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Feliz salida y entrada

Cuando ayer salí a la calle a hacer las comprar para la cena de Fin de Año, mucha gente del barrio me deseó una feliz salida de 2022 y una feliz entrada en 2023. La expresión sirve para mostrar afecto, buenas intenciones y conciencia de que la felicidad es un asunto en el que se abrazan lo personal y lo colectivo. Si queremos añadir detalles, incluso podemos celebrar el hecho de que, por ahora, el paso del tiempo no signifique el final del tiempo. Un año sucede a otro. La muerte, que siempre ha sido una sombra personal cosida a los talones, empieza a ser un vuelo de alas negras sobre el planeta por culpa de la degradación de la naturaleza, según nos avisan los científicos y las catástrofes. Celebremos, pues, mientras podamos, que el fin de un año da paso a la entrada en otro, aunque nos sintamos obligados a juntar malos recuerdos con fantasmas.

Me siento a leer la prensa y doy la razón a los que opinan que cerramos un año difícil. Tampoco me siento con fuerzas para llevarle la contraria a los que advierten de los peligros que se avecinan. Pero entre unos y otros llego a la conclusión de que, junto a los males, será una pesada carga la inercia de polémicas y olvidos que nos envuelve a la hora de comprender la realidad. Confieso que las heridas abiertas como la invasión de Ucrania, las nuevas amenazas del covid en China y el rebrote de la violencia machista se me infectan con algunas declaraciones y silencios.

Entre lo que se va y lo que esperamos, hierve una actualidad marcada por el circo espectacular y mediático de las opiniones que nos pierden el respeto a todos, una vez perdido el respeto que se debían a sí mismas

La invasión de Ucrania es un acto de barbarie que se condensa en muertes, evacuaciones, sufrimientos y amenazas injustificables. Resulta una tristeza añadida que la muerte se vea acompañada por debates en los que se mezclan las protestas ante la invasión con las exaltaciones de los discursos bélicos, las antipatías contra la OTAN con la reivindicación de personajes tan imperiales y canallas como Putin, el análisis de lo que unos han hecho mal con la aprobación de lo que otros están haciendo fatal y las humillaciones del digno sentimiento pacifista, como si fuese una ingenuidad infantil a la que hay que renunciar en la configuración del mundo que estamos configurando. Y a esto hay que añadirle el silencio. Los misiles sobre Europa hacen olvidar la violencia bélica en Afganistán, Etiopía, Yemen, Siria, Somalia, Palestina, Níger, Siria, Burkina Faso…

Tampoco vivo con tranquilidad las noticias sobre la violencia machista. Al negacionismo tradicional de la derecha, hay ahora que añadirle las polémicas despertadas por el Sólo sí es sí, una ley sin duda favorable a la lucha contra el machismo, aunque haya detalles que pudieron ser mejorados. Me descompone la mezcla de lo que deben ser causas particulares analizadas en concreto con opiniones que generalizan una visión de la justicia y una idea favorable al endurecimiento de las penas. Que una persona condenada a 15 años vea reducida su pena a 13 no es lo mismo que la posibilidad de que no entre en la cárcel un violador, como no es comparable el juez que quiere hacer ruido contra el Gobierno con el juez que no condena a alguien porque en la causa no hay hechos probados. Los ruidos son tan furiosos que, de manera injustificable, hay quien culpa a la Ley del Solo sí es sí del nuevo viejo brote de asesinatos machistas.

Y luego nos quedan las discusiones sobre la situación de la pandemia en China. El silencio de los que exaltaban la eficacia de las actitudes dictatoriales (olvidados de que las dictaduras son campo abonado de corrupción, ineficacia y falseamiento de datos), es tan significativo como las voces que exigen medidas duras después de haberse opuesto a los confinamientos sensatos en nombre de las cañas del sábado y las convocatorias antigubernamentales.

Entre lo que se va y lo que esperamos, hierve una actualidad marcada por el circo espectacular y mediático de las opiniones que nos pierden el respeto a todos, una vez perdido el respeto que se debían a sí mismas. Un circo que promueven los partidarios de los discursos bélicos, el machismo y el deterioro de la democracia. Pero dando por descontado el hervor, y deseando algo de tranquilidad en las discusiones, os deseo feliz entrada y feliz salida. 

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