Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
Los jartibles
Pssst, ¡pst! Atiende: se está tramitando una amnistía. ¡Que no salga de aquí! El asunto se lleva con enorme discreción: solo los más sagaces estamos al tanto. ¿Aspavientos? El nuevo Boston Globe.
El «conflicto catalán», piedrecita en el zapato. Finísima idea dejar el monopolio de la acción legislativa en manos de una banda de secesionistas burgueses comandados por un braveheart de maletero. A este paso, toda España será Cataluña y a ver quién arregla eso. A esta partidita de trileros se ha sumado un señor con toga, que encuentra (nunca es tarde si la dicha es buena) terroristas debajo de las piedras. Alta traición, delito de lesa majestad: el cura Merino, ¡presente! Los muchachotes del pesoe levantan la portería y brincan de lado a lado. Sus terminales mediáticas (graciosísima expresión) susurran un nuevo mantra: «Ya va siendo hora de quitarle el poder a alguien que solo busca su propio beneficio». ¿¡Pero cómo!? ¿La arrogante oligarquía del tres per cent no se desvive por el interés general? Me pinchan y no sangro.
Savater lo tiene claro: corren malos tiempos para la prensa. ¡Cuerpo a tierra! Una recua de pérfidas feministas controladas por Zapatero amenaza el derecho inalienable de todo hombre a ser enterrado junto a su columna
¡Otro reflujo! Sánchez y Feijóo discuten, en Bruselas y por persona interpuesta, la renovación del ce gé pe jota. Entre los dos púgiles, el comisario Reynders: ya no te dan ni la hora si no hay un observador internacional por medio. ¡Democracia con ruedines! Aprovechando la modita internacional, Yolanda Díaz se ha ido a ver al papa vestida de riguroso luto. A los comunistas –ya se sabe– siempre les ha chiflado la etiqueta de la sede apostólica. Sesenta y pico minutazos después, la líder preexistente del partido por fundar ha declarado que han hablado de cosas superimportantes: «la desigualdad, la igualdad, las políticas públicas, el mundo del trabajo, la economía social y solidaria, las Naciones Unidas, la necesidad de reformular los institutos jurídicos internacionales, los vetos, los Derechos Humanos, la vulneración de los mismos y de todas las guerras en el mundo». ¿Tienen ganas de más? Con su inmejorable tonillo de catequista, la titular de Trabajo asegura haber fustigado a su santidad con su nuevo hallazgo retórico: el tiempo de vida, del tiempo de descanso, del tiempo de trabajo, etcétera, etcétera (¿creyeron que la ocurrencia del «feminismo del 99%» era insuperable?, ¡ja!). Con tanto asunto fundamental, Díaz no ha tenido chance de intercambiar pareceres con el pontífice sobre el aborto, la eutanasia y demás minucias. Lástima. ¿El fuego que calcinará a los sodomitas, adúlteros y fornicadores fastidiará la transición ecológica?
¡Campanitas! ¡Teletipo! Contra todo pronóstico y por un resultado ajustadísimo, la entusiasta militancia podemita respalda mandar a Montero, doña Irene caminito de Estrasburgo. ¡85% a favor! Las primarias, menuda panacea: en Canal Red cubren la inesperada noticia con un especial informativo. El profesor Monedero («Mis desobedientes gafas de Lennon ven un Orinoco de lágrimas», pronto en sus librerías) no ha podido comentar la sorpresa desde su magacín televisivo. ¿Censura? ¿Liberticidio? Juzguen ustedes. Savater lo tiene claro: corren malos tiempos para la prensa. ¡Cuerpo a tierra! Una recua de pérfidas feministas controladas por Zapatero amenaza el derecho inalienable de todo hombre a ser enterrado junto a su columna. Félix de Azúa asiente, rijoso. Siempre les quedará Venezuela.
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