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Elon Musk e Irene Montero

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Irene Montero, nuestra ministra de Igualdad, no debe estar triste por la modificación del rumbo de la ley del sólo sí es sí que ella y su equipo pusieron en la órbita de la sociedad, una gran ley que va a aportar luz en muchos de los agujeros negros que aún pueblan el universo androcéntrico de nuestra cultura.

La creación de un subtipo que reconozca el diferente grado de violencia que utilizan todos los agresores sexuales al llevar a cabo su conducta no es un fracaso, sino un éxito de su propuesta que sitúa el consentimiento en primer plano, tal y como recoge el artículo 178.1 del Código Penal, que en ningún momento ha sido cuestionado ni modificado.

Elon Musk ha visto cómo su cohete, el Starship, después de 4 años de trabajo y más de 3.000 millones de dólares invertidos, ha tenido que ser destruido por el mismo equipo que lo construyó debido a los problemas detectados justo tras su despegue en el desacoplamiento de las dos partes del cohete, los cuales podían conducir a consecuencias más graves y a una caída no controlada con daños irreparables. Y a pesar de ese resultado, todo el equipo se puso a aplaudir en el momento de la explosión, y ha considerado el proyecto un éxito por todo lo conseguido en cuanto a la información y datos obtenidos sobre esa fase inicial del despegue, que era el objetivo principal en este momento, no llegar a Marte, que es lo que se pretende con el tiempo.

Y esa es la clave, entender cuáles son los objetivos y los beneficios que se derivan de la iniciativa puesta en marcha.

Y si en el caso de la Ley Integral de Garantías de la Libertad Sexual el objetivo principal era situar el consentimiento en el centro del delito de agresión sexual, ya se ha conseguido. Si el objetivo era hacer desaparecer la diferencia entre abuso y agresión sexual, ya se ha conseguido. Si el objetivo era incorporar una serie de nuevos agravantes como parte de la agresión sexual, ya se ha conseguido. Si el objetivo era dar una respuesta integral a la violencia sexual que aborde la prevención, los estudios, la formación y especialización de profesionales, la reparación de las víctimas… ya se ha conseguido. Y así podríamos continuar con todo lo que la nueva ley nos da.

Ese es el objetivo del feminismo, influir sobre la sociedad para que abandone las posiciones androcéntricas y se incorporen las feministas con el objeto de avanzar hacia la igualdad como núcleo esencial de la cultura

No creo que el objetivo de la ley fuera bajar las penas a los agresores sexuales en un contexto como el actual y sin un debate previo sobre el tema, ni facilitar que se entienda que hay agresión sexual sin violencia y que esta debe ser demostrada probando la existencia de un delito de lesiones independiente, de manera que tengan que ser dos los delitos probados. Ni tampoco creo que el objetivo fuera imponer una posición particular sobre otras posiciones cercanas que entienden que es necesario graduar la violencia que siempre emplean los agresores sexuales, ni llevar una característica como esa que forma parte esencial de la violencia sexual a un agravante, que como tal no es un elemento habitual de la conducta criminal realizada.

Y menos aún considero que el objetivo sea hacer creer que toda aquella persona que no comparta ese planteamiento particular no es feminista, con toda la diversidad y pluralidad que desde esas mismas posiciones se le reconocen al feminismo, hasta el punto de insistir en la idea de “los feminismos”.

Por lo tanto, la Ley Integral de Garantías de la Libertad Sexual es un éxito de Irene Montero, del Ministerio de Igualdad y del Gobierno de coalición. Y el hecho de que el PP haya apoyado la propuesta presentada desde una posición feminista, como es la realizada por el PSOE, refrenda el éxito de la ley y demuestra la trascendencia del feminismo. Porque ese es el objetivo del feminismo, influir sobre la sociedad para que abandone las posiciones androcéntricas y se incorporen las feministas con el objeto de avanzar hacia la igualdad como núcleo esencial de la cultura. Ya vimos la importancia que tuvo la unanimidad alcanzada en la aprobación de la Ley de Medidas de Protección integral contra la Violencia de Género, y en otras iniciativas sobre la materia.

Un “feminismo para feministas” nunca será suficiente para lograr la transformación social, podrá ser muy útil y necesario para mantener la cohesión dentro del grupo y como impulsor de muchos de los cambios, pero insuficiente para lograr que la sociedad se transforme y abandone el machismo que ahora la define. Por eso es importante recordar que el Gobierno tiene dos partes, al igual que el cohete Starship de Elon Musk, y ya hemos visto las graves consecuencias que se pueden presentar si se producen problemas de acoplamiento y desacoplamiento.

Cuando el objetivo es el futuro que empieza con la medida aprobada, y se aprende de la experiencia vivida para mejorar la realidad, el éxito forma parte de la propia iniciativa. Y hoy, con la ley del sólo sí es sí, la sociedad está más protegida y preparada para responder ante la violencia sexual, y tiene más referencias para erradicar las causas que dan lugar a ella. Todo un éxito. 

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Irene Montero, nuestra ministra de Igualdad, no debe estar triste por la modificación del rumbo de la ley del sólo sí es sí que ella y su equipo pusieron en la órbita de la sociedad, una gran ley que va a aportar luz en muchos de los agujeros negros que aún pueblan el universo androcéntrico de nuestra cultura.

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