El retroceso del revólver contra el feminismo Cristina Monge
Tinto de verano, mojito o clara
Llega el final de un curso que, con algún que otro tropiezo, se ha parecido bastante a como era antes de la pandemia. Nuestros hijos han demostrado una capacidad de adaptación asombrosa, desde el primer minuto. Otra cosa es cómo les ha pasado factura todo esto: cómo esa empatía y resiliencia luego se ha traducido en procesos de estrés acusados, en ansiedad, en depresión en muchos casos… Con todo eso han tenido que lidiar estos meses: ya no era el miedo a enfermar, el miedo a volver a quedarse encerrados, era el miedo a aceptar que lo que pasó les cambió.
A mitad de curso, por fin, pudieron quitarse las mascarillas. Recuerdo ese día con nervios en casa: algunos habían empezado la nueva etapa con la cara tapada. Y ése iba a ser el primer día en el que estaría sentada en el aula completamente “destapada”: ese día se levantó antes. Me sorprendió y le pregunté si tenía algo, porque la vi maquillándose a primera hora, en el baño, ya duchada y lista para salir. Su respuesta me pintó una sonrisa: “Mamá, ¿que hoy podemos ir sin mascarilla!”… Me reí, había olvidado lo que es tener 19 años…
La mayoría cogen las vacaciones con todas las ganas del mundo, con esa emoción que habían perdido por los meses de verano, por las tardes de no hacer nada, de ir en bici con los amigos a buscar un helado, con las meriendas en la piscina que se acaban convirtiendo en cenas tardías.
Tienen ganas de volver a ser ellos y nosotros de que ellos vuelvan a ser como antes. Aunque en estos dos años, algunos hayamos perdido a esos niños y tengamos ya adolescentes que nos pasan dos cabezas. Pero sí, queremos que recuperen lo que perdieron, la emoción de su primera noche de San Juan en la playa, de su primer viaje con amigos tras acabar los exámenes, de su primer campamento fuera de casa…
Y lo hacemos casi, casi, con los ojos cerrados, engañándonos un poco y atemperando los miedos que siempre, tengan la edad que tengan, te asaltan cuando salen de casa: ¿estarán bien?, ¿nos echarán de menos?, ¿dormirán sin sustos?, ¿se acordará de ponerse crema?... El verano es la mejor época del año cuando eres niño… y también cuando eres mayor, pero en la infancia, la sensación de libertad que te da saber que tienes por delante casi 3 meses para no hacer nada es maravillosa.
El curso que viene se presenta movidito, con más de una curva pronunciada en la crisis energética, con los precios todavía más disparados y con el ambiente político calentando motores para las elecciones
¡Queda tan lejos septiembre! Y tantos planes por hacer… Así que disfrutemos de este primer finde de libertad, de no pensar en nada que no sea vacaciones, verano, sol y descanso. Porque la vuelta será dura, ya lo sabemos. Y no sólo por la vuelta a la rutina habitual de cada septiembre: el curso que viene se presenta movidito, con más de una curva pronunciada en la crisis energética, con los precios todavía más disparados y con el ambiente político calentando motores para las elecciones. Apasionante cocktail el de otoño. Así que yo me quedo con el de verano, tinto de verano, mojito o clara, pongan ustedes aquí su preferido.
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