Democracia pixelada
Verstrynge, Monedero y los tránsfugas de Podemos
Yo tendría que escribir hoy una columna analizando los resultados electorales. Pero otro problema urgente se me atraviesa, uno que me preocupa enormemente y del que es mejor ocuparse cuanto antes. Veinticuatro horas han tardado Monedero y Verstrynge en volver al ruedo tras la campaña para defender el perímetro del pablismopablismo, no sea que alguien achaque el mal resultado de Podemos a la corriente que dirige el partido. Nunca faltan a la cita: son los perros de presa del partido, la máquina de fango encargada de hacer el trabajo sucio para que otros no tengan que mancharse.
Primero fue Verstrynge, en entrevista con Ferreras. Relataba cómo el resultado de Podemos ha sido una remontada espectacular, y que si no puede ser mejor es por culpa de Errejón. Dos datos para calibrar el desatino de semejante análisis: 1) Podemos ha perdido 29 diputados, todos sus senadores y 1,5 millones de votos. 2) Como bien explica Clara Ramas, la actual dirección monocolor tiene el control total del partido desde febrero de 2017. Se fueron yendo Xavi Domènech, Pablo Bustinduy, Bescansa, Luis Alegre, Errejón, David Bravo, Edu Maura, y tantos otros: no queda nadie que rechiste a Irene Montero. Argumentario, campaña, redes, cargos, listas, relación con medios: todo está en sus manos desde hace dos años, pero la culpa del descalabro electoral (¡oh, sorpresa!) es de Errejón que, para más Inri, ha pedido el voto a Unidas Podemos.
Después salió Monedero a agitar el avispero con mensajes-trampa ingeniosísimos. Criticaba ambiguamente el transfuguismo, y claro, mucha gente que sabe de su inquina personal salió (salimos) a afearle el gesto. Entonces él responde que hablaba del PP. Jiji, qué divertido.
Que a Monedero le gusta jugar con gasolina y que no tiene medida bien lo sabemos quienes le conocemos desde hace 25 años. Pero aquí además está cumpliendo una tarea precisa, que es marcar frontera política y mear terreno para evitar que empeore la fuga de voto en Podemos en las elecciones autonómicas y municipales, dentro de cuatro semanas. Echar responsabilidades fuera y buscar un chivo expiatorio. Fijar relato como guardia pretoriana del líder, diciendo lo que otros no pueden permitirse.
Nada nuevo. Esto es lo que han hecho Monedero y Verstrynge en todas las votaciones, internas y externas. La culpa siempre es de los medios, de las encuestas, de quien hizo la campaña andaluza, de Errejón cuando logró la remontada de 2015 pero no logró el sorpasso, etc. Monedero pidió dimisiones en Andalucía porque sacamos un 16%. Dijo que era mala campaña porque la marca no figuraba en la papeleta. Ahora sí figuraba y han sacado un 14%, pero nuevamente la culpa es de Errejón. Jamás, jamás será de ellos.
Hablemos claro y vayamos al fondo de la cuestión: tanto Monedero como Verstrynge confrontan a Errejón porque saben que encabeza el proyecto que ha seguido desarrollando la identidad inicial, transversal y abierta, sin falsos radicalismos narcisistas y sin nacionalismos de partido. La responsabilidad, la contención y la competencia virtuosa. Una estrategia que podría tener éxito en el futuro inmediato, y así certificar el fracaso de la suya. Por eso quieren machacarla ahora en mayo, antes de que sea tarde.
Hablemos de tránsfugas
A mí me deja atónito que este par se atrevan a hablar de transfuguismo. Hace falta un rostro muy duro, o un punto de inconsciencia, o ambos. Pero si quieren que hablemos, hagámoslo, abramos ese melón.
La trayectoria de Verstrynge es conocida. Sucedió a Fraga como secretario general del PP en 1979. Antes era su mano derecha. Hoy es pablista fiel, pero aún le quedan resabios de aquella época de diputado post-franquista, como su posición racista con la inmigración y su cercanía a la monarquía marroquí y contraria la autonomía del pueblo saharaui.
Su itinerario trásfuga es largo. Pidió ingresar al PSOE en 1988, y lo consiguió en el 93. Luego pasó a asesorar al PCE de Paco Frutos, pero sin dejar de coquetear con el Frente Nacional de Le Pen. En fin, que tiene una amplísima experiencia por todo el arco político, sin duda.
Monedero, por su parte, no se queda a la zaga. Entró a militar en el PSOE en 1982, año en que Felipe González ganó las elecciones y poco después nos metió en la OTAN que tanto critica ahora. Cuando empezó a ir mal, pasó a IU, donde trabajó asesorando a Llamazares. Juntos llevaron al partido de los 21 diputados que alcanzó con Anguita hasta los dos únicos diputados logrados en 2008. Personalmente, yo le conocí en CEPS, cuando Monedero abandonaba la Fundación para montar su propia consultora, ganando en la operación un buen dinero que luego saldría inoportunamente a la luz más adelante.
