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Respuesta a Carmen Calvo: lo queer nos libera a todes

“Ahí hay un gran debate, muy complicado, que han tenido otros países también. Detrás está lo que llamamos teoría queer, contra la que está el feminismo, yo, y, por cierto, mi partido también”. 

Carmen Calvo aseguraba estos días en varias entrevistas (a colación de la votación realizada en el Congreso del PSOE para no integrar el Q+ en LGTBIQ+) que el Q+ respondía a una “teoría neoconservadora”. Daba a entender que existe una guerra, un enfrentamiento, entre el feminismo y un enemigo que intenta destruirlo asociado a lo queer. Curiosa estrategia, señalar como enemigas a las personas disidentes, que sufren altas tasas de discriminación y cuyas realidades aún no entiende bien parte de la población para sacar un rédito, ¿de dónde lo habrá aprendido?

“No somos un partido queer. Queremos ser mujeres”, menciona Calvo. Pero, ¿quién entra en ese “queremos”? Precisamente vosotras sois quienes estáis prohibiendo a mujeres que sean reconocidas legalmente como tales y puedan acceder a los mecanismos de protección pensados para ellas. ¿Por qué os creéis en el derecho a decidir quién es hombre y quién es mujer? ¿Por qué os creéis con derecho a negarle su identidad a una solo porque no performe el género en la manera en la que a vosotras os parezca bien?

Vamos a empezar recordando lo obvio. El feminismo y la “teoría queer” no son posturas contrarias. La “teoría queer”, de hecho, no existe como una doctrina o pensamiento único como tal. Podemos hablar de estudios queer (o de “lo queer”, o como queramos llamarlo) para hacer referencia a todos esos textos, obras, reflexiones, etc, que circulan alrededor de unas ideas similares con un punto en común: el hecho de que ninguna persona tiene un destino único delimitado por su biología. Que nada es esencial e inmutable. Que unos genitales no determinan cómo nos debemos comportar, cómo debemos expresarnos, quién nos debe atraer. Y que todo el sistema que otorga unas pautas y una jerarquía a las personas según su género, su sexo o cómo expresa estos, está basado en estructuras sociales, culturales o incluso económicas. Y hay un motivo por el que a esto se le suele llamar también “feminismo queer”; porque no es más que una rama más del propio feminismo, que, como lo queer en sí, no tiene una visión única. De hecho, esto evoluciona del propio feminismo radical que tanto reivindican las que ahora se llaman “feministas clásicas”. El feminismo en sí nace de la pregunta: “¿Qué es ser una mujer?” De preguntarse qué es lo que hace que una persona sea considerada mujer y, por ello, sea relegada durante siglos a posiciones cercanas a la esclavitud, de trabajos de cuidados gratuitos, de mantenimiento del capital dentro de una estructura familiar. Sorpresa: las propias impulsoras del feminismo radical hablaban de la necesidad de entender el género o ser mujer como una “identidad política socialmente impuesta, diseñada para mantener a las mujeres en una posición de subordinación, y definida y limitada por las relaciones de poder del patriarcado”, según Kate Millet. O incluso como “categorías políticas fundamentadas en la heterosexualidad obligatoria”, como decía Monique Wittig. Una mujer heterosexual era más mujer que una mujer lesbiana, porque no son tus genitales los que te hacen mujer: es la posición política de subordinación que se te atribuye en sociedad. Y no hay más que entrar a conocer la realidad de tantísimas mujeres trans (y mirar tasas y estudios, ver hasta qué niveles son víctimas de violencia de género, feminicidio, etc) para comprender que ellas, hayan nacido con los genitales que hayan nacido, se encuentran en esa posición política. 

De cualquier forma, si vamos a hablar de atacar al feminismo, y ya que en la entrevista Calvo asegura que “el PSOE es quien ha hecho todas las leyes de igualdad de nuestro país”, se me ocurre mencionar: ¿qué supone un mayor ataque al feminismo? ¿Aceptar que existen personas disidentes del sistema sexo-género que son agredidas por ello? ¿O aliarse con la derecha más machista y misógina para dar pasos atrás en derechos de las mujeres y quitar importancia al consentimiento de estas cuando se habla de violencia sexual, como hicieron el año pasado? 

