Regalar un libro Luis García Montero

¿Y ahora qué? Es la pregunta que todos nos hacemos. Cómo va a acabar esto, qué va a pasar a partir de ahora con esa bomba en forma de aranceles que ha lanzado Trump.
Lo he dicho muchas veces aquí, pero no por eso deja de sorprenderme la capacidad de autoengañarse que tiene Trump. La capacidad de decir que esto es lo que necesitaba su país, sus trabajadores, sus empresas, para volver a hacer a América rica otra vez; curiosa la cuña que metió en ese Make America Great Again, su MAGA. Ahora no se trata de hacer de nuevo grande a América sino rica cuando, todos los estudios, análisis y previsiones dicen justo lo contrario: que a quien más va a perjudicar esta guerra de aranceles va a ser a ellos, a Estados Unidos.
Trump se volvió a montar todo un espectáculo en su anuncio de aranceles, en su día de la liberación. Llama la atención cómo siempre busca grandes títulos para sus anuncios, cómo intenta marcar hitos en el calendario de su mandato. Incluso el bolígrafo que utiliza para firmar sus órdenes ejecutivas: no es un bolígrafo de tinta fina, normal, no. Utiliza un rotulador, negro, que deje bien visible esa firma esquizofrénica que hace una y otra vez ante las cámaras y que se esmera luego en enseñar, como lo hace un niño pequeño cuando quiere enseñar su último dibujo a la profesora.
Luego, la realidad nos dice que su administración es una incompetente, cometiendo fallos de seguridad uno tras otro, y son de los que nos enteramos, porque habrá muchos otros que ni se sepan.
Esto es una condena a muerte. Para todos. Y, lo peor, es que está liderado por tipos que se mueven por impulsos, sin preparación, sin norte, que hacen las cosas sin medir las consecuencias
Incluso el miércoles, cuando presentó la relación de aranceles en esa rueda de prensa en los jardines de la Casa Blanca, había datos contradictorios. Los aranceles que él enseñó en esa cartulina no coinciden con los que luego estaban publicados de forma oficial, los datos no casaban, así que alguien hizo mal su trabajo.
Y es aún peor. En ese listado, había países que no están habitados. Países que no tienen relaciones comerciales con Estados Unidos porque sólo viven pingüinos y focas. Pero da igual.
El jueves, las bolsas se dieron un buen batacazo. Ayer y hoy, el mundo está preocupado. Y es para estarlo. Porque no tenemos ni idea de qué va a pasar ahora. Lo que parece seguro es que el mercado, la economía, se va a frenar, van a subir los precios, es decir, la inflación, habrá empresas que se verán en auténticos apuros y, puede que se vean abocadas a cerrar. Hay bodegas en nuestro país cuyo principal mercado es el estadounidense. Lo de ayer es una condena a muerte. Para todos. Y, lo peor, es que está liderado por tipos que se mueven por impulsos, sin preparación, sin norte, que hacen las cosas sin medir las consecuencias y, lo hacen, aplaudidos por ese clan incapaz de decirle a un ignorante que lo es. Ayer, Abascal decía que entiende y respeta los aranceles de Trump. Pues nada, a aplaudir.
The Economist lo plasmaba de forma muy gráfica en su portada y bajo el título “Ruination Day”, el día de la ruina. Vienen curvas. Y habrá que virar en estrategias comerciales. Habrá que hacer un esfuerzo, pero, afortunadamente, afortunadamente, estamos en Europa.
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