tintaLibre
Digestión pesada en el independentismo

En un rellano, digiriendo los acontecimientos pesadamente, buscando un nuevo relato y sin una clara estrategia compartida. Así está, a fecha de hoy, el independentismo catalán, tras más de dos años de la crisis de octubre de 2017, la que desembocó en el referéndum unilateral reprimido a porrazos, la declaración de independencia fake, la aplicación del artículo 155, las elecciones autonómicas del 21D, y la cárcel y el exilio para los principales dirigentes políticos y sociales de este movimiento. Además, el juicio en el Tribunal Supremo contra Oriol Junqueras y los demás miembros de la cúpula independentista ha puesto en evidencia que entregar a los jueces la solución de un conflicto político fue una idea pésima. Moraleja: una democracia no puede abordar un contencioso de esta naturaleza como si fuera un asunto penal y de orden público, porque se desvirtúa y se desfigura en lo más sustancial del sistema.
Lo más relevante, a efectos políticos, es la bifurcación del independentismo en dos estrategias. Por un lado, está Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), histórico partido que, bajo el fuerte liderazgo de Junqueras desde la cárcel, asume un giro estratégico que le convierte en el abanderado del gradualismo, del pragmatismo y de la voluntad de incrementar, desde la gobernabilidad, los apoyos sociales a la causa de la secesión mediante un referéndum pactado con el Estado, al estilo escocés. La abstención de los republicanos en el Congreso de los Diputados para facilitar la creación del Gobierno de PSOE-Unidas Podemos es congruente con este planteamiento.
Por otro lado, está Junts per Catalunya (JxCat), la formación que dirige férreamente Carles Puigdemont desde Waterloo y en la que conviven los posconvergentes del PDeCat (siglas surgidas de la antigua Convergència Democràtica) con un variopinto grupo de independientes fieles al expresident, encabezados por Elsa Artadi y por la jefa de filas en Madrid, Laura Borràs. El actual president de la Generalitat, Quim Torra, forma parte también de este núcleo puigdemontista, aunque algunas de sus decisiones y gesticulaciones no gustan a quien le eligió como figura vicaria.
A rebufo de los vaivenes judiciales europeos de Puigdemont, y de la táctica que se deriva de los mismos, JxCat mantiene un discurso de pulso con el Estado, continuador del espíritu unilateralista, pero más de gesticulación que de realidades. En el Govern cohabitan los consellers de Junqueras y los de Puigdemont, y todos comparten el realismo del día a día autonómico, algo de lo que únicamente se desmarca Torra con discursos y gestos de recorrido limitado y eficacia escasa; recordemos que el president será inhabilitado por haber colocado una pancarta reivindicativa que, finalmente, tuvo que retirar. Por orden de Puigdemont, JxCat votó no a la investidura de Pedro Sánchez, algo que un sector de los posconvergentes lleva con incomodidad.
El tercer actor político del bloque, la CUP, mantiene una posición similar a la de JxCat, con mayor énfasis en la desobediencia y la protesta callejera, aunque ha decidido romper con una de sus señas de identidad: en las últimas elecciones generales, los anticapitalistas presentaron por primera vez candidatura y obtuvieron dos diputados al Congreso, que también votaron no a la investidura de Sánchez. Esta decisión chirrió bastante si se tiene en cuenta que, en el universo cupero, siempre han gustado las comparaciones con la izquierda abertzale, que esta vez facilitó el desbloqueo.
En el ámbito de las entidades, se reproduce la bifurcación estratégica, con algunos matices. Mientras Òmnium Cultural —cuyo presidente, Jordi Cuixart, dirige la organización desde la cárcel— aboga por generar complicidades transversales y por el diálogo, especialmente entre el independentismo y los socialistas; la Assemblea Nacional Catalana (ANC) reivindica la vía unilateralista, exige gestos de ruptura a los partidos independentistas, y considera que el referéndum del primero de octubre generó un mandato democrático que debe aplicarse lo más pronto posible; asimismo, la ANC ha criticado el giro estratégico de los republicanos, actitud que cuestiona el papel aglutinador que tenía esta entidad en sus inicios. Además, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, se ha metido de lleno en la arena partidista, ya sea contra los comunes o a favor de nuevas ofertas independentistas.
Dos circunstancias marcan el estado de ánimo del universo independentista: la realidad de la cárcel (y el exilio) y la necesidad de regresar a los circuitos de la política para defender desde allí la posibilidad de un referéndum. Hacer política con líderes en la cárcel y en el extranjero exige una pedagogía laboriosa dirigida a las bases; de momento, solo los republicanos están en ello, como quedó claro en su reciente 28º Congreso. La competencia entre JxCat y ERC no ha cesado nunca y abundan los choques y reproches entre dirigentes y cuadros de ambos espacios, sobre todo en las redes sociales. Las acusaciones de “traición” o de “rendición” atraviesan el paisaje. Ni la cárcel, ni el exilio, ni el juicio en el Supremo, ni compartir Govern ha servido para reconstruir la confianza.
Las futuras elecciones catalanas —a merced del calendario judicial del president Torra— podrían tener lugar en verano o en otoño. Una vez aprobados los presupuestos de la Generalitat para este año, no hay impulso para nada más. Por otro lado, la mesa de diálogo, donde tendrán que estar el Gobierno español y el Ejecutivo catalán, necesitará de un president y de unos consellers que gocen de más autoridad y cohesión interna.
Los republicanos imaginan la futura gobernabilidad catalana con un replanteamiento de alianzas que rompa la lógica de bloques. Los expertos especulan con unos comicios —muy reñidos— que pueden arrojar un número similar de escaños para ERC, JxCat y los socialistas catalanes del PSC, con los comunes a distancia y el hundimiento de Ciudadanos. En JxCat lo fían todo a la figura de Puigdemont, que podría hacer la campaña catalana desde su recuperado escaño en el Parlamento Europeo, y a un eventual fracaso de la mesa de diálogo. En paralelo, sectores posconvergentes —fuera y dentro del PDeCat— trabajan para impulsar una candidatura del soberanismo pragmático que se desmarque del dictado de Waterloo y pueda obtener cuatro o cinco diputados, tal vez imprescindibles para apuntalar una nueva mayoría —no exclusivamente independentista— en la Cámara catalana.
ERC: De Tarradellas a Junqueras
Ver más
Así las cosas, veremos si la apuesta de ERC en Madrid tiene recorrido o embarranca a la primera de cambio, como algunos prevén. El PSOE no diagnostica bien el problema si cree que ofreciendo solamente un nuevo Estatut como salida al conflicto (es lo que se cuenta en algunos ambientes madrileños) va a conseguir que dos millones de catalanes abandonen la hipótesis de la secesión. Pedro Sánchez tendrá que demostrar más imaginación y asumir, de paso, que no es la hora de la cosmética sino de una cirugía que aborde el asunto del reconocimiento de Cataluña, eso que el café para todos nunca satisfizo.
* Francesc-Marc Álvaro es columnista de ‘La Vanguardia’ y autor de ‘Ensayo general de una revuelta. Las claves del proceso catalán’ (Galaxia Gutenberg).Ensayo general de una revuelta. Las claves del proceso catalán
* Este reportaje está publicado en el número de febrero de tintaLibre, ya a la venta. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquí.aquí