Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
¿Cuál es el camino?...
Siempre he tenido la sensación de que no sabía venderme. Que a mi alrededor hay gente que hace poco o nada pero sabe contar mucho lo que dice o hace y logra darle una resonancia que agranda la importancia de su gesto o de su acción. Y en este oficio, tantas y tantas veces, la cuestión está en saber venderse. Las redes sociales han venido a subrayar mucho más este aspecto de autopromoción de algunos: hay que contar mucho lo que haces, enseñar mucho tu vida, tu día a día, tu oficio, tus intimidades si hace falta para no dejar de estar ahí. Pon un comentario en redes, en Twitter, da igual que no aporte mucho, pero tú sé constante en darte esa visibilidad para que al final consigas hacerte un hueco en ese espacio público.
Y admito que me siento muy torpe para lograr hacerlo bien. Si es que realmente lo que importa ahora mismo es hacerlo bien en ese ámbito. No importa que trabajes mil horas; si no lo cuentas, es como si no lo hicieras. Y hay tantos perfiles que alimentar en este nuevo universo de las redes que me agoto. Twitter por un lado, LinkedIn por otro y el omnipresente Instagram. Sé que hay que estar ahí, que hay un espacio que hay que explorar, que no podemos darle la espalda, pero no puede ser el único en el que dejes toda tu energía. Hay tantas cosas que hacer cada día, que a mí me queda poco o nada de tiempo para dedicarme a eso. Y además está el pudor: ése que te impide contar más porque crees que, en el fondo, poco o nada le puede importar al que te está viendo o leyendo.
Y me pasma ver a gente que no sería mi referente jamás en nada, y mucho menos en esto del periodismo, ganar y ganar seguidores a base de no contar nada y de enseñar mucho.
Esta profesión tiene ahora mismo muchos frentes abiertos como para que tropecemos también en éste. El otro día hablaba con una de esas periodistas a las que admiro por su sabiduría, su talento, su sensatez, su rigor. Estaba decepcionada con la profesión, creía que esto no iba a seguir funcionando si seguíamos banalizando de esta forma el oficio. Y no sólo por las redes, sino por cómo están reaccionando las redacciones ante el desafío que tenemos delante. Hay un público al que cada vez nos cuesta más llegar, al que hay que alimentar con muchas historias para lograr captar su atención. Tenemos que saber cómo contarlas, cómo aportar ese enfoque que le haga interesante vernos, leernos, escucharnos. Encontrar las voces que necesitan ser escuchadas en cada historia. Salir a la calle, salir a la calle, salir a la calle. Lo repetiré mil veces. Es ahí donde encontramos lo que a la gente le importa, no desde nuestras redacciones, parapetados con nuestros teletipos y nuestros ordenadores.
Hay un público al que cada vez nos cuesta más llegar, al que hay que alimentar con muchas historias para lograr captar su atención. Tenemos que saber cómo contarlas, cómo aportar ese enfoque que le haga interesante vernos
La Inteligencia Artificial nos lo va a poner más difícil aún. Y esa trinchera es la que tenemos que pelear. Ahí es donde tenemos que poner todos los esfuerzos. El otro día se me pusieron los pelos como escarpias cuando vi la portada de la revista alemana que llevaba a su titular una entrevista con Michael Schumacher que nunca había existido. Las respuestas las habían reproducido con inteligencia artificial, le habían metido muchas entrevistas previas del piloto y el Chat inteligente reprodujo lo que aprendió que podía haber dicho Schumacher. Así vamos a destrozar el periodismo. Lo digo completamente convencida. No hay salida si creemos que eso tiene interés para nuestros lectores o espectadores. El mundo real es ya de por sí muy complicado. Y necesita de periodistas que sepan explicarlo, contextualizarlo, buscar las preguntas y las respuestas necesarias para lograr saber qué ocurre y hacia dónde vamos.
El problema es que, quienes están ahora al frente de los grandes medios, sepan verlo. No caigan en la trampa de los clicks, de los seguidores, del número de visualizaciones y sepan mantener el rumbo. Porque si no, nos vamos todos a pique.
Tenemos que ser los periodistas los que lideremos ese cambio. Tiene que ser el oficio el que se exija a sí mismo ser lo que siempre ha sido. Y aquí podéis de nuevo volver a dar zascas quienes creáis que todos estamos en el mismo saco. Pero, humildemente, creo que os equivocáis. Está bien que nos exijáis rigor, veracidad, eso nos obliga a hacerlo mejor. Hace unos días, sin ir más lejos, este medio celebraba sus primeros 10 años de vida. Y fue todo un chute de energía escuchar a sus fundadores, escuchar cuáles son sus prioridades. “El periodismo, como la política, o es útil o no es nada”. Ése es el camino. Estoy convencida.
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