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Julian Assange: gladiador de la libertad de prensa
El fallo leído este viernes en la High Court británica en relación a la extradición de Julian Assange sienta unas peligrosas bases para la libertad de prensa en el mundo. Al acordar la entrega de un periodista por publicar información de interés mundial denunciando crímenes de guerra, actos de corrupción y la mala praxis de los servicios de inteligencia, sitúa a toda la comunidad de medios de comunicación en el punto de mira de la administración norteamericana. Cualquier periodista, en cualquier lugar del globo, que se atreva a publicar información que desagrade a Estados Unidos podrá ser procesado, detenido y condenado sin importar su nacionalidad, el lugar de publicación y si lo escrito trata de violaciones a los derechos humanos que deberían ser conocidas.
Estados Unidos está persiguiendo a un periodista por realizar su trabajo, es decir, por publicar información sobre graves crímenes de guerra, tildándole para ello de espía
La High Court, en un acto de candidez peligroso, ha decidido dar credibilidad a las garantías diplomáticas ofrecidas por Estados Unidos en el marco de la extradición. La administración norteamericana se ha comprometido a no emplear el sistema penitenciario SAM (Special Administrative Measures); a no ingresarle en una prisión de máxima seguridad; a dar un tratamiento médico adecuado e incluso a valorar que cumpla la potencial pena en su país de nacionalidad, Australia. Todo lo anterior no vale para nada si lo que se dilucida es que Estados Unidos está persiguiendo a un periodista por realizar su trabajo, es decir, por publicar información sobre graves crímenes de guerra, tildándole para ello de espía al aplicarle nada menos que la Espionage Act de 1917.
Falta de credibilidad de EEUU
Además, las garantías diplomáticas ofrecidas por Estados Unidos carecen de credibilidad. Durante la vista ante la High Court ya se argumentó que estas garantías aparecían, repentinamente, después del fallo de primera instancia de la jueza Vanessa Baraitser, que denegó la entrega. Nunca antes las ofrecieron. A partir de ese momento, de forma oportunista, Estados Unidos se puso en marcha para aportar un conjunto de garantías que desbloquearan la extradición y le permitieran echar sus garras sobre el periodista. Pero esas garantías no son más que papel mojado.
Quedó probado en la vista de apelación ante la High Court que Estados Unidos las ha violado en el marco de diversas extradiciones con otros países europeos. Basta señalar lo referente a España, por ejemplo, en relación al caso Mendoza, extradición en la que Estados Unidos emitió garantías diplomáticas de que cumpliría en España su potencial condena y, posteriormente, se desentendió de esas garantías. Es un caso de tantos. Las garantías diplomáticas emitidas por Estados Unidos en las extradiciones no son más que recursos fraudulentos que les facilita saltarse los controles de los países democráticos que les ponen trabas en las entregas extradicionales.
Pero es que, además, carece de sentido dar credibilidad a las garantías diplomáticas de Estados Unidos a Julian Assange si tenemos en cuenta el contexto de su caso. Quien, según Estados Unidos, fue su fuente en los archivos de Iraq y Afganistán, Chelsea Manning, recibió en prisión un trato cruel, inhumano o degradante durante su detención, de acuerdo al durísimo informe emitido por el Relator de la ONU contra la Tortura, Juan Méndez, cuando analizó su situación. Por lo tanto, ¿qué trato le esperaría a Julian Assange en una prisión de Estados Unidos si analizamos el recibido por la persona que se alega fue su fuente? ¿Para qué valen estas garantías ofrecidas si todos sabemos lo que ocurriría allí?
Atentado contra la libertad de prensa
Por si no estuviera clara la respuesta a la anterior pregunta, es necesario recordar que recientemente se publicó en los medios norteamericanos cómo la CIA habría llegado a planificar el asesinato de Julian Assange. Es decir, la todopoderosa comunidad de inteligencia norteamericana habría llegado a diseñar planes para ejecutar extrajudicialmente al periodista, según las fuentes de la propia agencia de inteligencia reportadas por la prensa estadounidense. La misma agencia de inteligencia que se investiga en España, en nuestra Audiencia Nacional, en cuanto a si, a través de una empresa española, habría espiado sistemáticamente a Julian Assange y a sus abogados —entre los cuales nos encontramos— en la Embajada de Ecuador en Londres, llegando a tener acceso a todas sus conversaciones, dispositivos, etc., destrozando cualquier posibilidad de un proceso con las mínimas garantías. Y en este contexto ¿podemos creer que ese establishment de inteligencia que tendría a Julian Assange a su disposición, en su jurisdicción, no pisotearía cualquier aval diplomático ofrecido por Estados Unidos en el marco de esta extradición?
Las garantías diplomáticas que la High Court entiende suficientes para la entrega de Julian Assange no eluden la persecución estructural que presenciamos. No hay garantía de buen tratamiento que supla lo elemental, que la causa penal abierta en Estados Unidos es un atentado a la libertad de prensa del mundo y por ende ataca frontalmente a nuestro sistema de libertades. Mucho menos si, además, esas garantías no son más que un recurso para lograr su apresamiento y, posteriormente, como viene siendo recurrente, desatenderlas para dispensar el tratamiento que todos anticipamos.
Este es un caso que se extiende por más de 12 años. El objetivo de Estados Unidos jamás ha sido administrar justicia sino aniquilar a un enemigo y dar una lección definitiva a quienes se atrevan a “infringir” la norma sagrada de la “omertá” de los servicios de inteligencia de la primera potencia del mundo, que, de nuevo, han desplegado todo su poder para silenciar por siempre a quien se rebeló contra ellos.
El fallo publicado en el día de hoy no es el final de esta lucha. Ya hemos anunciado que se apelará ante la Supreme Court británica para cuestionar ese espurio e irrelevante juego de garantías diplomáticas ofrecido por Estados Unidos. Por lo tanto, desde la defensa del fundador de WikiLeaks seguiremos recurriendo a todas las instancias nacionales e internacionales que sean necesarias para lograr el fin de esta persecución judicial que pone en gravísimo riesgo a la libertad de expresión de todo el mundo en su conjunto. No podemos desfallecer porque Julian Assange, cual gladiador de la libertad de prensa, no lo ha hecho y jamás lo hará.
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Baltasar Garzón y Aitor Martínez, abogados del equipo de defensa de Julian Assange.
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