Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
Investidura por compasión
Feijóo quiere ser el califa en lugar del califa y no va a permitir que la dignidad se lo impida. El otro día se careó con el coco. Atiendan a la prosopopeya: "Comparezco tras reunirme con el secretario general del Partido Socialista Obrero Español en mi calidad de candidato del partido ganador de las elecciones y también como candidato designado por el jefe del Estado para la investidura como presidente del Gobierno". Archipámpano de las indias, hermano mayor de la cofradía del puerro y pretendiente legitimista al trono francés. El pobre chambelán de Moncloa aún sigue con la mascarilla de oxígeno.
No envidio a don Alberto: cualquiera aguanta a Sánchez con el chulito subido. "Pedro, dos añitos, anda, ¿qué te cuesta? Porfiplís". Tras la escabechina, la citada rueda de prensa con su media docena (las he contado) de he ganado las elecciones. Dime de qué presumes, etcétera. Por lo visto, el pesoe rompeespañas, filoterrorista, ilegítimo y siervo de las tinieblas ahora es una fuerza constitucionalista. Tomen nota, camaradas. Feijóo quiere gobernar por «tradición democrática», como si nosotros tuviésemos de eso. También, porque está feísimo sobornar a los nacionalistas. Querido, ¡si esa es la única costumbre que tenemos! ¡Está en la Constitución! Acto seguido, cita romántica con el Partido Nacionalista Vasco y los muchachotes de Junts. Núñez, no hay quien le entienda.
Feijóo quiere gobernar por «tradición democrática», como si nosotros tuviésemos de eso. También, porque está feísimo sobornar a los nacionalistas. Querido, ¡si esa es la única costumbre que tenemos!
Lo de la Große Koalition (en alemán todo tiene más prestancia) siempre ha salido bien. Los cadáveres de la ucedé, upeidé y ciutadáns montan fiesta en el tanatorio mientras Rosa Díez sirve pacharán. Las multicopistas de Génova echan humo: las avionetas lanzan octavillas con seis grandes pactos de Estado. Saquen a las cheerleaders: regeneración democrática (oé), estado del bienestar, saneamiento económico, familias (oé oé), agua y territorial. Ramón el vanidoso, exigiendo sus regalías («Hay cinco derechos universales que son innegables: uno es la vivienda, otro es la ropa, otro es la dignidad y los otros dos se me han olvidado»). El documentito no explica gran cosa, pero es para enmarcar: rebordes negros y tipografía Arial, como en las esquelas. En la portada, la foto de un montón de señores en blanco y negro, amorrándose al ducados en una mesa con cenicero y mantel. Por fin, proyecto ilusionante.
Al día siguiente, acto en Collado Villalba, la capital de la sierra. Aquí, el que no se da importancia es porque no quiere (¿sabían que Medina de Rioseco es ciudad europea de la navidad?). "Quizás, este proceso de investidura no me lleva a la presidencia". ¡Gran entusiasmo! Continuando la fiesta, compareció Ayuso, vestida a la funerala, que el negro disimula las manchas de sangre. Con ese tonillo de rapsoda indispuesto que tanto gusta a las masas, dijo que andar mamoneando con los socialistas es una bisoñez, una de esas palabras que te escriben los asesores para darte brillito y que tú repites aunque no tengas idea de lo que significa. Feijóo, para hacerse valer, dijo que Madrid es víctima de un apartheid. Lo que antes era ETA, ahora son bóeres: se agradece la innovación.
A la tarde, sintiendo que se había dejado algo en el tintero, la presidentriz tuiteó que el objetivo del pesoe era instaurar una república federal laica plurinacional. ¡Ojalá Dios! Doña, ya sabemos que quieres cepillarte a Albertito, pero tampoco hace falta que hagas campaña por el adversario.
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