich. A partir de entonces, la modernización militar de Cuba ha corrido a cuenta de Rusia y, hasta 2020, ambos países desarrollan tecnología de defensa. Se han comprometido a la compra de equipos militares, aviones y helicópteros rusos y han llegado a nuevos acuerdos por los que se prevé que Rusia finfancie el sistema ferroviario y el sector energético de la isla. Para La Habana, Moscú es un sólido contrapeso a la hegemónica influencia de Estados Unidos en la región.

La presencia de Rusia en el sector energético cubano es muy alta y también visible desde que en 2017 la petrolera estatal rusa, Rosnef, comenzara a enviar petróleo a Cuba para contrarrestar la decreciente provisión de crudo de su aliado compartido, Venezuela. Mientras Moscú subsana esta falta, el Kremlin y La Habana conversan sobre la posibilidad de renovar una refinería local después de que Rosnef y la otra petrolera rusa, Gazprom, terminaran en 2014 de hacer perforaciones en el Golfo de México en busca de petróleo. Revitalizar el sector petrolero cubano ha pasado por el examen se Rusia en los campos petrolíferos que la isla tiene en tierra y alta mar

A través de otra firma rusa de energía diversificada, Inter Rao, Rusia se comprometió a financiar la construcción de cuatro centrales eléctricas para aumentar la capacidad termoeléctrica de las instalaciones cubanas. Otras empresas rusas participan en la construcción de un aeropuerto internacional en la zona suroeste de La Habna, dada la importancia del turismo de origen ruso que cada año acoge Cuba. 

Cuba importa el 5% del comercio ruso en la región con la compra de camiones, vagones de carga, componentes de automóvil y aceite de soja y, si bien la cooperación militar es el área más importante de su relación bilateral. Ambos países colaboran en investigación médica y biotecnología.

 

5. Nicaragua: imbuida en un clima de protestas y represión

El firme socio político y militar de Rusia desde la revolución sandinista se ha vuelto, como Cuba, dependiente de Moscú, quien también ha modernizado las fuerzas armadas nicaragüenses vendiéndole y donándole equipos, y entrenando a sus fuerzas militares. La relación de bilateralidad entre ambos países se basa esencialmente en la cooperación militar, pero también Rusia es el principal donante de vehículos y material médico a Nicaragua. El peso del comercio es muy bajo: mientras que el 95% de las exportaciones nicaragüenses a Rusia son de semillas, café y carne, el 80% de las exportaciones rusas a Nicaragua se concentran en cereales y fertilizandes.

El Gobierno de Daniel Ortega es hoy –compitiendo con el de Nicolás Maduro–, uno de los más cuestionados de Latinoamérica por la comunidad internacional. El clima en el país es de inquietud e inseguridad ante lacrisis socio-política que vive desde hace al menos un año. El detonante ha sido la brutalidad con que el Gobierno ha reprimido las protestas que estallaron en abril de 2018 contra una reforma de la seguridad social. Más de 300 personas han muerto y miles han sido detenidas a manos de la Policía y grupos armados afines al Gobierno por pedir la democratización del país desde entonces. Ortega, que lleva quince años no consecutivos en el Gobierno, ha sido acusado de crímenes lesa humanidad

Estas actuaciones han golpeado indirectamente la economía nicaragüense, ya que Estados Unidos y otros organismos internacionales han impuesto sanciones y congelado créditos nicaragüenses, lo cual pone en riesgo su ya debilitada economía, en constante caída. Nicaragua está, cada vez más, en el punto de mira después de que la Organización de Estados Americanos (OEA) iniciara en enero la aplicación de la Carta Democrática. La plataforma que aglutina a la oposición, Alianza Cívica, arrancó el 30 de marzo a Ortega el compromiso de liberar a todos los presos políticos en un plazo de 90 días. Sin emgargo, en la "sentada pacífica" que el colectivo UNAB convocó al día siguiente, otras 11 personas fueron detenidas y cuatro resultaron heridas. Por ello ambas partes han suspendido el diálogo ante la falta de avances en materia de justicia y democracia.

