A mediados del pasado mes de diciembre, tres generales retirados del Ejército de EE.UU. expresaron a través del Washington Post su temor de que, si se repitiera una grave crisis como la del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, habría sectores de las Fuerzas Armadas con los que no podría contarse para defender al Gobierno legítimamente formado. Es decir: apoyarían una nueva insurrección.
"Sentimos escalofríos ante la idea de que un golpe pudiera tener éxito la próxima vez", escriben textualmente. Recuerdan que una de las fortalezas de los ejércitos es su variada composición humana, con personas de distintas creencias, culturas y opiniones, pero insisten en que si esto no se maneja cuidadosamente "cabe la posibilidad de un colapso militar que refleje la descomposición social y política" que se observa hoy en EE.UU.
En la acción insurreccional de 2021 participaron militares retirados y en activo, e incluso surgió un grupo de altos jefes, autodenominado Flag Officers 4 America, que publicó una carta apoyando las falsas acusaciones de Trump contra la legitimidad del proceso electoral.
La posibilidad de una ruptura de la cadena de mando según líneas partidistas es algo muy grave si se repitiese un movimiento insurreccional, porque puede conducir a la formación de unidades militares que obedezcan al presidente electo y otras, al candidato derrotado, lo que inevitablemente abocaría a una guerra civil.
Los acontecimientos de enero de 2021 mostraron una increíble falta de previsión militar. El entonces Secretario de Defensa testificó posteriormente que había impedido proteger militarmente el Capitolio, mientras que el Jefe del Estado Mayor Conjunto se apresuró a comprobar que la cadena de mando nuclear (el "botón rojo") no había sido perturbada por los amotinados.
Ante el proceso electoral del medio mandato en 2022 y la elección presidencial de 2024, los generales citados afirman que "hay que prepararse para lo peor". Sugieren refrescar las leyes de la guerra que autorizan la desobediencia ante órdenes ilegales, confirmar y establecer claramente las cadenas de mando, para que nadie ignore de quién depende en caso de un conflicto nacional.
No está de más identificar en los cuarteles a los potenciales amotinadores, detectar propaganda orientada a la rebelión y vigilar su difusión. Concluyen recomendando que el Departamento de Defensa ensaye "juegos de guerra" relacionados con el traspaso del poder presidencial tras unas elecciones, para detectar los puntos vulnerables y garantizar que el proceso se desarrolle sin violencias ni insurrecciones.
Esto no es un problema solo de EE.UU. Afecta a todos los países que aspiran a vivir en democracia y evitar a los nuevos Trump que pueden surgir en cualquier parte del mundo.
Su alegato concluye así: "Los militares y los legisladores poseen preparación y habilidad suficientes para evitar otra insurrección en 2024, pero solo lo conseguirán si toman ya hoy acciones decisivas".
Tiene que ser "hoy" porque, según algunos analistas de la situación, "El peligro de un golpe [de Estado] en las próximas elecciones en EE.UU. es hoy mayor que lo que fue durante la presidencia de] Trump", como se leía en The Guardian el pasado 3 de enero. Esto no es un problema solo de EE.UU. Afecta a todos los países que aspiran a vivir en democracia y evitar a los nuevos Trump que pueden surgir en cualquier parte del mundo. Y no conviene esperar a que la última línea de defensa sea la militar, pues es evidente que no está del todo preparada para este tipo de ofensiva.
A mediados del pasado mes de diciembre, tres generales retirados del Ejército de EE.UU. expresaron a través del Washington Post su temor de que, si se repitiera una grave crisis como la del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, habría sectores de las Fuerzas Armadas con los que no podría contarse para defender al Gobierno legítimamente formado. Es decir: apoyarían una nueva insurrección.