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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

La gran mentira de Pedro Sánchez

Propongo un plan para ganar dinero rápido de forma honorable, mientras contribuyes a una importante labor cívica, la defensa de la verdad en la vida política española. ¿Has oído alguna vez que Pedro Sánchez mintió al formar Gobierno con Podemos después de haber dicho que le quitaría el sueño hacerlo? Posiblemente lo hayamos oído y leído cientos de veces durante los últimos cuatro años. Incluso el propio Feijóo lo ha utilizado como argumento de crítica en estas semanas.

Pues bien, puedes apostar a que es absolutamente mentira. Ganarás la apuesta. Nunca lo dijo. Posiblemente estamos ante el punto de arranque de la fabricación de la Gran Mentira en la que ha basado la derecha política y mediática la campaña de intento de destrucción de la figura de Pedro Sánchez y el denominado como Sanchismo, cuya derogación es el único eje de la campaña de PP y Vox en estas elecciones. Ya les sirvió para ganar las del 28 de mayo.

Una ilegitimidad inventada

El éxito de la moción de censura contra Rajoy en 2018, lejos de juzgarse desde la derecha como una seria llamada de atención sobre su comportamiento corrupto como formación política, sirvió como justificación para enarbolar la bandera de la ilegitimidad del nuevo Gobierno que, según su criterio, no fue resultado de una victoria electoral, sino de una especie de confabulación parlamentaria alejada de la ortodoxia democrática. Nació la Gran Mentira a la española, similar a la Big Lie estadounidense, promovida por Trump y sus seguidores, con relación al inventado pucherazo electoral que pretendía tapar su derrota en las urnas.

Durante estos últimos cinco años, la única estrategia seguida por la derecha en nuestro país ha sido la de deslegitimar, atacar y descalificar al Gobierno. La llegada de Pedro Sánchez a la presidencia tiene lugar en junio de 2018 y acabó con la legislatura de Mariano Rajoy. La profunda implicación del PP en casos de corrupción de la trascendencia de la trama Gürtel –que, posteriormente, se vería agudizada por la Kitchen– consiguió lo que parecía imposible en España. Todas las fuerzas de la oposición, desde el centro hasta la izquierda radical y la independentista, apoyaron la llegada de Sánchez. Seguramente fue posible gracias a que todo transcurrió en apenas una semana, lo que impidió entrar en juegos tácticos y abrir complejos períodos de negociación. Era sí o no, sin dilación alguna.

No era ganar elecciones

El argumento de la ilegitimidad era absurdo en toda su formulación. Nada expresa mejor la representatividad democrática en su máxima expresión que obtener una mayoría parlamentaria. Para la derecha, el único argumento válido era que Pedro Sánchez no había ganado unas elecciones. Olvidaban siempre que, en su investidura, Rajoy sólo pudo formar Gobierno gracias a la abstención del PSOE, lo que provocó por cierto una histórica ruptura interna. De todas formas, la furia que desencadenó la pérdida del poder por parte de la derecha empujó la teoría de la ilegitimidad como instrumento de descarga de su monumental enfado. Podía haber sido cualquier otra.

De hecho, otra diferente apareció poco tiempo después cuando Pedro Sánchez ganó dos elecciones consecutivas en abril y noviembre de 2019. La repetición electoral se debió, como la derecha intenta ignorar, a que el PSOE rechazó la coalición de Gobierno que Unidas Podemos le planteaba. Tras los comicios del 10 de noviembre, los socialistas asumieron que los españoles no le iban a facilitar una mayoría suficiente para gobernar en solitario y aceptaron finalmente la coalición.

Fabricar una nueva mentira

Esta decisión se supone que debería haber terminado con la campaña de la derecha y la ultraderecha contra la ilegitimidad del Gobierno, recién salido de las urnas, en doble votación consecutiva, y avalada por la pertinente mayoría parlamentaria. No fue así. La descalificación de okupa de La Moncloa se ha seguido utilizando reiteradamente sobre la acusación de que Sánchez había llegado al poder de forma ilegítima. No cabe mayor mentira política, unida a una muestra de profunda y evidente inmoralidad personal. Ahora bien, como decía Merimée, “una mentira importante necesita de algún detalle circunstancial para ser creída”.