 

6. Bolivia: un país rico en recursos abierto a la inversión 

Es uno de los países fundadores del ALBA que más ha fortalecido sus relaciones políticas con Rusia en los últimos años, acompañadas, en gran medida, por el sentimiento antinorteamericano. Bolivia se ha posicionado a favor del Kremlin en toda clase de apoyos diplomáticos, especialmente cuando fue miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, entre 2017 y 2018. 

Rusia y Bolivia cooperan en industria energética, actividades militares y comerciales. Si bien la cooperación entre ambos países avanza más lentamente, las perspectivas son de crecimiento. En 2015 Rusia invirtió cuatro millones de dólares para estudiar la industria gasífera del país y después plantearon la apertura de un proyecto ruso-boliviano para la prospección de gas: un proyecto que comienza a dar frutos.  Mientras la petrolera rusa Rosnef se plantea si invertir en la exploración de fuentes de petróleo en Bolivia, otras empresas rusas del sector minero se interesaron en explotar los yacimientos de litio que se encuentran en el Salar de Uyuni: se cree que es el desierto salino más grande del mundo. Sin embargo, el Gobierno boliviano de Evo Morales –que se enfrenta a las elecciones presidenciales en 2019– no ha concedido los permisos.

Bolivia es un país rico en recursos naturales. Así lo ha remarcado recientemente su presidente, Evo Morales, quien ha destacado el "futuro" de bonanza económica que podía procurar la industrializaciónen agropecuaria, la energía, los hidrocarburos o la minería. En este sentido, la empresa Sacyr ha anunciado que construirá una planta geotérmica en Bolivia para la eléctrica estatal Ende Corporación por 18 millones de euros. 

 

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La incertidumbre en torno a Venezuela

La Casa Blanca es el principal apoyo Juan Guaidó desde que Venezuela se ha convertido en la prioridad de la política exterior de EEUU en la región, tras la llegada de gobiernos conservadores a las repúblicas de América Latina. Washington ya había adoptado sanciones contra Caracas pero, desde su autoproclamación como "presidente encargado" del país, las ha aumentado. En su último reparto de sanciones, Estados Unidos añadió a su lista a cuatro empresas y nueve bancos de distintos países –Italia, Libera, Panamá, Grecia, Malta– por su relación con el Gobierno de Nicolás Maduro, como parte de los esfuerzos de la Casa Blanca para derribar al Gobierno chavista del Palacio de Miraflores. El presidente de EEUU, Donald Trump, ha destacado en varias ocasiones que "todas las opciones están sobre la mesa", incluida una posible intervención militar, algo que rechazan países como España.

"Para restaurar la democracia en Venezuela", el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, pidió al Consejo de Seguridad de la ONU –donde EEUU, Rusia y China son miembros permanentes– que se reconociera a Guaidó como "presidente legítimo" de Venezuela y se retirasen las credenciales a los emisarios de Maduro.

 

El jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, calificaba el régimen de Maduro de "una amenaza real para Estados Unidos" y para su seguridad nacional, en alusión a sus crecientes vínculos con Rusia, Cuba, China o Irán. Asimismo, propuso sancionar nuevamente a Rusia por seguir presente en Crimea y el contencioso del mar de Azov. El 4 de abril, cuando la OTAN cumplía 70 años, Mike Pompeo, animó a los aliados a que se preparasen para los desafíos modernos y las "amenazas emergentes". Instó a los países miembros que incrementasen su gasto en defensa hasta el 2% sin "excusas", y aseguró que EEUU sigue plenamente comprometido con la cláusula de defensa mutua.

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Mike Pompeo ha justificado las medidas punitivas contra Maduro y su entorno frente a las críticas de Naciones Unidas y las ONG, que temen su impacto negativo en la población venezolana.

En esa fecha llegaban dos aviones rusos con equipos y personal militar a la nación caribeña. El Kremlin, sin embargo, aseguró que su presencia en Venezuela está amparada en sus acuerdos bilaterales y respondió, en reproche a Washington, que haya obviado "otras herramientas" no coactivas del "arsenal diplomático de Estados Unidos". Así, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, criticó que "en la diplomacia de Estados Unidos" no ve más que "ultimátums, y después sanciones, en caso de que no se satisfagan estos ultimátums". 

 

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