Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma

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El ataque en un mercado de Navidad en Magdeburgo apunta a que tuvo tintes de tipo radical, pero no islamista. Todo apunta a que la persona que cometió el atentado tenía raíces en Arabia Saudí, pero no era musulmán, sino más bien todo lo contrario, islamófobo.

Durante las primeras horas tras los ataques las primeras reacciones no se hicieron esperar. Prácticamente todo el mundo lo asoció con otros acontecidos también en mercados navideños en Alemania y Francia, como el de Berlín del 19 de diciembre de 2016 donde fueron asesinadas 12 personas y 50 resultaron heridas, el de Estrasburgo del 11 de diciembre de 2018 donde murieron cinco personas y 11 resultaron heridas o el más reciente de Trier, también en Alemania, en 2020, que contabilizó cinco víctimas y 15 heridos. El modus operandi en todos estos casos fue el mismo, el de arrollar a una multitud de personas que se encuentran en estos mercados tan populares. En el caso de Berlín, el Estado Islámico reivindicó el atentado, el resto nunca fueron reinvindicados por lo que se supone que los agresores actuaron por su cuenta.

Y, sin embargo, la asociación de ideas llevó, especialmente a aquellos que buscan incendiar las calles con sus discursos de odio, a vincular este atentado con la migración musulmana. Así, el premier húngaro y presidente rotatorio del Consejo Europeo hasta el final de año, Viktor Orban, no dudó ni un momento en atribuir la responsabilidad de lo sucedido a ”la forma en que se ha transformado Europa occidental con la inmigración masiva”, mientras que el líder de Vox afirmaba que “la invasión islámica está llenando de inseguridad las calles de Alemania”. Uno y otro apostaron por la reafirmación de un discurso que pone en el centro de todos los problemas y tensiones por los que atraviesan las sociedades europeas en la inmigración de origen musulmán. Esto no es nada nuevo, de hecho continúa la senda de eminentes académicos como Samuel Huntington, que allá por la década de los 90 habló de choque de civilizaciones. O de Sartori, que en su libro La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, Multiculturalismo y Extranjeros (2000) ponía de manifiesto la dificultad de integración de algunos colectivos migrantes, singularmente los musulmanes. De este tipo de propuestas académicas bebieron durante esos años políticos como Aznar y Berlusconi, y de ellos se alimentan sus seguidores más aventajados. Porque es importante ser conscientes de que las propuestas estigmatizantes contra determinados colectivos no son algo que surja de manera espontánea de las propuestas y agendas de las derechas radicales y ultras. Ellos lo han perfeccionado, eso sí. ´

Nos arriesgamos a ir hacia un ecosistema que nos recuerde a las persecuciones y vulneraciones de otras épocas

La vinculación entre islamismo y terrorismo internacional quedó para siempre unida a la psique colectiva tras los atentados de Nueva York del 11 de septiembre de 2001, los de Madrid del 11 de marzo de 2004 y otros tantos que ahora resulta cada vez más complejo disociarla de cara a la opinión pública. Si a ello sumamos el uso pernicioso que se realiza en torno a la migración con el fin último de señalar a un potencial culpable de los males de nuestra era y la desinformación que inflama la noticia y la tiñe de mentiras, el cóctel es altamente inflamable (durante las primeras horas se lanzaron bulos que apuntaban a que habían sido asesinadas más de 20 personas y que, por supuesto, el ataque había sido islamista). Por ello es imprescindible que las autoridades públicas, tal y como han hecho las alemanas, reaccionen con cautela y esperando a tener datos fiables.

Sin embargo, aquí no terminan los problemas. En un contexto de extrema desconfianza, en el que crecen los miedos sembrados por los ultras, saltan a la opinión pública propuestas que pueden ser extremadamente peligrosas para el Estado de Derecho y la democracia en general. Así, se ha sabido que el ejecutor del ataque en una entrevista en 2019 se había autodenominado como “el más agresivo de los críticos del islam”. También se ha conocido que era simpatizante de Alternativa por Alemania (AfD) y que además la policía había recibido alertas sobre él y sobre lo que pudiera hacer ya en 2023. Ante esta última noticia, las redes sociales han comenzado a lanzar su veneno acusando a las autoridades alemanas de no haberle investigado entonces y, por tanto, de incompetencia. Pero ¿cómo podría un Estado de Derecho actuar contra un ciudadano contra el que no existe más prueba que la denuncia de otro ciudadano? Algunos parecen desde luego nostálgicos de otras épocas donde la Stasi operaba con estas dinámicas contra las personas de a pie.

Cada vez se observan con mayor frecuencia este tipo de dinámicas y de actitudes. En un contexto donde se han instalado el miedo, la inseguridad y la desconfianza en las instituciones, cuestiones como la defensa de los derechos fundamentales o la presunción de inocencia quedan relegadas a un segundo plano. Si las fuerzas centrales de los sistemas políticos no son capaces de combatir estos discursos antipolíticos, de recobrar la confianza y combatir el lawfare y la persecución prospectiva, puede ser que volvamos a encontrarnos en un ecosistema que nos puede recordar a las persecuciones y vulneraciones de otras épocas. Por tanto, estemos alerta, sí, pero también hagamos una defensa activa de principios básicos de las democracias liberales si no queremos que al final del día no quede nada que defender.

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Ruth Ferrero-Turrión es Doctora Internacional por la UCM y MPhil en Estudios de Europa del Este (UNED). Profesora de Ciencia Política en la UCM. 

El ataque en un mercado de Navidad en Magdeburgo apunta a que tuvo tintes de tipo radical, pero no islamista. Todo apunta a que la persona que cometió el atentado tenía raíces en Arabia Saudí, pero no era musulmán, sino más bien todo lo contrario, islamófobo.

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