Es una teoría que defiende el género. Para el feminismo, encasillarte en la feminidad ha sido una camisa de fuerza”, dice también Calvo. 

Bueno, es precisamente el PSOE quien ha decidido imponer que solo podrá ser mujer quien sea encasillada dentro de esa feminidad. Al fin y al cabo, ¿no se opuso Carmen Calvo a la Ley Trans que marcaba que una mujer trans no necesitaba operarse, hormonarse, maquillarse y adaptarse fielmente a la imagen de “mujer” más tradicional para ser reconocida como una? Si la feminidad es una camisa de fuerza, ¿por qué imponérsela tú misma a las mujeres para ser reconocidas como tales?

En cuanto a lo que defiende el género, no nos equivoquemos. Lo queer no defiende el género: entiende que existe. No podemos ignorarlo, al igual que tampoco este “feminismo clásico” lo ignora, y por algo existen medidas de protección para las mujeres víctimas de violencia machista. Al fin y al cabo, ¿qué es estar “en contra del género”? ¿Asumir que lo que realmente importa es “el sexo”, que es “inmutable”, y por ello asumir que el machismo, la misoginia o la lgtbiqfobia no son sociales y culturales, sino esenciales y biológicos, y rendirnos? ¿A quién favorece eso?

Lo queer no defiende el género: entiende que existe. No podemos ignorarlo, al igual que tampoco este “feminismo clásico” lo ignora, y por algo existen medidas de protección para las mujeres víctimas de violencia machista

Lo siento mucho, pero estar “en contra del género” y reivindicar que para unas (las personas cisgénero) es esencial e inmutable y para otras (las personas trans) es algo que hay que abolir, borrar y prohibirles expresar libremente no es feminismo; es supremacismo. 

Para terminar, Calvo dice también en una entrevista: “Lo importante no es lo diferente que eres, sino si te tratan con discriminación y si tienes las mismas oportunidades”. 

¿Y de qué estamos hablando entonces? ¿Por qué Calvo intenta hacer parecer que aceptar las realidades queer y disidentes, dar validez y por ello protección a personas que son discriminadas y agredidas por su forma de ser y expresarse es un capricho por parecer “diferentes”? ¿Por qué se empeña en recurrir al argumento de que las personas queer “eligen” su identidad y aseguran que ser hombre, mujer, o lo que sea, es algo que se “decide”, cuando imagino que sabe perfectamente que no es así? ¿Acaso Calvo se tapa los ojos ante los estudios que alertan del aumento de las agresiones a personas LGTBIQ+? ¿Acaso ignora las altas tasas de intento de suicidio entre personas trans? ¿Ha ido Calvo a algún colegio o instituto a ver cómo es la situación de las infancias disidentes? ¿Ha intentado conseguir trabajo teniendo una expresión que escapa del molde de lo “masculino” o lo “femenino”? ¿Por qué ese ímpetu por conseguir que no se proteja a personas que lo necesitan? ¿Por qué seguir fingiendo que existe una batalla entre feministas y personas LGTBIQ+ cuando todas vemos las manifestaciones inclusivas fluyendo con miles de personas dentro, y las transexcluyentes siendo completamente residuales e ignoradas? ¿Qué ganan estas personas con este odio? ¿Mantener una posición de privilegio? ¿Poder? 

Ojalá escuchar respuesta a todas estas preguntas. 

Las personas LGTBIQ+, nos llaméis como nos llaméis, y que no vamos a ser borradas independientemente de lo que voten cuatro ignorantes en un Congreso, seguiremos trabajando para que absolutamente todo el mundo (sí, quienes van en nuestra contra también) sea más libre y no tenga que vivir bajo el yugo de las imposiciones patriarcales del sistema sexo-género. 

Mientras tanto, y como reza la consigna que tanto oímos en manifestaciones feministas y queer:

No estamos a salvo con Carmen Calvo.

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