El estallido de la Gran Mentira surgió a partir de una famosa intervención televisiva de Pedro Sánchez cuando era presidente del Gobierno en funciones en septiembre de 2019, en plena fase de negociación con Unidas Podemos para formar la coalición. Las conversaciones estaban en el centro de toda la atención mediática. Sánchez da una entrevista en el Palacio de La Moncloa en el prime time de laSexta al periodista Antonio García Ferreras.

A partir de fijar en la memoria colectiva una falsedad absoluta, se han sucedido una larga serie de nuevas mentiras cargadas sobre este Gobierno en torno al llamado 'Sanchismo'

La frase textual

En aquella entrevista, Sánchez explica las razones, a su juicio, del fracaso de las negociaciones hasta ese momento, que atribuye a su no aceptación de las condiciones que exigía UP. Expone, textualmente: “Sería un gobierno de coalición donde el problema sería que tendría que haber aceptado, por ejemplo, que el ministro de Hacienda, el ministro de la política energética o el ministro que se encarga de las pensiones en nuestro país, de la Seguridad Social, fuera una persona del círculo personal y de confianza del Sr. Iglesias, con poca experiencia política o de gestión pública. Bien, yo sería presidente del Gobierno y tengo que reconocerle que sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, junto con el 95% de los ciudadanos de este país que tampoco se sentirían tranquilos, incluso votantes de Unidas Podemos. Por eso no acepté esa propuesta que me hizo el Sr. Iglesias”. El vídeo se conserva en la red.

Pedro Sánchez afirmó, remarcándolo con especial detalle, que le quitaría el sueño ceder a Podemos los ministerios de Hacienda, Energía y Pensiones y Seguridad Social, alguno de los cuales, en aquel momento de la negociación, al parecer exigía controlar Pablo Iglesias. Para la historia de las grandes mentiras y manipulaciones de la política española, este episodio debería quedar como uno de los más sonados. Nunca jamás Pedro Sánchez dijo que no dormiría tranquilo si pactara con Podemos. Muchos hasta creerán haberlo oído. De tanto repetir la mentira, ha acabado por fijarse en la memoria colectiva. Es difícil encontrar un solo día en el que la mentira más extendida de los últimos años no se repita.

La extensión del bulo

A partir de esta clamorosa mentira, como tantas otras, se conformó la idea de que estábamos ante un Gobierno de coalición ilegítimo al haber sido constituido engañando a los españoles ya que Sánchez había asegurado que nunca gobernaría en coalición con UP, porque le iba a quitar el sueño. Nunca dijo eso y, además, cuando se formó la coalición tras la repetición electoral los tres ministerios aludidos quedaron en manos socialistas con María Jesús Montero, Teresa Rivera y José Luis Escrivá. No cabe mayor coherencia y cumplimiento de la palabra dada.

La importancia de la permanente extensión de esta falsedad ha asentado en estos años no sólo la categoría de una inventada ilegitimidad del Gobierno progresista. Además, sirvió de base para la construcción de la catalogación del presidente Sánchez como un político mentiroso. Es especialmente llamativo para los estudiosos de la construcción de la mentira en la política analizar este fenómeno. Cómo con la elaboración de una absoluta mentira sobre una persona acabas fijando que esa persona es la que es mentirosa. No cabe mayor aberración.

El principal ejecutor de la propaganda nazi, Goebbels, es el autor de la célebre frase de que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Este es un ejemplo de libro. A partir de fijar en la memoria colectiva una falsedad absoluta, se han sucedido una larga serie de nuevas mentiras cargadas sobre este Gobierno en torno al llamado Sanchismo. Todas ellas pueden desmontarse una a una, pero para ello se requiere contar con la posibilidad de llegar a los ciudadanos a través de medios de gran difusión y con prescriptores dispuestos a contrastar estas mentiras. En estos cuatro años, al parecer, no ha sido posible.

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