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Aprender a escuchar vale más que mil palabras

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Escuchar y pensar. La vida está llena de rumores que conviene convertir en actos y en palabras…, pero después de escuchar y pensar. Hemos vivido en las últimas semanas situaciones que invitan al tumulto. Unas veces se trata de terror, otras de la payasada, pero todo se resuelve con comentarios, declaraciones, descalificaciones, artículos y mensajes. Juan de Mairena, el personaje de Antonio Machado, supo que la verdadera libertad no se juega sólo en el hecho de poder decir lo que se piensa. También es necesario poder pensar lo que se dice. Mairena y Machado eran maestros que llenaban la vida cotidiana de preocupaciones serias.

¿Nos molestamos en pensar lo que decimos? El terror disfrazado de islamismo provocó en 2016 muchas víctimas. En Europa Occidental nos dejó 238 cadáveres en la memoria; en África y en Asia la cosecha de odio superó los 34.000. Es normal que un atentado afecte más cuando sucede en nuestra ciudad o en nuestro país, en la realidad que tocamos a diario con las manos. Pero no tiene sentido que nuestro dolor nos condene a desconocer el mundo para dar rienda suelta a las obsesiones. En estos tiempos de aparente espontaneidad y tomas apresuradas de posición, los minutos de silencio no deberían servir sólo para mostrar nuestro duelo. Habría que aprovecharlos además para morderse la lengua y escuchar el rumor del mundo antes de dejarse llevar por los fantasmas, esas oscuridades que van con nosotros, que están en nuestro corazón antes de que sucedan las cosas. Fantasmas que aprovechan los acontecimientos para perder el pudor o la vergüenza.

Si terrible fue el atentado de Barcelona, espantosa ha sido la secuela de los comentarios. Los muertos han perdido protagonismo en demasiadas ocasiones para poner las palabras al servicio del odio, el racismo, el anticatalanismo, el antiespañolismo o cualquier otro asunto que pase por la cabeza. Lo políticamente correcto parece muchas veces una cursilería o un disfraz, pero uno acaba por agradecerlo cuando ve que las víctimas de Las Ramblas se convierten en materia para la guerra santa o la manipulación política. La prisa sólo es respetable cuando ayuda a defender la convivencia y a respetar los derechos humanos ante cualquier conmoción. Después conviene guardar silencio y ponerse a pensar en lo que decimos y hacemos.

El fundamentalismo islámico es un problema grave que no se puede desconocer. Da miedo lo fácil que resulta odiar y matar en un mundo tan desigual y tan unificado como el nuestro, con nuevas formas de colonialismo y una especulación que ha perdido el control de sí misma y se extiende hacia la barbarie. Y una realidad obligada a convivir con la barbarie exige una meditación seria y una apuesta firme por la dignidad y la decencia. Aprender a escuchar y a pensar entre gritos.

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O entre carcajadas. También ha habido comentarios para todos los gustos ante la idea peregrina de quitar el nombre de Antonio Machado en una calle de Sabadell por su significación franquista y anticatalanista. Pasado el vértigo de los disparates y las interpretaciones que nos han helado el corazón, no hay más remedio que volver a la idea de Juan de Mairena y sugerir de nuevo que es necesario pensar lo que decimos antes de decir lo que pensamos.

Los que aprovechan la cuestión para ridiculizar el catalanismo deberían preguntarse si la tontería de una persona resta legitimidad a un debate político colectivo. ¿Tienen menos derecho los catalanes a decidir en las urnas su articulación territorial porque un historiador haya sostenido que Antonio Machado representa un franquismo anticatalanista? Por otra parte, los que están abandonándose al vértigo de un proceso de independencia sin garantías, deberían preguntarse qué tipo de identidad catalana se quiere. Como ocurre en casi todos los informes, este historiador ha escrito aquello que el jefe quería oír. ¿De verdad es buena para Cataluña una identidad sin Machado? ¿Va a renunciar Cataluña a todo el movimiento cultural que surgió de Barcelona en los años 50 para oponerse a la dictadura y a la zafiedad franquista en nombre precisamente de Antonio Machado?

A todos nos conviene hacer las cosas de otra manera, pensar lo que decimos antes de decir lo que pensamos. Aprender a escuchar vale más que mil palabras.

Escuchar y pensar. La vida está llena de rumores que conviene convertir en actos y en palabras…, pero después de escuchar y pensar. Hemos vivido en las últimas semanas situaciones que invitan al tumulto. Unas veces se trata de terror, otras de la payasada, pero todo se resuelve con comentarios, declaraciones, descalificaciones, artículos y mensajes. Juan de Mairena, el personaje de Antonio Machado, supo que la verdadera libertad no se juega sólo en el hecho de poder decir lo que se piensa. También es necesario poder pensar lo que se dice. Mairena y Machado eran maestros que llenaban la vida cotidiana de preocupaciones serias.

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