Yo no sé cuál es el problema del trásfuga. Todo el mundo tiene derecho a cambiar de ideas, o a cambiar de partido cuando este cambia de estrategia. Es perfectamente legítimo. Lo que no sería tan legítimo es cambiar por dinero, como en el tamayazo. Ni tampoco el entrismo: desembarcar organizadamente en un partido para tomar el control y cambiarlo de rumbo. Sería una ofensa al resto de militantes y sobre todo a los votantes. Un momento... pero justo esto es lo que pasó en Podemos.
El desembarco del PCE en Podemos
Fue después de Vistalegre I, donde Pablo e Íñigo confrontaron juntos la propuesta de organización asamblearista y rotativa presentada por Anticapitalistas y capitaneada por Echenique. Comenzaron a aparecer diferencias legítimas entre ellos sobre la dirección que debía tomar Podemos. Iglesias, políticamente forjado en su paso por el PCE, optaba por una línea más netamente izquierdista, muy confrontada con el PSOE. La cal viva, la tricolor, el puño en alto, o el famoso speech de "la sonrisa del destino", eran muestras de ello. Errejón insistía en su línea nacional-popular, más innovadora, reivindicando una idea de España progresista y confrontando contra "los de arriba" desde un abajo lo más transversal posible. Más similar al 15M. Y para la relación con el PSOE, proponía la famosa "competencia virtuosa", que ha terminado tratando de imitarse, pero ya sin él.
Para ganar aquél debate sobre la línea política, Pablo llamó a sus viejos camaradas del PCE, con experiencia en controlar aparatos de partido. Rafa Mayoral, secretario general de la Juventudes Comunistas, cargo que después había heredado Juanma del Olmo (actual Secretario de Comunicación en Podemos), Irene Montero, Alberto Rodríguez, y tantos otros que proceden de las filas del PCE. Cuadros expertos en manejar secciones sindicales, fontaneros con el culo pelado de brear asamblea a asamblea, purga a purga, para ganar congresos, controlar federaciones, etc. Lo sé porque lo viví en mis carnes: yo también pasé por esa organización en mi adolescencia, y le guardo un respeto enorme por su rol histórico. Una cosa no quita la otra. Pero estos son los que la fueron enterrando, expulsando a federaciones enteras una y otra vez para ganar los congresos. Y desembarcaron en Podemos, cuya hipótesis inicial no compartían, para poner en práctica sus artes. Si el lector se molesta en googlear, verá que ninguno de ellos aparece en las fotos de Vistalegre I. Y los que allí aparecían, ya no están.
La purga y el cambio de rumbo
Y claro, el resultado era previsible. Errejón tenía mucha simpatía entre los cinco millones de votantes, y mucho voluntario quincemayista, pero no tenía un ejército estructurado ni nada que se le pareciera entre las filas militantes. Y como señala Trecet, son cifras de diferente orden de magnitud. Le apoyaban intelectuales independientes, estudiantes izquierdistas que de verdad le habían leído, y los chavales de Juventud Sin Futuro, cuyas habilidades incluían el diseño y el videoactivismo, pero sin experiencia de partido. El leninismo experto entró en Podemos como cuchillo en mantequilla.
Rápidamente tomó control del partido dejándonos a todos atónitos con la eficacia y dureza de la operación. Purgaron uno a uno a todos los fundadores: otros fuimos dimitiendo por la imposibilidad de trabajar coherentemente. Empezaron a dar bandazos entre momentos de imitar la línea errejonista (en el fondo sabían que funcionaba), como en la moción de censura o el debate en Atresmedia, y otros momentos en que la cabra tiraba al monte del folklore soviético, que es ineficaz pero calentito para quien lo ha mamado.
Hoy el Partido Comunista se enorgullece de tener la representación parlamentaria que no lograba en los primeros años de la crisis (2008-2015). Mientras, la suma de Podemos e IU ha caído de 6 a 3,5 millones de votos en cuatro años. Misión cumplida, gobiernan una IU 2.0.
Ni liberales, ni de centro
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El problema no es el transfuguismo, Monedero, ni que unos dirigentes desalojen a otros. La representación política es un lugar de paso: eso es incluso sano. El problema es que esa operación ha alterado la naturaleza misma del proyecto, ha dejado que se cierre la ventana de oportunidad malgastando una oportunidad histórica, y que el debate gire hoy en torno a la cuestión catalana – y por muchos años–. Ha salvado la vida profesional de un aparato grupuscular a costa de arruinar las esperanzas de una línea política novedosa y exitosa, muy distinta a la izquierda tradicional, que no supo interpretar el 15M.
En 2015 votamos para asaltar los cielos y cambiarlo todo. Hoy votamos en defensa propia para no cambiar a peor. Si Podemos no se ha hundido más ha sido por la movilización social de urgencia para frenar a Vox, que ha traído voto prestado tanto al PSOE como a Podemos. Y por la errejonización de última hora, con el Pablo más respetuoso y moderado ganando los debates en TV, mientras perfiles como Verstrynge y Monedero desaparecían de la campaña. Pero una identidad política no se construye en los últimos quince días, sino en dos años de gestión.