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Moción de censura a no tomarse el 9J en serio

Ni un minuto tardó Dolors Montserrat en decir “Puigdemont” en el debate electoral que organizaron este lunes El País y la Ser. Y eso que los moderadores habían pedido previamente a los candidatos que se centrasen en asuntos europeos. Si en la grabación o, en realidad, en cualquier mitin del PP, se sustituyesen con silencio las frases invertidas en Puigdemont, amnistía o Begoña Gómez, su candidata y principales dirigentes permanecerían mudos la mayor parte del tiempo. 

La campaña de los populares es clara, pero no es honesta. El punto de partida es el intento de aturdir al elector para que crea que se trata de unas elecciones generales, desdeñando la importancia de las políticas europeas para los próximos cinco años. Pero hasta en los temas elegidos el PP tiene algunos apuros. Porque al tratar de dibujar una situación límite o alertar de la ruptura del país, tiene que ignorar el resultado de las últimas elecciones en Cataluña en las que el independentismo perdió la mayoría. O que en Bruselas su cruzada se ve con indiferencia, pero no con preocupación por el Estado de derecho. La realidad supera a la ficción.

Otro ejemplo, que además prueba que el PP de Feijóo tiene algún inexplicable problema con la segunda semana de las campañas electorales, es el giro respecto a la posibilidad de presentar una moción de censura. De criticar a Vox por presentarla como mecanismo de promoción propia a no descartarla. La gran ironía sería que para echar a Sánchez por pactar con los partidos independentistas, a Feijóo tendrían que votarle… los independentistas. Negocio redondo. Por cierto, cabe recordar que Casado votó “no” a la moción de censura, Feijóo se abstuvo entre críticas a Abascal por presentarla y ahora ya se plantea presentarla él mismo. 

La campaña del PP es clara, pero no honesta porque su punto de partida es hacerle creer al elector lo que no es

El enésimo caos comunicativo de Feijóo pone de manifiesto que, si el PP tiene un proyecto para Europa (y sin duda hay conservadores que lo tienen), ha decidido no explicarlo en beneficio de realidades políticas que no vienen a cuento (echar a Pedro Sánchez no es lo que se vota en unas europeas).

Vox sí tiene un proyecto. Su reloj está sincronizado con la agenda desestabilizadora de la UE, el elemento transversal (quizás el único) presente en extremismos de todo pelaje que amenazan con tener un buen resultado el domingo. 

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La izquierda, con sus más y sus menos, también, impulsada por la experiencia y respeto que genera el Gobierno en el club comunitario y por la tradicional exigencia extra de formaciones como Sumar (con una voz autorizada sobre asilo y migraciones) o Podemos, especialmente respecto a cuestiones como los derechos feministas, de los migrantes o asuntos como Palestina.

El último día de las encuestas depara una carrera más reñida de lo que parecía, un avance global significativo de la derecha y el fortalecimiento de las posiciones más ultras, ya sea Vox o el nuevo partido de Alvise Pérez. Todo eso era el PP antes sin que el cambio de liderazgo haya logrado la reunificación del centroderecha bajo las siglas del PP que prometieron tanto Casado como Feijóo. Quizás sea hora de cambiar de estrategia. Si hubiera sorpresa y el PP quedase segundo el domingo, sería inevitable.

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