La amnistía y los riesgos para la democracia… (¿en serio?)
Camino de València, para escuchar/hablar/debatir sobre el discurso y las estrategias mediáticas de la extrema derecha (ver aquí). La radio rebota las últimas barbaridades xenófobas proclamadas por ediles y dirigentes del PP. Ojo: no de Vox (racista sin disimulos), sino del que se supone un partido conservador-demócrata-europeo.
Me interesa compartir esta reflexión: nuestros grandes riesgos democráticos no provienen (creo) de la ultraderecha organizada en Vox, hijo pródigo del PP educado en las tácticas político-mediáticas ideadas por Steve Bannon, el cerebro del trumpismo con escuela telemática por la que han ido pasando alumnos tan destacados como el propio Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Meloni, Milei o el propio Abascal, vía Rafael Bardají (ver aquí). Asustan, dañan, desgastan el sistema y dejan heridas y millones de damnificados a su paso por el poder, pero también fracasan. Véase Polonia. Veremos qué ocurre con Milei en la segunda vuelta… El populismo extremista triunfa en periodos de crisis inundando de bulos las redes sociales y lanzando recetas imposibles y simplonas para problemas complejos. No lograrán un éxito sostenible en el tiempo allí donde la sociedad civil, el periodismo honesto y todas las opciones políticas demócratas sumen esfuerzos para defender un sistema de convivencia imperfecto, pero el más justo que conocemos. Cuando este domingo escuchemos los gritos y leamos los bulos de las pancartas que poblarán la plaza de Colón, no olvidemos que sus autores no pretenden convencer, sino provocar (ira, crispación, odio).
Tampoco proviene el mayor riesgo para la democracia (por más que se empeñen los Felipes, Cebrianes, Herreras o Aznares en curiosa comunión) de los grupos separatistas catalanes o vascos, a los que la realidad de Europa y de un mundo (mal) globalizado limita de facto sus aspiraciones de independencia. Sí, tienen todo el derecho a defender la separación de España –no se lo prohíbe la Constitución–, pero saben que sólo podrían hacerlo por cauces genuinamente democráticos. Una amnistía evitará la cárcel a centenares de independentistas, pero no les da carta blanca para volver a saltarse la ley. Imaginen incluso que los tribunales europeos terminan declarando excesivas o incluso nulas las condenas del Tribunal Supremo al procés (como ya ocurrió con Otegi y Batasuna, por ejemplo). Ese mismo paraguas que protege los derechos de Junqueras o Puigdemont, y que obliga a Marchena y a Llarena a acatar lo que venga de Estrasburgo, garantiza a su vez la igualdad como uno de los valores a proteger en la UE. Dicho de otra forma: Europa no se romperá por Cataluña, ni por Euskadi ni por Córcega… Antes estallará si no es capaz de gestionar el imparable fenómeno migratorio sin destrozar un proyecto que tiene la protección de los derechos humanos y la solidaridad en su frontispicio fundacional. O si en algún momento la desigualdad norte/sur u oeste/este (tras ampliaciones) provoca un choque irreparable.
El riesgo máximo para la higiene democrática española proviene (creo) del empeño del PP en deslegitimar los resultados electorales y los acuerdos parlamentarios y en boicotear la acción de gobierno incluso en asuntos que forman parte del consenso europeo
Defender que la vía política y el diálogo democrático son herramientas mucho más eficaces que la porra policial y el mazo judicial para afrontar una realidad territorial plural, compleja, cargada de cuentas pendientes y rencores latentes, no es una apuesta buenista o ingenua, por mucho que venga forzada ahora (es evidente) por una necesidad perentoria de conseguir los votos que garanticen la continuidad de un gobierno progresista. Para quienes creemos en un Estado federal, plural, respetuoso con sus diferencias nacionales y culturales pero sólido en la defensa de unas raíces e intereses comunes, es obvio que siempre que se ha aplicado la política en su más genuino sentido, se ha desinflamado el apoyo social al separatismo. Quienes adivinan una bomba destructiva para el Estado democrático en la (hasta el momento) ignota ley de amnistía ¿no perciben valor alguno en el hecho de que el independentismo catalán acepte y someta su destino a una decisión del Parlamento español? ¿Les parece que no hay en esto ningún avance respecto a lo que han definido como “golpe de Estado” de 2017? Si no lo ven, quizás es “porque quieren estar ciegos”, como señala José María Maravall en TintaLibre de noviembre, en una muy sugerente conversación con su “brillante alumno” Íñigo Errejón.
El riesgo máximo para la higiene democrática española proviene (creo) del empeño del PP en deslegitimar los resultados electorales y los acuerdos de mayorías parlamentarias y en boicotear la acción de gobierno incluso en asuntos que forman parte del consenso europeo. Si alguien coloca en el mismo documento los mensajes lanzados por Feijóo, Ayuso o Bendodo y los de esos alcaldes que identifican la inmigración con las violaciones o los robos violentos, costaría mucho diferenciarlos del discurso xenófobo de los líderes iliberales húngaros o polacos a los que la UE ha tenido que sancionar por sus políticas antidemocráticas. Por no hablar (o gritar como otros hacen) sobre el bochornoso e indefinido bloqueo de la renovación del Poder Judicial, un símbolo de la concepción patrimonialista del poder que la derecha española impone desde los tiempos de la Restauración, con la complicidad de poderes económicos, empresariales y de la cúpula judicial: antes el caos que un gobierno de izquierdas en España.
Políticos, periodistas, demócratas en general, tienen (tenemos) mucho que aprender a la hora de afrontar y desmontar los discursos y las técnicas de comunicación que utilizan los movimientos extremistas para socavar la democracia desde dentro. Pero es prioritario sonrojar a quienes han callado o se han puesto de perfil ante los riesgos que supone una derecha tan radicalizada que ya se confunde con el populismo extremista y ahora se dedican a pronosticar el fin de la democracia por unos acuerdos cuyo contenido desconocen.
P.D. Por cierto, la estrategia del silencio decidida por Sánchez y el PSOE sobre las negociaciones para la investidura también contiene un alto riesgo: ese silencio lo están llenando por un lado la derecha política y mediática (a la que se suman ex dirigentes del PSOE cuya prioridad es vengarse de Sánchez) y por otro los independentistas que exhiben un músculo exagerado para reclamar no ya la unilateralidad sino incluso alguna simbólica colleja a Felipe V por los Decretos de Nueva Planta de principios de 1716 (colleja imposible de asumir por su lejanísimo sucesor Felipe VI). Urge ya llenar ese arriesgado silencio con datos y argumentos solventes. ¿La semana del 7 de noviembre? Al menos dos dirigentes políticos habitualmente bien informados han despejado su agenda para esos días. Veremos.
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