Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
Cabeza, corazón y cojones
Carlos Alcaraz ha ganado el Máster 1000 de Madrid y de nuevo las palabras que un día le dijo su abuelo han vuelto a recorrer el ambiente: “cabeza, corazón y cojones”. Un lema que ha gustado tanto que hasta el mismo Novak Djokovic lo reprodujo con gestos al ganar el Open de Australia este mismo año.
La idea que guardan estas tres palabras que tanto han acompañado a las empresas masculinas, aunque no hayan tenido el altavoz que representa una figura del deporte mundial como Carlos Alcaraz, es muy interesante en sus diversas implicaciones. Veamos algunas de ellas:
Al hablar de “cabeza, corazón y cojones”, de pronto se excluye a todas las mujeres de la posibilidad de realizar una gesta de ese tipo, y se colocan los logros masculinos en el espacio de la exclusividad. Ninguna mujer puede hacer lo que un hombre que actúe con “cabeza, corazón y cojones”, podrá ganar partidos muy complicados y torneos muy duros, y podrá hacerlo tras jugar con mucha inteligencia, pasión y coraje, pero nunca con el nivel y el significado de todo lo que pone un hombre que aúna las tres características en una persona.
Al hablar de “cabeza, corazón y cojones”, de pronto se excluye a todas las mujeres de la posibilidad de realizar una gesta de ese tipo, y se colocan los logros masculinos en el espacio de la exclusividad
No se trata de ingredientes aislados que se van uniendo a la conducta para ser sumados, sino de un hombre que los integra a los tres en su personalidad. Ganar con cabeza y corazón no es suficiente, lo puede hacer cualquiera acostumbrado a la competición. En cambio, la tercera característica, los “cojones”, indica que las otras dos no han sido suficientes y se exige acudir a ese plan que está sólo al alcance de los hombres, y no de todos, sólo de los “hombres de verdad”. Pues el “hombre de verdad” no reside en la racionalidad, emoción o inteligencia, sino en la certeza testicular aplicada a la ocasión.
La posibilidad de que cualquier hombre pueda actuar con “cabeza, corazón y cojones” destaca otro de los elementos claves de la masculinidad, la competitividad entre hombres, no sólo para vencer en un momento dado, sino, y sobre todo, para ser más hombre en la derrota de otro hombre. Sólo uno de los hombres que compiten con “cabeza, corazón y cojones” puede vencer, y lo hace no por haber tenido más cabeza o más corazón, sino por haber tenido más cojones. Por eso el resultado es la victoria y la hombría, pues esa estrategia masculina de las tres ces lo que demuestra es la aportación de los “cojones”.
Un hombre no es menos hombre por tener menos cabeza o menos corazón que otro hombre, pero sí es menos hombre por no tener o demostrar más cojones que otro hombre. Hay una frase de José Mourinho que refleja muy bien este planteamiento, se la dijo a sus jugadores de la Roma cuando volvieron al vestuario tras perder 2-0 con el Inter de Milán, les gritó: “¡no tenéis cojones, lo peor para un hombre!”. La derrota no fue una cuestión de poca cabeza o poco corazón, sino de falta de cojones.
Y como todo lo masculino, al final actúa como modelo social. De manera que los jóvenes de hoy quieren ser como Alcaraz y hacer las cosas con “cabeza, corazón y cojones”, y muchas chicas que ven que es eso lo que se valora reproducen el mandato y se comportan del mismo modo al actuar con “cabeza, corazón y… ovarios”. Y con ello creen que el modelo se modifica, cuando en realidad se valida y refuerza como referencia androcéntrica, pues no cambia el sentido de la realidad, sino que lo amplía.
Entender la vida en sociedad como una competición en la que hay que vencer y demostrar lo hombre que se es, lleva a la estrategia de “cabeza, corazón y cojones” y a su dosificación. De manera que lo primero es la cabeza, después la cabeza con un poco de pasión introduciendo el corazón, y al final, si no resulta suficiente, se recurre al tercer elemento, los cojones, para que sea “cabeza, corazón y cojones”. Una situación en la que ya no hay espacio para las mujeres, por eso no se confía en ellas para los puestos de responsabilidad en cualquier ámbito, porque se piensa que en un momento determinado puede ser necesario acudir a la tercera C y ellas no podrían aplicarla. A las mujeres se les presupone corazón, después cabeza y luego constancia, dedicación, esfuerzo, intensidad… todo insuficiente si se tienen que enfrentar a otra empresa, otro partido político, otro medio de comunicación… donde haya un hombre de verdad al mando con su “cabeza, corazón y cojones”.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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