La seguridad, el hilo invisible que une la pandemia, Ucrania y la información Daniel Basteiro

Se cumplen cinco años del confinamiento y lo peor de la pandemia. “Saldremos mejores” fue uno de los lemas oficiales, una especie de chute psicológico en medio de la calamidad, que pretendía poner en práctica la máxima gramsciana del optimismo de la voluntad. Al mal tiempo, buena cara. Hoy, buscar la frase “saldremos mejores” en Google te lleva a un estupendo podcast de actualidad. Salir, salimos, pero gracias al chute químico de la vacuna. Con ella no construimos una nueva normalidad sino que recuperamos a toda prisa la vieja que tanto echábamos de menos.
Cinco años después, Isabel Díaz Ayuso sigue batiendo récords de falta de humanidad, sin poder escapar del Protocolo de la Vergüenza, desvelado en este periódico por Manuel Rico, y huye cambiando de versión (como Mazón) para intentar protegerse. No soporta una cifra: 7.291 (ahora documental), el número de residentes que fallecieron en marzo y abril sin ser derivados a hospitales (salvo los que tenían seguro privado, claro), ni al milagroso hospital de campaña, con sus centros sin medicalizar pese a las promesas. El número fue desvelado por infoLibre el 29 de julio de 2020 y proviene de respuestas por escrito de la Comunidad a partir de los registros oficiales.
El diagnóstico, cinco años después, es claro. Hemos aprendido, pero no lo suficiente. La Unión Europea se movió en el apoyo a la fabricación de vacunas y en los planes para revitalizar unas economías maltrechas al mismo tiempo que se intentaba modernizar el modelo productivo. ¿Malos tiempos para los mal llamados liberales y los defensores de un Estado mínimo? No tan rápido. Si viniera otra pandemia, los trabajadores públicos tendrían que hacer un nuevo esfuerzo sobrehumano a cambio de poco más que aplausos a las 20:00. Madrid sigue a la cola en inversión en sanidad pública y en toda España hay escasez de médicos y profesionales. Florece por doquier un negocio privado (sanitario, residencial) que hace caja con el derecho a la salud. Todo ello a sabiendas de que, cuando vienen mal dadas, sólo lo público tiene la potencia para protegernos y, en no pocas ocasiones, salvarnos el pellejo.
Cinco años después, nuestro continente vive otro debate sobre su seguridad, aunque bien distinto, a raíz de la invasión rusa de Ucrania y la ruptura de la tradicional alianza entre EEUU y Europa. El de seguridad es un concepto muy diferente al de la defensa entendida como la compra de tanques y ametralladoras para enviar al frente contra el enemigo.
La potencia de lo público es la mejor garantía de nuestra seguridad y esa batalla hay que librarla a escala europea para que sea eficaz
Seguridad es defensa, claro, sobre todo teniendo en cuenta que a nadie le suena descabellado que Putin expanda su ofensiva a otros países del este, incluso pertenecientes a la UE, y mientras Trump trate de anexionarse Groenlandia. El ejército, como tal, no me produce ningún ardor patriótico. Pero del mismo modo que me encantaría que no existiese policía porque no hubiera delitos, que no necesitásemos inspectores fiscales o de trabajo porque no hubiera fraude, no se puede ignorar que el mundo se está volviendo cada vez más peligroso y que un ejército sujeto a controles democráticos, con fines disuasorios y nunca ofensivos puede hacer que los autócratas se lo piensen dos veces en vez de disponer de terreno expedito para sus locuras.
Pero seguridad es también un mercado comunitario único que permita que surjan empresas tecnológicas globales sometidas a las reglas europeas, que con sus defectos y virtudes son las más avanzadas del mundo; o que se protejan los intereses de los sectores productivos y se avance en la autonomía en sectores estratégicos, generando crecimiento y puestos de trabajo. Seguridad es dotarse de protección ante los zarpazos del cambio climático, los ciberataques, la interferencia en las elecciones o el negocio de la desinformación. Seguridad es cohesión social, servicios públicos y reducción de las desigualdades.
En otras palabras: la potencia de lo público es la mejor garantía de nuestra seguridad. Y la apuesta ha de enmarcarse en una soberanía democrática europea, la única eficaz ante problemas y potencias globales. De la crisis financiera y del euro de 2008 lo aprendimos a golpes y de la pandemia con impulso. ¿Y ahora? Es hora de poner las luces largas.
También hace cinco años me convertí en director de infoLibre y desde entonces este medio ha seguido demostrando que el buen periodismo significa igualmente seguridad. Y que para que la información fluya en libertad (haciendo honor a la cabecera) es necesario dar un paso al frente. Eso es este proyecto: sociedad civil organizada y comprometida con el derecho a saber. La perseverancia tiene recompensa: la consolidación de un modelo que estos días celebra 12 años de dignidad con el mejor ejercicio económico de su historia y sus principios intactos, como ha explicado Jesús Maraña, fundador y guía permanente.
Llega el momento de que yo me despida tras una etapa de intenso y maravilloso aprendizaje y una sensación de privilegio por lo vivido. Nada hubiera sido posible sin una excelente y esforzada redacción, el conjunto del equipo y la amplia comunidad de infoLibre, especialmente sus socias y socios. Todas ellas y ellos mantienen el compromiso con la búsqueda de diagnósticos rigurosos y solventes y, siempre, de buscar salir mejores tras superar los retos. Aunque suene ingenuo. Aunque arrecie la tormenta. Así que: Ultreia o, en otras palabras, ¡adelante, infoLibre!
Lo más...
Lo más...
LeídoLa ofensiva de Ayuso para manipular las 7291 muertes en residencias se vuelve en contra del PP
Marta Monforte JaénLa resistencia anti-Trump se organiza para boicotear Tesla en Estados Unidos
Alexis Buisson (Mediapart)Gutmaro Gómez Bravo: "Aunque asuman que fue un dictador, los jóvenes no ven a Franco como algo malo"
'Suya era la noche'
Natalia Ginzburg: vida y obra de una escritora